Vida

La última década en Barcelona propicia un anarquismo más fanatizado

  • La presión policial sobre el islamismo radical y el independentismo en el 'procés' propició una suerte de 'olvido' con los antisistema
  • Ahora, ha resurgido una "nueva minoría violenta"
2 diciembre, 2023 00:00
Sara Cid Ignasi Jorro

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El desalojo de El Kubo y La Ruïna, las dos casas de la Sareb okupadas en la Bonanova, uno de los barrios más acomodados de Barcelona, ha dejado una imagen icónica. Instantes antes de ser detenido por los Mossos d’Esquadra, uno de los squatters, en un último gesto de insurrección, se encaramó a un muro pintado con el acrónimo de All Cops Are Bastards y ondeó frente a los periodistas una bandera anarquista.

La instantánea de este okupa, encapuchado y completamente vestido de negro, ejemplifica esta nueva remesa de jóvenes anarquistas radicales que han medrado a la sombra de un gobierno municipal permisivo y de una serie de acontecimiento que han tensionado a los cuerpos policiales.

Si bien España, y en concreto Barcelona, ha sido históricamente un feudo de este movimiento político, junto con Grecia e Italia, la última década ha propiciado que estos grupos, aunque cada vez menos numerosos, se hayan fanatizado. 

Los okupas lanzan una bengala durante el desalojo de La Ruïna y El Kubo

Los okupas lanzan una bengala durante el desalojo de La Ruïna y El Kubo LUIS MIGUEL AÑÓN

El caldo de cultivo

Así lo explica Joan Caballero, especialista en delitos urbanos violentos (DUV) y tipos penales de odio. Asegura que en Barcelona se han dado en la última década varios factores que conformaron el caldo de cultivo de estos colectivos.   

Los Mossos d'Esquadra intentan bajar a un okupa colgado de la fachada de El Kubo

Los Mossos d'Esquadra intentan bajar a un okupa colgado de la fachada de El Kubo GALA ESPÍN - CG

Por un lado, el experto menciona el atentado terrorista de 2017 en Las Ramblas. Provocó que, por una cuestión de seguridad, los cuerpos policiales dedicaran más recursos a combatir al yihadismo frente a las amenazas internas.

Si bien es cierto que los grupos violentos neonazis y de extrema izquierda siempre han permanecido bajo el radar policial, los cuerpos y fuerzas de seguridad del Estado, que cuentan con recursos limitados, han priorizado este otro fanatismo tras analizar el nivel de amenaza que sufría la población. 

Independentismo radical

Por otro lado, ese mismo año, añade, se produjo la Declaración Unilateral de Independencia (DUI), de la que bebieron grupos insurrectos como Arran o los Comités de Defensa de la República (CDR). Eclipsaron al movimiento anarquista histórico, que pasó a un segundo plano, pero no desapareció.

En paralelo, el experto sostiene que en Barcelona el gobierno municipal de los Comunes abonó el terreno para que estos grupos radicales florecieran y se asentaran, aunque en la sombra, en lugares públicos. “Se les ha dado manga ancha y ahora será difícil controlarlos”, expresa Caballero en relación a la gestión de Ada Colau.

Grupos reducidos pero violentos

El también coautor y coordinador del libro Redes de Odio critica que los gobiernos municipales de izquierdas rehúsen enfrentarse a estos grupos y a desalojarlos espacios que okupan. “Parece facha lo de poner mano dura en estos asuntos, pero esto es sólo un prejuicio”, sostiene. Así, en los últimos desalojos de El Kubo y La Ruïna, en Barcelona, y el Estudi 9, en Santa Coloma de Gramenet, han sacado músculo con acciones muy violentas.

Agentes de la Brigada Móvil acceden en una jaula a La Ruïna

Agentes de la Brigada Móvil acceden en una jaula a La Ruïna GALA ESPÍN - CG

“Son jóvenes universitarios, muy radicalizados, que además utilizan tácticas para enfrentarse a la policía que no eran propias de la ultraizquierda clásica”, sostiene Caballero. Asimismo, destaca que el movimiento se ha feminizado y que las mujeres ocupan ahora un rol importante dentro de estas organizaciones.

No sólo en el anarquismo, también en los grupos neonazis, como es el caso de Isabel Peralta, que tuvo un papel relevante en el ya desaparecido grupo neonazi Bastión Frontal, o Melisa Domínguez, líder de la organización neonazi Hogar Social Madrid.

Han perdido fuelle

Fuentes de la policía catalana sostienen que, pese a la furia que mostraron contra los agentes, el movimiento ha perdido fuelle. “Hace años había más jaleo, sobre todo con el 15M y con el desalojo de Can Vies”, recuerdan. En ambos casos los agentes tuvieron que lidiar no sólo con los anarquistas autóctonos, sino también con jóvenes procedentes de Italia y Grecia. “Ahora está muy apagado, no tiene nada que ver con lo que ha sido”.

Coincide con este análisis Esteban Ibarra, presidente de Movimiento contra la Intolerancia. Precisa que existen "grupúsculos que utilizan centros sociales como herramienta, partiendo de la base de que hay casas de este tipo que construyen en positivo, hacen labor social y comunitaria, com apoyo a, por ejemplo, la población migrada". 

"Un discurso épico para captar a jóvenes"

No es el caso de los nuevos anarquistas. Según Ibarra, este colectivo, "muy minoritario", recoge la tradición de Barcelona como "feudo" del anarquismo en España.

Sus líderes o dirigentes "utilizan la retórica, el lenguaje, la dinámica y confección de una época: la de enfrentarse a la policía y fingir ser revolucionario". Según él, los activistas radicales de izquierda "son captados con la retórica, en el marco de una fuerte polarización social y con ayuda de las redes sociales". 

La marcha anarquista radical del jueves en Barcelona

La marcha anarquista radical del jueves en Barcelona Simón Sánchez

Bajo el punto de vista del autor de La Europa siniestra, La España racista o Los Crímenes de odio, todos ellos libros contra el extremismo, el resurgimiento del libertarismo fanático --que distingue el anarquismo como idea-- se enmarca en la "quiebra de valores en la sociedad", el "clima de intolerancia" y la "falta de respeto a la institucionalidad democrática". 

"Educación en valores"

En opinión de Ibarra, no es tolerable "la impunidad de los grupos violentos: cuando se quema deliberamente un coche de policía, tiene que haber consecuencias para los autores o se repetirá".

Él lo llama "aplicación de la legalidad por parte de las fuerzas y cuerpos de seguridad". Eso sí, la tarea policial de identificar y frenar a los violentos debe ir aparejada de lo que él ve más importante: la "educación en valores". 

"Por un lado, profundizar en la democracia y sus valores desde la escuela, desde que los niños tienen diez años", defiende. Y dos, "hay que fomentar el respeto a la legalidad democrática, no podemos permitir lo clima de intolerancia donde anidan estos grupos", ha añadido.

Todo esfuerzo es poco, según su valoración, para "formar a ciudadanos que valoren lo que tenemos y que durante la adolescencia o postadolescencia, cuando se es más maleable, caigan víctimas de discursos épicos capaces de la violencia".