A las siete y media de la mañana del 25 de marzo de 2017 el sonido del timbre interrumpió el sueño de una familia que residía en un chalet de Olivella (Barcelona). A través del interfono, una chica le explicó al dueño de la casa que había golpeado el que creía que era su coche, por lo que el propietario abrió la puerta del jardín y se asomó a la acera para comprobar el estado en el que había quedado su vehículo. En ese momento, irrumpió frente a él un hombre que se identificó como agente de los Mossos d’Esquadra y le enseñó una placa del cuerpo policial catalán que llevaba colgada del cuello.
El supuesto policía, que vestía de paisano, le mostró una orden de registro emitida por un juzgado de instrucción de una localidad del Garraf, elaborada en papel de oficio con las aguas y los membretes correspondientes, y le comunicó que procederían a hacer una entrada en el domicilio por unos hechos presuntamente constitutivos de un delito contra la salud pública.
“Estás muy jodido, te van a caer entre 10 y 15 años”, le espetó el agente al dueño de la casa mientras accedía a la propiedad. Tras este policía, que la víctima describió como “algo gordito”, entraron a la vivienda otros dos jóvenes más, ataviados con bufandas y capuchas negras que les cubrían parcialmente el rostro. Uno de ellos, que sostenía una barra de hierro, condujo a la esposa del dueño, que estaba embarazada, y a su hijo, de tan solo cinco años, a una habitación de la primera planta, donde los retuvo durante tres horas en las que estuvieron privados de comida y bebida.
Maniatado, asfixiado y torturado
En paralelo, los otros dos policías derribaron de una patada al dueño de la casa y lo inmovilizaron boca abajo sujetándole las manos a la espalda con una brida. Uno de los agentes le colocó una rodilla en la espalda y le pidió que lo guiase hasta el lugar de la casa en el que guardaba el dinero, si bien un vecino manifestaría posteriormente que lo que buscaban era droga. El mosso lo condujo maniatado hasta el vestidor, donde la familia guardaba 18.000 euros en efectivo procedentes de la venta de un coche. Después de que la víctima asegurara que ese era todo el dinero que tenía en el domicilio, el agente lo arrastró hasta la planta baja, le colocó una bolsa de plástico en la cabeza y le confesó que, en realidad, no eran mossos. Según recoge la sentencia, a partir de ese momento se desató un brutal episodio de violencia.
El asaltante le apretó el cuello con las manos y lo golpeó repetidamente en la cabeza, que tenía envuelta en una bolsa de basura que le producía una intensa sensación de asfixia, si bien permitió a la víctima que hiciese un pequeño agujero en el plástico que le permitía seguir respirando. Con ayuda de otro de los criminales le propinó una brutal paliza, llegando a golpearlo en la nuca con un revólver mientras le gritaba: “¡Estás muerto!”. En un momento dado, los asaltantes lo amenazaron con cortarle una falange, llegando a infligirle varias incisiones en los dedos y las orejas, una práctica que el núcleo duro de Casuals usó --junto con los disfraces de policía-- durante su primera etapa, cuando rebanó un dedo a un narco con cuchillo de cocina para hacerse con 25.000 pastillas de éxtasis.
Las huellas de 'Johan', en la orden judicial
Tras cebarse con el dueño de la casa, al que dejaron inconsciente, ensangrentado y, según declaró posteriormente su mujer, “con la cara hecha un Cristo”, los asaltantes abandonaron a las víctimas a su suerte, dejándolas en el interior del chalet, que cerraron con llave desde fuera. Huyeron con un botín de 18.000 euros en efectivo, un anillo de compromiso de oro blanco y diamantes y un colgante con un flamante brillante de la esposa del maltrecho propietario, cuatro relojes --dos de ellos de la marca Festina--, unas llaves de un Audi y varias copias de las de la casa.
Cuando los Mossos d’Esquadra acudieron a la casa, esta vez los reales, recogieron varios indicios del escenario de los hechos. Tras analizar algunos de ellos en el laboratorio, identificaron seis huellas lofoscópicas sobre la orden judicial falsa que los asaltantes utilizaron para acceder a la casa. Cuatro de ellas resultaron ser de Joel J. L., alias Johan, considerado en la actualidad el líder de los Casuals en el Garraf y cuyo nombre figuraba ya en aquel momento en las bases de datos policiales tras haber sido condenado en 2012, por sentencia firme, por un delito de daños. Tras esta revelación, Johan fue detenido.
Las víctimas se desdijeron en el juicio
Durante la fase de instrucción, el dueño de la vivienda hizo un reconocimiento fotográfico en el que se le enseñaron varias imágenes de individuos de aspecto similar al de Johan, y señaló erróneamente, tras expresar dudas entre dos posibles candidatos, la de uno de los figurantes. Sin embargo, durante la vista oral, que se celebró en la Sección 8 de la Audiencia de Barcelona, pidió “clara y expresamente” que se anulara esta prueba y aseguró no poder reconocer a ninguna de las personas que participaron en el asalto, pese a que el primero de los falsos policías entró a su casa a cara descubierta tras mantener una breve conversación con él. “El acusado no es seguro”, espetó al tribunal.
Lo mismo hizo su mujer, que aseguró no recordar si el acusado era uno de los individuos, aunque en fase de instrucción precisó que era Johan quien blandía una barra de hierro y señaló a otro de ellos en el reconocimiento fotográfico como la persona que la retuvo, junto a su hijo, durante más de dos horas. Aun así, este segundo sujeto nunca fue imputado ni tampoco se le tomó declaración en sede judicial. Además, la mujer añadió durante el juicio que todos ellos llevaban guantes. Ante su cambio de versión con respecto a la fase de instrucción, preguntada por el presidente de la Sala, ella dijo que no tenía miedo.
Cabe destacar que durante el macrojuicio de 2013, que motivó la caída en bloque de Casuals, los 14 testigos protegidos se desdijeron de lo declarado durante la investigación. Además, todos los testigos, que sufrieron los pasillos para entrar a la Sala de los miembros que estaban en libertad, pidieron declarar sin mampara para que los acusados pudieran ver que habían retirado las acusaciones en su contra y evitar cualquier posible represalia. Por ese motivo, la fiscalía tuvo que elevar la sentencia al Tribunal Supremo solicitando que se tuvieran en cuenta las declaraciones de la fase de instrucción para agravar las penas. En aquel caso funcionó y los Casuals terminaron entre rejas.
Se libró de una condena de 25 años
Sin embargo, el escenario fue muy distinto en el enjuiciamiento de los hechos ocurridos en la casa de Olivella. La fiscalía pidió para Johan 25 años, seis meses y tres días como autor de un delito de usurpación de funciones públicas en concurso medial con un delito de falsificación de documento público, un delito de robo con violencia con instrumento peligroso, un delito leve de lesiones y tres delitos de detención ilegal. Por su parte, la defensa solicitó su libre absolución alegando que no había podido determinarse que su cliente estampara las huellas durante el asalto, pudiendo haber tocado el papel en fecha previa a que los asaltantes lo utilizaran para tal efecto.
El tribunal finalmente concluyó que el único indicio real para condenar a Joel J. L. eran las cuatro huellas y, si bien el acusado “no supo dar una explicación lógica” para justificar por qué sus impresiones dactilares figuraban en la autorización judicial simulada, la sentencia recogió que “un solo indicio no podía constituir una prueba plena para condenarlo”. Además, añadió, aunque es innegable que el acusado tocó ese papel, “no se pudo demostrar en qué momento lo hizo, sin poder descartarse que lo hiciera con anterioridad a los hechos y que posteriormente se confeccionara el texto mendaz”. Se basa el tribunal en que la esposa del apaleado precisó “que todos los asaltantes llevaban guantes, por lo que el acusado no podría haber estampado sus huellas en el momento de los hechos”.
Nadie pagó por el asalto
Aun así, el tribunal siembra la duda en el fallo al reconocer que Johan tenía en ese momento un antecedente del 28 de mayo de 2017, dos meses después de los hechos enjuiciados en la Audiencia de Barcelona. La Policía Nacional lo detuvo por un robo con fuerza e intimidación en Madrid junto al mismo individuo que la mujer del propietario de la casa asaltada en Olivella señaló en el reconocimiento fotográfico como la persona que la retuvo junto a su hijo.
Johan y su colega también fueron identificados por diferentes cuerpos policiales estando juntos en 2014 y 2017. Por eso, el tribunal afeó a la fiscalía que, durante la vista oral, no preguntara sobre estos hechos a los Mossos d’Esquadra, llegando a renunciar al testimonio de uno de ellos, por lo que “no pudo tenerse en cuenta como prueba de cargo”.
Tampoco fueron captados por cámaras de la zona y el móvil de Johan nunca repitió cerca de la casa en la que se produjo el rapto, por lo que el tribunal expresó tener “dudas razonables” de que fuese autor de los hechos. Así las cosas Joel J. L., que en la actualidad permanece en prisión provisional acusado de ocupar uno de los cargos más altos dentro del organigrama de Casuals, salió airoso del brutal asalto por el que nunca se condenó a nadie.