Se estima que casi 1.000 millones de personas en el mundo están afectadas por algún trastorno mental: ansiedad, depresión, esquizofrenia, trastorno bipolar, estrés postraumático, alteraciones de la conducta alimentaria, entre otros. Este amplio espectro de diagnóstico está cobrando cada vez más presencia y visibilidad en la sociedad actual.
A través de su nuevo libro En el Laberinto, Cristian Llach, psiquiatra, ayuda al lector a lograr un mayor entendimiento de la psique humana y una mirada más empática hacia todas aquellas personas afectadas por un trastorno de salud mental. El volumen cuenta además con los dibujos de la artista chilena Valentina Silva para facilitar su comprensión.
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La OMS apunta a que los problemas de salud mental serán la principal causa de discapacidad en 2030. Aún así, todavía hay muchas personas que no tienen acceso a tratamientos psicológicos o psiquiátricos. ¿Qué tiene que cambiar?
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El informe de Estrategia en Salud Mental del Sistema Nacional de Salud de 2009 sugiere que más de la mitad de las personas con trastorno mental que necesitan un tratamiento no lo reciben. La primera barrera que existe es el propio paciente con el autoestigma y autobloqueo que se impone a sí mismo. Hay mucho trabajo que hacer a nivel de divulgación para que la enfermedad mental deje de ser un “campo oscuro”.
La segunda barrera es a nivel estructural. En España hay aproximadamente 4.300 psiquiatras. Esto significa que no llegamos a los 10 profesionales por cada 100.000 habitantes. El índice óptimo marcado por la Unión Europea es de entre 13 y 15 psiquiatras por cada 100.000 habitantes. Y esto solo es psiquiatría, imagínate si te hablo de psicólogos. Existe un déficit muy importante y se nota en la oferta de psicoterapia que hay en el país. Todo esto implica que las listas de espera sean más largas y las visitas ambulatorias muy cortas. Y no hay que olivdar que hay una sobrecarga que atenta contra la propia salud mental del profesional e indirectamente sobre el paciente.
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En los últimos años han aumentado los casos de trastornos mentales, los suicidios en adolescentes… ¿Antes también pasaba o es que ahora se habla más sobre el tema?
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Yo creo que son las dos cosas. La biología humana no ha cambiado demasiado, pero sí hay una serie de factores socioculturales que explican que cada vez más gente esté bajo un estrés superior y con más ideas de autolesión, incluso suicidio. Por ejemplo, las nuevas generaciones tienen cada vez más acceso a unos estudios superiores que luego no pueden ser absorbidos por el mercado laboral; los vínculos familiares son cada vez más débiles y las redes sociales distorsionan la realidad hacia lo positivo. Todos estos factores se relacionan con el sistema de expectativas de nuestra vida, que nos guían durante la mayor parte de ella, para desembocar en una frustración final que te hace preguntarte acerca de su validez. Esto, en generaciones pasadas, era un poco al revés. Las expectativas eran bajas y después se dieron cuenta de que tuvieron una buena vida.
- Los medios de comunicación tratan cada vez más el tema del suicidio. ¿Es contraproducente para la población? ¿Ayuda a visibilizar el problema o incita a la imitación?
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Lo cierto es que no existe un estudio de suficiente calidad ahora mismo como para poder dictaminar si es ampliamente positivo o negativo. Que se tiene que hablar sobre el suicidio está claro. Hay mucha evidencia científica que demuestra que el hecho de hablar sobre ello no precipita necesariamente el suicidio, sino que ayuda a esta persona a poner herramientas para solucionar su problema. Otra cosa es cómo hablan los medios de comunicación generalistas sobre el tema…
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También se escriben más noticias sobre la salud mental que antes. La desinformación, ¿cómo afecta a este campo?
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Es una de las razones por las que me planteé escribir el libro. Existe la idea de que hoy en día cualquiera puede hablar y aconsejar sobre ello. La psicología y la psiquiatría son campos especialmente sensibles por lo que respecta a la divulgación. La desinformación afecta sobre todo a la psicología. Se requieren conocimientos técnicos específicos y también transversales, en cualquier caso, basados en la evidencia. Esto es lo que pretendo hacer en el libro, transmitir información fiable de manera accesible a todo el mundo.
- ¿Qué lugar ocupa España respecto a los países de Europa en la investigación sobre salud mental?
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En cuanto a investigación, España está un poco por delante de Italia, pero bastante por debajo de los países anglosajones. Una cosa que hacen en otros países y no hacen aquí es compartir bases de datos. Cuando hacemos un estudio, cada hospital o centro tiene que empezar de cero. Yo propondría que se creara una base de datos común a nivel nacional, aunque sea anónima y respetando siempre la propiedad intelectual. En los países nórdicos es algo habitual. Aquí se opta por poner mucho dinero en residentes para que hagan el trabajo de pico y pala. Se tendría que promover una estrategia de recopilación de datos sobre salud mental, ahorraríamos tiempo.