El acoso escolar es un problema grave, y cada vez más frecuente, que tiene consecuencias devastadoras en la sociedad.
Cada vez salen a la luz más tragedias en los medios por culpa de la violencia en las aulas. Así, el constante goteo de casos ha hecho que el término bullying acabe siendo conocido por gran parte de la población. Sin embargo, tras él hay ciertas variantes no tan conocidas, pero igual de lesivas.
"Microagresiones"
Recientemente, Crónica Global ha tenido la oportunidad de hablar con Elisabeth Casañas, cuya hija, diagnosticada de Trastorno del Espectro Autista (TEA), lleva sufriendo "microagresiones" a manos de algunos compañeros de clase desde que estaba en P-5.
La mujer ha decidido ponerse en contacto con este medio porque considera que tanto en el caso de su hija como en el de otros niños como ella, no solo es el maltrato, sino la discriminación que sufren por ser distintos, lo que acaba hundiéndolos en un pozo. "La falta de aceptación del que es diferente, y normalizar esa discriminación, es el lastre que arrastramos", explica la mujer.
Una amarga vuelta al cole
Ese desprecio, unido a los abordajes improvisados en los colegios y la falta de mecanismos que trabajen el problema de la discriminación y del bullying de forma estratégica, tiene consecuencias dramáticas para las víctimas.
El pasado 6 de septiembre, la niña se sinceró con su familia y explicó cómo había sido su vuelta al cole. "Nos dijo que se sentó en la silla y estuvo todo el día sin mirar para atrás, para no ver las caras".
Un desprecio "naturalizado"
Casañas ha explicado a este medio que su hija "está traumatizada" porque, además, "asiste a una clase donde hay niños que la llevan molestando desde P-5".
La mujer se pregunta por qué se permite que estos agravios y desprecios se naturalicen en las escuelas y, a menudo, pasen desapercibidos, como si no fuesen episodios realmente graves. En una ocasión un compañero le dijo a su hija: "Cómo jodéis los autistas".
"Ella es diferente" y "solo tiene un amigo que teme perder". Casañas cuenta que la menor tiene dificultades para interpretar el lenguaje no verbal y, por eso, en muchas ocasiones no entiende por qué la gente se aleja de ella. "Claramente lo hacen por la animadversión que hay hacia lo que es diferente".
Tanto es así, que la menor se plantea este curso ponerse ante todos sus compañeros para explicar que es TEA y que esta condición es mucho más frecuente de lo que imaginan. "Si este año la psicóloga y el profesor lo ven conveniente, realizarán la actividad. Estaba en los planes", asegura la madre.
Contenta con la escuela
La mujer sostiene que el centro educativo en el que estudia su hija las ha apoyado y los profesores han intervenido cada vez que ha habido un problema. Sin embargo, esto no es suficiente. "En otras culturas y países se ha logrado detener el acoso escolar", explica.
Cañadas insiste en que "no basta con que los profesores intervengan en el aula cada vez que hay un ataque, sino que es fundamental que se eduque a los niños desde una edad temprana. Lo interesante sería que se eduque para conocer y aceptar las diferencias".
Mientras eso no suceda, lamenta Casañas, "muchos niños acaban con una depresión por culpa del acoso de baja intensidad, un ataque más sutil, pero constante, cuyas consecuencias son devastadoras".