No se habla de otra cosa. La ola de calor que azota Cataluña desde el lunes ha dejado temperaturas récord en la Ciudad Condal, que mantiene activa la alerta por calor diurno y la emergencia por noches tórridas. De hecho, durante la madrugada del miércoles el Observatorio Fabra de Barcelona anotó 29.4ºC, la temperatura mínima más alta de la historia desde que se tienen registros.
La Ciudad Condal se derrite, sí, pero la subida sin parangón del mercurio no afecta a todos los barceloneses por igual. Sobre las 1.231 personas que duermen al raso durante todo el año la canícula cae a plomo.
Las medidas puntuales, un parche
El calor abrasador se suma a los demás elementos hostiles con los que las personas sin hogar tienen que lidiar diariamente. Así lo explica Silvia Torralba, miembro de la Fundación Arrels, entidad que asiste durante todo el año a las personas en situación de sinhogarismo en Barcelona ciudad.
“Consideramos que los elementos como el frío, el calor o la lluvia agravan la situación de las personas sin hogar, pero queremos poner de relieve que es una dificultad añadida, dado que durante todo el año sufren agresiones, violencia y todos aquellos riesgos que comporta la vida en la calle”, denuncian desde la entidad.
Por eso, critican que a nivel político y de la gestión de los recursos públicos se ponga la mirada en el termómetro y se tomen medidas puntuales que funcionan como un parche, pero que no transforman la situación real de las personas que viven en la calle. “Se necesitan medidas a medio-largo plazo en materia de vivienda”, reivindican.
Insolaciones y quemaduras
Además de los equipos de calle que asisten y acompañan diariamente durante todo el año a las personas sin hogar, y que estos días ponen el foco en los efectos del calor, la fundación Arrels dispone de un Centro Abierto en el que los usuarios pueden resguardarse de las altas temperaturas. En este centro de acogida, ubicado en la calle Riereta, en pleno corazón del barrio del Raval, las personas sin techo pueden ducharse, descansar, cargar sus teléfonos móviles y hacer uso del servicio de consigna y ropero.
Además, desde diciembre la entidad ha conseguido que el centro, que abre mañana y tarde, opere también durante los fines de semana y los festivos para que los usuarios tengan acceso a los servicios básicos. Precisamente aquí, asegura Torralba, sus compañeros han contabilizado casos de insolación y quemaduras solares. “Sobre todo en aquellas personas que han perdido capacidades y que no se desplazan de su sitio pese a las inclemencias meteorológicas”, añade.
Desde la entidad recuerdan que las personas en situación de sinhogarismo tienen más posibilidades de sufrir insolaciones y deshidratación, pues están expuestas durante más horas al sol que el resto de los vecinos de Barcelona. Además, las elevadas temperaturas agravan los problemas de salud que puedan tener y las enfermedades crónicas.
Más inseguridad y menos descanso
Si al resto de barceloneses les cuesta conciliar el sueño a causa de la canícula, las personas sin hogar no solo padecen el bochorno durante las horas centrales del día, sino que también sufren la liberación del calor del asfalto ardiente durante la noche. “No pueden descansar en ningún momento del día”, denuncian desde la entidad.
Para sobrellevar la subida de las temperaturas las personas sin techo optan por destaparse, de forma que quedan más expuestas a la vista de la gente y, por ende, a la violencia. “Nos trasladan que estos días se sienten más inseguros”, expresan desde Arrels.
Escasez de recursos en verano
De las 4.800 personas sin hogar en la ciudad de Barcelona, 1.231 duermen en la calle durante todo el año. Como los recursos son limitados, se les ofrecen dos duchas semanales. “En verano esto no cambia, pese al calor. Los que tenemos una casa podemos ducharnos cuando lo necesitamos para refrescarnos o por una cuestión de higiene, pero ellos no”, subraya Torralba. Además, en la época estival estos servicios no siempre están garantizados.
Si durante el año es difícil para las personas sin hogar conseguir acceso a los recursos básicos y a la atención social, durante los meses de verano se complica todavía más, dado que parte de los equipos de asistencia y de voluntarios están de vacaciones. Además, algunas pequeñas entidades que ofrecen duchas o servicio de ropero cierran durante unos días, por lo que los usuarios no tienen acceso a ropa limpia o a un lugar en el que asearse en condiciones. “En verano la atención es más lenta y el acceso a los recursos se complica”, insisten desde Arrels.
Refugios climáticos, una medida insuficiente
Si bien el Ayuntamiento de Barcelona ha puesto a disposición de los ciudadanos más de 200 refugios climáticos --instalaciones públicas en las que resguardarse del calor-- en toda la ciudad, esta medida no resulta una alternativa para las personas sin hogar. Algunos de estos refugios son parques, donde la temperatura sigue siendo elevada, o no cuentan con instalaciones en las que puedan asearse y cambiarse. Además, a algunos de estos emplazamientos, la gente sin hogar no puede acceder con sus pertenencias.
Más allá de la ola de calor, que remitirá el viernes, las personas sin hogar viven expuestas a todo tipo de adversidades. Los datos de Arrels los irrefutables: aquellos que duermen al raso viven de media 25 años menos que el resto de los barceloneses.