Seis personas sin hogar mueren cada mes en Barcelona. Ese es el dato más dramático del sinhogarismo, un problema todavía invisible para una sociedad y unas instituciones que no proporcionan los recursos necesarios para dar una solución a las 5.142 personas --según los datos de la Fundación Arrels-- que no tienen hogar en la Ciudad Condal. La crudeza de este invierno tampoco ayuda, todo lo contrario. Este enero se ha saldado con seis víctimas mortales, dos de ellas en un solo día. Cuatro vivían a la intemperie y las otras dos residían en un piso proporcionado por esa entidad.
Todos los fallecidos en las calles de Barcelona en lo que va de año eran hombres. La media de edad era de 54 años, frente a los 57 de los 76 fallecidos en 2022 (seis fallecidos al mes). Los datos recopilados por Arrels visibilizan, además, una realidad ajena a la sociedad: las personas que duermen al raso viven de media de 25 años menos que el resto de los barceloneses.
Las mujeres, víctimas de violencia sexual
Que todos los muertos de este año sean hombres no es una casualidad. Desde Arrels precisan que entre el 80% y el 90% de las personas sin hogar en Barcelona son varones, frente a entre el 10% y el 20% de mujeres o personas no binarias. A diferencia de los hombres, ellas sufren un problema extra por el solo hecho de ser mujeres, tal y como confirma Ferran Busquets, director de Arrels. Los datos reflejan que el 48% de las féminas que viven en la calle han sufrido algún tipo de violencia, frente al 46% de ellos. Una cifra que explica por qué ellas acuden con mayor asiduidad a los refugios que ofrece el Ayuntamiento de Barcelona y diversas organizaciones para protegerse. “La mujer en la calle acaba siendo víctima de abusos y agresiones sexuales”, denuncia Busquets.
Para evitar este tipo de situaciones en los refugios existen espacios reservados únicamente para ellas, pero esto no impide que los hombres se aprovechen de su vulnerabilidad, señalan desde la entidad. Sin embargo, están más resguardadas que en la calle. Las mujeres que se hacen visibles en la vía pública son blanco de agresores sexuales. “Es un problema gravísimo, nos manifiestan que en invierno están mejor porque al taparse no las reconocen. Hay otras mujeres que se cortan el pelo o se disfrazan para parecer hombres”, añaden. “El gran drama de las mujeres sin hogar que no están en la calles es que pagan un precio muy alto para permanecer en pisos de hombres a cambio de sexo”, agrega el director de la entidad.
El frío agrava su situación
El grave problema del sinhogarismo en Barcelona ha empeorado en las últimas semanas por la crudeza de este invierno, que ha dejado temperaturas más bajas de lo habitual. Aunque las causas de las muertes son naturales o por enfermedad --lo determinará la autopsia--, lo cierto es que el frío acaba haciendo mella en los que duermen al raso. “Agrava su situación. Todos sabemos que si una persona está enferma, lo mejor es estar en casa”, expresa Busquets.
Una posibilidad que no siempre tienen las personas que duermen al raso. Desde la entidad denuncian que los refugios de la Ciudad Condal están sobrepasados. Si bien es cierto que el consistorio de Barcelona habilitó, en el marco de la Operación Frío, 262 plazas adicionales para que las personas sin hogar pudieran resguardarse de las gélidas temperaturas, hace tres días que las han cerrado, pese a que las temperaturas superan por poco los cero grados, lo que supone un riesgo vital para quienes duermen en la calle.
Los refugios, colapsados
Las plazas habilitadas no son suficientes para dar respuesta a las necesidades de la ciudad. Tras el cierre de las adicionales, el consistorio solo ofrece 75 plazas para la época invernal. “Los refugios están colapsados, no hay suficientes recursos”, denuncian desde Arrels. En este sentido expresan que el peso no debe recaer solo en el Ayuntamiento de Barcelona, también en otros consistorios de poblaciones cercanas y de la propia Generalitat, que no ha logrado paliar el problema pese a dar “algún paso tímido”.
Por otro lado, las entidades solicitan que los recursos se adapten a las necesidades reales de los sintecho, cada uno con sus circunstancias. Y es que algunos rechazan acudir a los refugios, pero no significa que rechacen otro tipo de ayuda. Muchos no quieren ir porque no pueden entrar con sus perros, que son su única familia, ni con sus carros, en los que llevan las mantas, los cartones y sus objetos personales. Desprenderse de ellos supondría tener que empezar de cero una vez regresen a la calle.
Nueva crisis económica: más pobreza
Si el año pasado se produjeron 76 muertes, la cifra de 2023 no se prevé mejor. Y es que las entidades que dan cobertura a las personas sin hogar se preparan ante una nueva oleada de pobreza derivada del contexto económico. “La inflación antes afectaba a determinadas personas, pero ahora salimos perjudicados todos, por lo que es bastante fácil que genere más pobreza y que haya más personas que tengan que dormir en la calle”, señala Busquets.
Así pues, la nueva situación podría ampliar el porcentaje de personas vulnerables y abocadas a la pobreza. “La crisis de 2008 y la del Covid afectaron a núcleos concretos de la población, pero ese espectro es cada vez más amplio”, agrega Busquets.
Más de cuatro años en la calle
En Barcelona hay, como mínimo, 5.142 personas sin hogar, de las cuales 1.231 duermen en la calle, 3.046 se alojan en recursos de la ciudad y 865 en asentamientos ilegales --es decir, solares o fábricas--. Según los informes de Arrels, llevan una media de cuatro años y cuatro meses viviendo en la calle, aunque las cifras son inciertas, pues es muy difícil hacer un seguimiento real. Algo que evidencia que el sinhogarismo es una realidad todavía invisible.