El acceso a redes sociales ha aumentado de forma drástica en los últimos años. Uno de los aspectos que mayor alarma social crea es el potencial adictivo de estas tecnologías, especialmente entre los menores de edad, los que hacen un mayor uso de ellas. Además, según varios expertos, un uso compulsivo de internet es un factor de riesgo para el desarrollo de una peor salud mental: baja autoestima, soledad, depresión, ansiedad y fobia social.
"Es muy llamativo como el uso de filtros de belleza que retocan y modifican los rasgos
de las fotografías y vídeos está a la orden del día”, señala Rebeca Gómez, psicóloga y
formadora en el Instituto Europeo de Psicología Positiva (IEPP).
Agravamiento de inseguridades
Para Gómez, hacer un uso continuado y constante de filtros, y verse todo el rato bien,
puede llevar a ciertas personas a no aceptar después su imagen real, con imperfecciones, y que esto acabe repercutiendo de manera negativa en su autoestima
y agravando ciertas inseguridades. Los datos hablan por sí solos y confirman la
influencia de las redes sociales en la idealización de la belleza y el éxito.
Según dos estudios realizados en 2016 y 2017 por la marca de productos de cosmética
e higiene personal Dove, un 50% de preadolescentes no se gustan cuando se ven en
fotos; un 35% de niñas entre 11 y 21 años sufren presión por querer parecer perfectas
en internet; un 70% de preadolescentes reconocen modificar sus hábitos alimenticios
por no sentirse bien con su físico y un 24% de las chicas con baja autoestima física
sienten que no se ven lo suficientemente bien sin la edición de fotos. Además, los
filtros se han convertido en parte de la vida cotidiana para el 52% de las niñas, y el 77% intentan cambiar u ocultar al menos una parte de su cuerpo antes de publicar una foto.
Presión social por la perfección
"Esto sugiere que el efecto acumulativo de los filtros y la distorsión digital prolongada
están creando presión por la apariencia, y baja autoestima entre niñas y jóvenes",
lamenta esta psicóloga.
Para prevenir un uso incorrecto de las redes sociales y un daño irreparable en la
autoestima de los jóvenes, desde el Instituto Europeo de Psicología Positivo
recomiendan encarecidamente establecer límites por parte de los padres en los
tiempos de conexión y una supervisión activa o restrictiva.
"La supervisión activa es más permisiva y normaliza el uso de los medios en el día a día, con la implicación de los padres para saber el contenido que ven. Se basa en hablar para hacerles pensar (activar su pensamiento crítico) sobre los medios que están utilizando", describe Rebeca Gómez.
La supervisión restrictiva es más prohibitiva e impositiva y consiste en "hablar para
hacerles pensar y activar su pensamiento crítico sobre las consecuencias negativas que
tiene el uso de la tecnología", confirma Gómez.
Factores de riesgo
Hay ciertos factores de riesgo que -insisten desde el Instituto Europeo de Psicología
Positiva- pueden poner en alerta a los progenitores e indicar que ha llegado el
momento de intervenir e incluso de buscar ayuda externa profesional. Por ejemplo,
detectar ciertas características de la personalidad, como la timidez excesiva, la
impulsividad, disforia, búsqueda de nuevas sensaciones, una forma ineficaz de
solucionar problemas. También una incapacidad manifiesta de aceptar límites y
normas o cuando se descubre una influencia negativa del grupo de iguales.
Si bien las redes sociales pueden ser una buena fuente de conocimiento y diversión y
una herramienta útil para combatir la soledad y mejorar las relaciones sociales, "es
fundamental hacer un uso saludable y responsable de ellas, pues no somos
conscientes de los efectos a largo plazo que tienen determinados usos no saludables",
concluye esta experta en psicología.