A Jaume Daura no le iba demasiado bien en su fábrica de gaseosas, La familiar. En aquella nave industrial se elaboraban sodas, grosellas y otros mejunjes deliciosos y bastante demandados en la época. Sin embargo, era difícil salir adelante, porque los socios dejaron de pagarle.
Corría el año 1907 y, paralelamente, uno de los locales a los que Daura suministraba bebidas también hacía aguas. Allí, en la sala de baile de la Paloma, en la calle del Tigre número 17 de Barcelona, se juntaban chulos, valientes y granujas que por menos de nada formaban una buena bronca, por lo que no era un lugar demasiado bien visto.
Una sala "con alma"
Mercè March, mujer de un sobrino-nieto de Daura, explica a Crónica Global la historia de una sala que, además de ser la más antigua de Europa, es "única en el mundo", y que reabre sus puertas este 31 de diciembre, tras 16 años cerrada. Su voz es capaz de trasladar al Versalles de la época, de donde, explica, salió la decoración de la Paloma. "Empecemos por el principio", dice. Entonces, solo queda escucharla y viajar en el tiempo hasta el París del recién estrenado siglo XX.
"Jaume Daura tenía dos hijos, uno muy estudioso, y otro con ideas muy bohemias", recuerda. Este último, llamado Ramón, pidió a su padre ponerse al frente de la sala de baile, prometiéndole que haría de ella un lugar respetado. Así, en 1915, el joven bohemio viajó a París, de donde "vino con ideas muy versallescas y renovadoras, por lo que encargó la decoración de la sala a los artesanos de la época", recuerda March, quien explica que aquella nave había sido una fundición donde se fabricaron las decoraciones de bronce del monumento de Colón.
Inspirada en Versalles
Ramón encomendó la decoración de la sala a Salvador Alarma, escenógrafo del Teatro del Liceo, y al pintor Miquel Moragas. Pero fue Manuel Mestres quien, en 1919, propuso a Daura decorar la sala al mismísimo estilo del salón de los Espejos de Versalles, con relieves y dorados, molduras en forma de guirnaldas y vidrios policromados y traslúcidos, entre otros detalles.
"He visitado otras salas en Europa, he viajado a Berlín y a otros países, pero la Paloma es única en el mundo. Tiene alma", dice orgullosa Mercè, quien acabó casada con Pablo Solé Ribas, un sobrino-nieto de ese joven bohemio que un día decidió hacer del hogar de macarras y maleantes una sala de baile de prestigio en pleno corazón del Raval, un lugar pintoresco e imponente donde varias generaciones vivieron momentos inolvidables. "Estar en la Paloma era como estar en una película de Fellini, donde encontrabas personajes muy carismáticos y especiales que te hacían pasar momentos inolvidables". Por ejemplo, "había un señor al que le llamaban el sheriff, porque iba con un sombrero de cow boy y una placa de sheriff, y cuando le daba pues sacaba un revólver de mentira y simulaba estar atracando". Después había otros, recuerda March, como "la alcaldesa, el Tarzán o la artista", todos ellos muy peculiares.
Reinvención constante y fusiones inimaginables
Mercè March recuerda a este medio curiosidades, momentos y personajes que, sin duda, hacen de la Paloma un lugar muy especial. "En la época de Franco todas estas actividades estaban muy mal vistas, así que Ramón, que era un hombre de orden y ley, se inventó la figura de La Moral, una especie de portero que iba por la sala con una vara, vigilando que las parejas no se acercasen demasiado. El primer aviso iba con un varazo en las piernas y, a los reincidentes, les caía la del pulpo". Además, "para evitar consecuencias mayores en caso de pelea, las sillas estaban unidas de seis en seis, así no podían hacerlas volar", explica entre risas.
Con esto, insiste March, que actualmente está al frente de la sala junto a su hijo Pablo Solé March, "la Paloma siempre anduvo reinventándose". Tanto por la evolución de las normas sociales, como por la música. "Hemos conservado la esencia de la sala, que es la orquesta. Sin embargo, lo que al principio fueron boleros, rumba, chachachá o soul, pasó a convivir con música más electrónica". Según ella, "a partir de las Olimpiadas de Barcelona 92 la cosa cambió más, porque la gente joven no quería orquesta, y los mayores se quejaban de que no los queríamos allí porque habíamos incorporado otros estilos". El caso, recuerda, es que tuvieron que hacer un esfuerzo titánico para que la orquesta y los disc jockey quisieran tocar juntos. Al final, acabaron compartiendo temas, y abuelos y jóvenes bailando juntos en la pista", rememora con cariño.
16 años de tormento y sufrimiento
March nunca imaginó que acabaría encargándose de la sala, pero empezó a hacerlo en 1979, después de casarse con su marido, a quien conoció en la facultad de Derecho. "Lo mío con la Paloma fue un amor a primera vista", reconoce. Así, se dedicó en cuerpo y alma hasta el año 2006, cuando se ordenó su cierre por problemas con la insonorización. "Desde ese momento han pasado 16 años de enorme desgaste económico y psicológico", reconoce. "Mantener esto en pie ha sido muy duro, y solo somos mi hijo y yo", además, con la pandemia de por medio.
Mercè no olvida a los 106 trabajadores --entre fijos y de fin de semana-- que se vieron afectados por el cierre. "No hemos tenido ayuda ninguna", especialmente, por parte del ayuntamiento, y a pesar de ser la Paloma un icono del baile y una visita obligada en la ciudad. Sí tiene palabras de agradecimiento, en cambio, para los vecinos que esperan la reapertura con cariño, o quienes han ayudado a que se hable de este lugar, ayudando así a que vuelva a abrir sus puertas. Por ejemplo, el cofundador de la Asociación de Establecimientos Emblemàtics, Alberto Mejías, quien también habló con Crónica Global sobre la reapertura de la Paloma, de la que se siente "muy orgulloso", porque es un lugar emblemático y porque detrás de él hay "gente maravillosa".
Campanadas 2022
La famosa sala barcelonesa abrirá de nuevo sus puertas el próximo 31 de diciembre para dar la bienvenida al 2023. Mercè March cuenta que la Fiesta de Fin de año contará con música en directo a cargo de Carlitos Sarduy, DJ Sonido Tupinamba, Discos Paradiso y Guille de Juan y Virginie.
"Estamos muy orgullosos de abrir este fin de año y, a partir de primeros de febrero, abriremos regularmente", concluye March.
Nada muere mientras alguien lo recuerde
Crónica Global ha preguntado a gente de diferentes generaciones por la sala, y estas han sido algunas de las respuestas. T. S.: "Estaba en la calle el Tigre, yo fui varias veces con unas amigas, éramos muy jóvenes y me pasó una cosa muy graciosa, que el cantante cuando me vio de cerca me dice: 'Usted es de verdad, parecía una artista". Ay, cómo han pasado los años". S. B.: "Yo tengo el recuerdo de cuando mi abuela me contaba que se iba a bailar allí con la amiga, y un año encontramos mi prima y yo una petaca en su casa. Al preguntarle, nos dijo que era la que se llevaba a la Paloma llena de ron". G. P.: "Yo he estado muchas veces en la Paloma bailado, y también viendo boxeo después de que cerrase como sala de fiesta".
M. V.: "La conozco, iba de fiesta allí, a veces, y en una de ellas volví a casa sin abrigo en pleno invierno porque lo perdí". D. D.: "Era una sala muy rococó y acogedora. Estaba amenizada siempre por orquestas, con cantantes y se bailaban los típicos bailes de salón, pasodobles, rumbas, tangos... La gente vestía muy bien, y elegante, y era muy divertido. Me alegra que la vuelvan a abrir". M. R.: "Me encantaba, siempre iba con mi padre, lo pasábamos súper bien, muy sano el ambiente y respetable". Así, la Paloma nunca murió, porque a pesar de estar 16 años sin actividad, jóvenes y mayores la recuerdan, ya sea por momentos vividos o anécdotas que les han contado.