Que los presos reciban mercancía prohibida por parte de algún trabajador de la cárcel no solo ocurre en las series americanas. Ha sucedido esta misma semana en el centro penitenciario de Mas d’Enric, en Tarragona, donde una cocinera ha introducido drogas y cinco teléfonos móviles, aunque se desconoce desde cuándo lo hacía. Es algo que los Mossos d’Esquadra están investigando, pero según ha podido saber Crónica Global, ha sido un caso en el que se ha actuado “rápido” y que podría deberse, según apuntan algunas fuentes, a un “chivatazo” de algún preso que conocía la situación.
La mujer, de 35 años y de nacionalidad española, quedó este martes en libertad provisional y deberá comparecer puntualmente ante el juez que la investiga por un presunto delito de tráfico de drogas. Este medio ha podido saber que no se trataba de una funcionaria, sino de una trabajadora externa que actuaba, sobre todo, "los lunes y los viernes".
Trabajadores externos
De hecho, los Mossos d’Esquadra la detuvieron este lunes antes de iniciar la jornada laboral. Tras registrarla, encontraron una caja con drogas --cuyo contenido en detalle aún no se conoce, aunque las fuentes consultadas dicen que contendría también hachís-- y cinco teléfonos móviles.
Desde los sindicatos alertan a este medio sobre esta situación que ya ha causado problemas en otras ocasiones. Según explican, utilizan a “transportistas, personal de cocina u otros colaboradores”, entre otros cargos, para importar material. "No hay un patrón único, pero sí que se repite el hecho de que suelen ser trabajadores de empresas externas que, por lo general, tienen sueldos bajos. Y el dinero fácil es muy goloso", dicen desde el sindicato mayoritario UGT. Se trata de personas más “susceptibles” para influenciarlas y conseguir lo que quieren. “Con el tiempo, se las van ganando”.
"Los internos vigilan a los trabajadores"
Hay dos maneras a través de las cuales los presos consiguen que un empleado se salte las normas llevando a cabo actividades de este tipo. La primera, una vez que detectan alguna “carencia o necesidad económica” en algún trabajador externo. Normalmente se trata de perfiles con “unas condiciones laborales inferiores a los empleados públicos” y "complicadas, lo que les hace vulnerables a tentaciones", explica un representante de UGT.
Desde Acaip advierten de que, al contrario de lo que mucha gente cree, “no son los trabajadores penitenciarios quienes vigilan, sino que son los internos quienes los vigilan a ellos porque tienen todo el tiempo para hacerlo”. Por este motivo, “cuando detectan a alguna persona con alguna necesidad específica, prueban suerte y, en ocasiones, les sale bien”. También podría darse "a través de relaciones de amistad o incluso chantaje, aunque esto último es más esporádico o difícil". Para evitar estos casos, los trabajadores penitenciarios buscan que su entorno “esté bien protegido” y exigen “medidas de privacidad para evitar ser extorsionados”.
Alerta por la falta de personal
El caso de la cocinera de Mas d’Enric vuelve a poner sobre la mesa uno de los problemas más recurrentes que tienen las cárceles catalanas: la falta de personal. De hecho, es una “queja constante” que se hace llegar desde los sindicatos a la Consejería de Justicia, gestionada por Lourdes Ciuró. “Una prisión con falta de personal hace que la vigilancia sea más compleja y, en casos como el que se ha vivido, cueste más detectarlos”, avisan.
También alertan del incremento de las agresiones contra los funcionarios, cada vez "más frecuentes" y "fomentadas por la falta de actuación por parte de la Administración", denuncian desde CSIF. Según los datos que maneja este sindicato, en 2021 estos episodios aumentaron en un 21% en relación al año anterior. Hasta agosto se produjo la "alarmante" cifra de 174 agresiones que dejaron a 240 trabajadores heridos.