Uno de los pasillos de la prisión de Ponent, la más conflictiva de Cataluña / EUROPA PRESS

Uno de los pasillos de la prisión de Ponent, la más conflictiva de Cataluña / EUROPA PRESS

Vida

Las deplorables condiciones de la prisión más conflictiva de Cataluña

Plagas, suciedad, averías y falta de servicios básicos: así es la vida en el Centro Penitenciario de Ponent

23 noviembre, 2021 00:00

En 2017, tras el cierre del Centro Penitenciario de Hombres de Barcelona, popularmente conocido como La Modelo, la Generalitat de Cataluña aprobó una partida presupuestaria de 20 millones de euros a repartir entre el resto de prisiones catalanas que tendrían que asumir la población carcelaria de la recién clausurada.

A la de Ponent, en Lleida, le adjudicaron 3,4 millones de euros. No obstante, cuatro años después, sindicatos y funcionarios aseguran que no han visto ni un duro de esa partida. “Misteriosamente se ha perdido por el camino”, explica Modesto, presidente de CSIF de Lleida y funcionario de prisiones en el centro.  

Ponent se cae a cachos

La falta de recursos y la dejadez de la Administración han arrastrado a la prisión de Ponent al borde del abismo. Al altísimo porcentaje de internos con problemas psiquiátricos se suman las condiciones absolutamente deplorables de las instalaciones de un centro nacido de la fusión de las prisiones de Lleida I, Lleida II y Sección Abierta. “Las condiciones son un auténtico desastre. La prisión se cae a trozos por desidia de la Generalitat”, explica el funcionario.

Según Modesto, el personal de prisiones ha clausurado unas 50 celdas que están inservibles. “La cocina está sucia y cochambrosa. Las ventanas, que fueron instaladas en los años 80 y son de hierro, están podridas y esto ha creado huecos que se han convertido en el nido perfecto para toda clase de bichos”. El trabajador explica que los 650 internos conviven con plagas de cucarachas y palomas que son imposibles de combatir. "El estado de las duchas, las que funcionan, es inadmisible. Da asco entrar allí. Yo no las utilizo porque son para los internos, pero son personas”, reivindica el funcionario. “El centro se cae a trozos y llegado a este extremo, tiene muy mala solución, necesitaría una reforma integral”, denuncia. “Es un auténtico asco trabajar en Ponent”.

Faltan medidas de seguridad

En un documento elaborado por otro sindicato, el ACAIP, también se denuncian las graves carencias de algunas de las celdas, como las del módulo 11, que ni siquiera cuentan con váter. Además de la escasez de los servicios más básicos y de la falta de mantenimiento del centro, en la prisión brillan por su ausencia algunas de las medidas de seguridad imprescindibles para garantizar la integridad física de los internos. La mayoría de módulos no cuentan con interfonos y las celdas no tienen detectores de humo.

El informe también recoge que los talleres para los internos han sido ubicados en el polideportivo del centro, por lo que las actividades físicas se realizan al aire libre. En general, la falta de mantenimiento y de interés por parte de la Administración pública ha enquistado toda una serie de problemas y averías.

El desastre de Cataluña

Las malas condiciones de las instalaciones son tan solo uno de los muchos factores que incrementan las conductas violentas de los presos. A eso se suma el alto porcentaje de internos con problemas psiquiátricos que alberga esta cárcel. Ponent se ha convertido en el desastre de las prisiones de Cataluña. Pese a no contar con una unidad de psiquiatría como la de Brians I, como la provincia no tiene suficiente población carcelaria, allí se destinan los presos que no encajan en otros centros. “Los módulos 3 y 6 son los más conflictivos, el 80% de los internos son extranjeros que no tienen ningún tipo de arraigo familiar y de los 80-100 presos que alberga cada uno de estos módulos, más de 20 sufren problemas psiquiátricos”, explica Modesto.

La mayor parte de las reivindicaciones de los funcionarios para frenar la oleada de violencia tienen coste cero: un cambio de dirección o el reparto de la medicación diluida. “Pedimos que se replantee el reparto de medicación”, reivindica Modesto. Uno de los principales problemas que atraviesa el centro penitenciario es el tráfico de psicotrópicos. “Es imposible controlar el tráfico de pastillas. Se las esconden entre los dientes y la encía o las regurgitan para cambiarlas por tabaco o café”, asegura. “Los que deberían de tomárselas no se las toman y los que no deberían van colocados”. Los trabajadores llevan desde 2019, año en el que falleció un preso a causa de una sobredosis, solicitando que se cambie esta medida.

Los funcionarios, en pie de guerra

Las agresiones de los presos al personal de la prisión están a la orden del día. Por eso, los funcionarios se han plantado. “No pararemos con las reivindicaciones hasta que la situación cambie. Extenderemos el conflicto a otros centros penitenciarios de Cataluña que están aquejados de los mismos males, aunque en menor medida”, asegura Modesto. Las fatales condiciones derivadas del nulo mantenimiento de un edificio antiguo, el alto índice de presos con trastornos psiquiátricos y el pasotismo de la Administración han llevado a los trabajadores al límite. “La Administración está en caída libre con una gestión absolutamente nefasta y disparatada, de tercera división. La Dirección General de Asuntos Penitenciarios de la Generalitat no pinta nada, su papel es irrelevante”.  

De hecho, el mismo día en el que los funcionarios de Ponent se reunieron con César Galván, director general de Asuntos Penitenciarios de la Generalitat, para exigir mejoras en la prisión que garanticen la seguridad de internos y trabajadores, un preso agredió a uno de los jefes de servicio. Pero este no ha sido el último episodio de violencia registrado en la prisión. El sábado, los funcionarios tuvieron que lidiar con un conato de rebelión de varios presos del módulo 6, que solicitaban el traslado de uno de sus compañeros a otra área de la prisión.

Fechas críticas

Con las fiestas navideñas a la vuelta de la esquina, los funcionarios auguran una escalada de tensión. “Si la Navidad despierta cierta melancolía a las personas que están en libertad, en prisión la frustración de los internos aumenta. Además, se trata de una época en la que se intensifican las comunicaciones y la entrada de objetos prohibidos como móviles y drogas, lo que empeora la situación” asegura Modesto.

Si los índices de violencia son ya muy altos, el personal alerta de que el ambiente se tornará irrespirable. A pesar del enfado de los funcionarios, la dirección no mueve ficha y mientras pasa “el tiempo” que han pedido a los trabajadores para solucionar la situación, la prisión de Ponent, literalmente, se desmorona.