No anuncia su entrada ningún arco tupido de hanzis, ni un rosario de farolillos rojos cuelga de los tejados. Pero Barcelona también tiene su Chinatown. En el barrio del Fort Pienc florece una comunidad de origen asiático en el rectángulo que media entre el paseo Sant Joan y la calle Sicilia.
De los 20.555 chinos que viven en la capital catalana, se calcula que una cuarta parte reside en las inmediaciones del Arco de Triunfo. Y como el resto de barceloneses, recuerdan como si fuese ayer el martillazo del primer estado de alarma que entró en vigor hace exactamente un año.
Mejor prevenir que curar
Un choque que quedó amortiguado por la previsión de los vecinos del barrio. "Antes del estado de alarma, ya nos pusimos la mascarilla y cerramos a finales de marzo porque los trabajadores estaban preocupados. Cuando volvimos a trabajar, nos compramos batas EPI. Pero no llegamos a usarlas porque daban miedo a los clientes", explica Jia, trabajadora de un súper de productos orientales. "No sé cuántos años tendremos que llevar la mascarilla. Al final nos hemos acostumbrado", expresa.
"Cuando nos pusimos la mascarilla, la gente nos preguntaba: ¿Qué pasa, tienes el virus?", exclama Wei Wei, encargada un negocio de bisutería en ronda Sant Pere. Lo cierto es que la población china echó mano del tapabocas y el gel hidroalcohólico antes que los autóctonos. Al estar en contacto con sus familiares de la República Popular, estaban al cabo de la calle de las medidas sanitarias. "En diciembre ya sabíamos que con la mascarilla no te infectabas", señala.
Crisis económica
Sin embargo, el impacto económico de la pandemia se dejó notar por igual en la colonia china. De hecho, Wei Wei cuenta que el Covid ha provocado el traslado definitivo de los almacenes de ropa de esta arteria, núcleo originario del Chinatown barcelonés, hacia otras localidades como Badalona o L'Hospitalet de Llobregat. Tras tres oleadas víricas, muchos locales tienen la persiana bajada y un cartel de 'Se traspasa' amarillado por el sol.
La debacle también se vivió en los establecimientos enfocados al turismo. En Here, una tienda de bubble tea (un té dulce con bolitas de tapioca) propiedad de Yiri, pasaron un mal verano. "La gente no salía mucho y solo teníamos la opción de comida para llevar. Ahora ya no hay turistas", comenta. Pero añade esperanzada: "Este 2021 será mejor".
Escépticos con la vacuna
Según esta empresaria, si la campaña de inmunización avanza a buen ritmo, la normalidad terminará imponiéndose de nuevo. "Aunque con la vacuna de China. Con la de otros países no lo sabemos", puntualiza. Jia comparte esta opinión porque no se termina de fiar de los investigadores occidentales. Prefiere a los asiáticos. "Si aquí sale una vacuna... me lo miro. Si sale bien, bien. Pero dicen que hay gente a la que le sentó mal".
Sea como sea, este curso la economía repuntará. Lo mismo piensa Zhouen, camarero del bar Nápoles: "El año pasado fue muy malo, pero tenemos que aguantar". Al igual que el resto de sus paisanos, las llamadas telefónicas con sus parientes, así como el consumo de televisión china, hizo que los emigrados partieran con más información que los europeos para afrontar el primer embate del Covid.
"No notamos racismo"
"Decidimos cerrar antes y desde el principio instalamos medidas de seguridad. ¿Este año? Hay que ser positivo, arrimar el hombro y tirar para delante", resume con brío mientras no deja de despachar en la barra. Los hay más escépticos: "¿A cuántos han puesto la vacuna? ¿Y cuánto dura la inmunidad: seis meses solo? No es para siempre", resume Wei Wei.
Todos los entrevistados responden a la misma pregunta: ¿Hubo racismo al inicio de la crisis? "No lo notamos", cuenta Yiri. Y Jia añade: "Vendemos las cosas envasadas, no manipulamos alimentos y los clientes ya nos conocen". En una empresa de servicios telefónicos para ciudadanos chinos, un administrativo muestra ufano un cuadro en que aparece el expresidente Den Xiaoping. A su lado, posa Juan Carlos I en un marco más pequeño. Tanto en las altas esferas como en los negocios de barrio, parece que asiáticos y europeos conviven sin problemas.