Los ritmos húngaros y eslavos aterrizan en el Liceu
El nuevo espectáculo se ha programado tras la suspensión de tres ballets, como consecuencia de las restricciones derivadas de la pandemia
26 febrero, 2021 16:50El próximo 5 de marzo Josep Pons dirigirá la Orquesta Sinfónica del Liceu en una única función en la que se interpretará un repertorio popular de danzas húngaras y eslavas de Brahms, Dvorak, Kodály, Bartók y Borodin. La nueva propuesta del teatro, bajo el nombre Danzas húngaras y eslavas, llega debido a las restricciones derivadas de la crisis sanitaria. Las obras que estaban programadas inicialmente, con tres ballets, se han tenido que suspender debido a que no se permitía mantener la distancia entre los músicos.
La nueva apuesta pone sobre la mesa como las raíces de la música tradicional han influido en compositores en buena parte de sus creaciones artísticas. En este sentido, Josep Pons, remarca que "desde siempre, la música popular ha sido un verdadero punto de partida para la música clásica y la danza, asociada a los orígenes de la música, generadora de muchas formas”. En este sentido, explica que: "las danzas medievales, las del Renacimiento o les cortesanas del Clasicismo han encontrado una traducción en grandes obras de su tiempo".
El poder del folclore
La lista de compositores que se han dejado deleitar por el folclore está integrada, entre otros, por Johannes Brahms, que se inspira en los sonidos de Bohemia. Brahms escribió su colección de Danzas húngaras que, conjuntamente con las Rapsodias húngaras de Franz Liszt, servirán de referencia e influenciarán a Bartók. En este sentido, en 1912 éste escribía en su agenda que: "el estudio de la música de los campesinos húngaros me ha abierto una puerta hacia la liberación de la antigua tiranía de los sistemas mayor y menor. Estas formas contienen una gran diversidad de variedades rítmicas libres. Exigen a partes iguales tempo adecuado y a la vez un gran sentido de rubato”. Esta última figura musical consiste en la aceleración o ralentización del tempo.
Bartók, junto al compositor y pedagogo Zoltan Kodál, recogerán durante años las melodías del mundo rural para convertirlas en nuevas partituras. Por otra parte, Dvorak se alimenta de la “furia” de la tradición bohemia por los pasajes más rítmicos con el objetivo de evocar de forma melancólica las fiestas populares.