El puente de Bac de Roda, que une los distritos de Sant Andreu y Sant Martí en Barcelona para sortear las vías del ferrocarril, se encuentra junto a la estación de mercancías de la Sagrera. Bajo esta obra de Santiago Calatrava, duermen, al menos, una veintena de jóvenes. Colchones, restos de chatarra, e incluso un tendedero con ropa colgada se observan desde la calle Felip II en un asentamiento vallado, donde también se ubica una construcción, ahora tapiada.
Varias tiendas de campaña, una mesa de terraza, e incluso varios carros de la compra se encuentran entre los enseres que acumulan los que allí malviven, bajo el puente que, dentro de la política urbanística de la capital catalana --proyecto de Oriol Bohigas en los años previos a la celebración de los Juegos Olímpicos--, pretendía dignificar la periferia de la ciudad. Y es que en la década de los 80, esta zona ya acogió asentamientos chabolistas también junto a las vías del tren. Más de 30 años después, y en plena emergencia sanitaria, allí siguen.
Jóvenes y algún menor
Aún no es mediodía y David, un joven que reside en la zona, pasea a su perro a la altura del 207 de la calle del Clot. Explica que los vecinos son conscientes de que, entre los que viven junto a las vías del tren, “hay jóvenes y también algún menor. A veces viene la Guardia Urbana porque encienden fuegos para calentarse y en ocasiones se les va de las manos”, cuenta sin inmutarse. Así lo corrobora Juan Francisco, empleado de los servicios municipales de limpieza, justo ante el asentamiento. “He visto a muchos jóvenes aquí, para entrar saltan la valla por uno de los laterales”. También constata presencia policial “en un par de ocasiones”.
Metros más allá, Juani y Benedicto, un matrimonio ya jubilado, cruza el puente tras hacer la compra. Viven en un bloque de la calle Espronceda desde donde ven, aseguran, todo lo que ocurre en el campamento improvisado. “Tendrán como mucho entre 18 y 20 años”, apunta ella, --“hay que tener mucha agilidad para poder saltar y entrar allí”, apostilla él--. La mujer lamenta que son testigos de las constantes peleas y “follones” cuando cae la noche. El hombre apunta que es habitual que los vidrios de los coches aparcados en los alrededores aparezcan reventados. “Para robar lo poco que pueda haber dentro”, señala.
Duermen sobre colchones
Benedicto recuerda que los jóvenes dormían tiempo atrás en la construcción que se encuentra en el recinto, y “ahora lo hacen sobre colchones y alguna tienda de campaña”. “La policía viene constantemente. Una vez el fuego fue tan grande que tuvieron que venir los bomberos, después de eso, tapiaron la casa. Es una pena en lo que se ha convertido este barrio”, lamenta.
Desde el Departamento de Trabajo, Asuntos Sociales y Familias señalan que no tienen constancia de la presencia de menores de edad en el asentamiento, por ninguna de las vías que se comunica a la Dirección General de Atención a la Infancia y la Adolescencia (Dgaia), que son Mossos d’Esquadra y Servicios Sociales municipales. La consejería se ha puesto en contacto con el Ayuntamiento de Barcelona para comprobar si, “según la información que tienen”, habría algún menor en esta situación, y actuar como corresponde. Es decir, ponerlo en conocimiento de Fiscalía y que a su vez la Dgaia pueda ocuparse de ellos.
Desde la policía autonómica aseguran que no les consta la presencia de menores ni tampoco incidentes de orden público. Por su parte, fuentes municipales explican que la Oficina del Plan de Asentamientos Irregulares (OPAI) hace seguimiento de la situación y que en la actualidad “viven en este espacio una veintena de personas”. Aseguran que ninguna de ellas es menor de edad. “Desgraciadamente, no aceptan intervención social”, esgrimen.