“Somos el único pez en la pecera”. Así define Antonio Torres, presidente de la Federació d’Associacions de Farmàcies de Catalunya (FEFAC), la situación de inseguridad de las boticas durante el confinamiento que establece el estado de alarma. Estos establecimientos, junto a los supermercados, temen un incremento de robos, al ser de los pocos que continúan abiertos durante la pandemia del Covid-19.
“Los delincuentes no pueden asaltar pisos porque están ocupados; no pueden atracar a alguien en la calle porque no hay nadie, los establecimientos están en su mayoría cerrados. Solo quedamos farmacias y supermercados”, apunta Torres, quien admite que impone “cierto respeto” mantenerse al frente de un local cuando las calles han quedado desiertas.
Atracos durante el confinamiento
Fue a través de la mesa del CECAT --Centro de Coordinación Operativa de Cataluña-- donde los representantes de todos los servicios esenciales transmitieron a los Mossos d’Esquadra su inquietud ante la inseguridad durante el confinamiento. Así se decidió aumentar la vigilancia policial de los comercios que prestan servicios esenciales.
Torres, que lleva más de dos décadas ejerciendo el turno de noche en su farmacia, admite que durante los últimos días el gremio ha sufrido atracos, aunque evita ser alarmista y puntualiza que también ha “sucedido en otras épocas. La diferencia es que durante estos días las posibilidades para delinquir se reducen, y el riesgo se ha incrementado”, apunta.
También desde el Col·legi de Farmacèutics de Barcelona (COFB) explican a Crónica Global que las restricciones de movilidad han supuesto “un incremento de los actos delictivos” en las boticas, sobre todo en las que se ubican en zonas aisladas o en las horas en que ya han cerrado las tiendas de alimentación. Motivo por el que, tanto Mossos, como policías locales, han reforzado la vigilancia en lugares “especialmente vulnerables”.
Medidas de protección
Tanto el COFB como la FEFAC señalan que cada farmacéutico tomará las medidas de protección que considere oportunas ante el eventual riesgo. “No es lo mismo una que se encuentre en el interior del barrio de Sant Martí, con calles estrechas, donde no pasa nadie; que otra en Las Rambas donde ya no hay nadie, o en La Verneda; que es una zona residencial”, explica Torres.
Entre las posibilidades para extremar la precaución se encuentra la de atender a puerta cerrada, y solo permitir el acceso una vez descartado el riesgo, o dispensar fármacos directamente desde la ventanilla. “Si tienes miedo a sufrir un robo, que la gente vaya con mascarilla por la calle --ahora ya es normal, pero días atrás no--, es una facilidad para el atracador porque no hay manera de identificarlo”, lamenta Torres. Según la ubicación, el horario y la afluencia de clientes, cada propietario decidirá cómo actuar.