Camino en obras con paseantes en el Turó de la Rovira / CG

Camino en obras con paseantes en el Turó de la Rovira / CG

Vida

Alarma por el amianto en las obras del Turó de la Rovira

Denuncian que los trabajos en los caminos de la parte superior de esta montaña barcelonesa remueven restos de uralita de las antiguas barracas

21 marzo, 2019 23:51

Las obras de pavimentación de los caminos de la parte superior del Turó de la Rovira de Barcelona inquietan a vecinos de la zona, al considerar que pueden suponer un grave riesgo para la salud pública. Los movimientos de tierras efectuados para arreglarlos han sacado a la superficie restos de uralita, un peligroso material contaminante que se compone de cemento y amianto.

Los restos de estos materiales proceden de los escombros de las antiguas barracas de la montaña derribadas antes de los Juegos Olímpicos de 1992, y la presencia de uralita es abundante en toda la ladera donde se ubicaban. El peligro es que su rotura, erosión o desgaste desprende al aire fibras de amianto, inapreciables para la vista. Y su inhalación, según advierte la Organización Mundial de la Salud, y prestigiosos neumólogos como el doctor Josep Tarrés, puede causar en un plazo de 10 a 40 años graves enfermedades. Entre ellas, la asbestosis, cáncer de pulmón o pleura u otras letales como el mesotelioma.

Trabajadores sin equipación especial

Los trabajos realizados antes de cubrir con arena compactada el tramo en cuestión, de unos 200 metros de longitud, han removido y dejado al descubierto algunos de esos trozos de uralita, con el riesgo que ello supone. Así lo denuncia Miguel Moreno, miembro del grupo de jubilados de Macosa-Alstom Afectados por el Amianto, tras visitar la zona esta semana.

“Han removido el terreno para rebajarlo y nivelarlo antes de echar el sauló (nueva tierra compactada), y están saliendo de debajo”, explica a Crónica Global. Y añade que el personal que realiza esos trabajos no lleva la equipación necesaria para protegerse como es debido en estos casos. Ni tampoco existe señalización que advierta del peligro por la posible presencia de amianto.

Obras en los caminos del Turó de la Rovira / CG

Obras en los caminos del Turó de la Rovira / CG

Obras en los caminos del Turó de la Rovira / CG

Ausencia de vallas y paseantes por la zona

A ello se añade otro grave problema. Y es que por esos caminos en obras también transitan paseantes. La zona debería estar vallada y señalizada para impedir su paso, pero no hay barreras que se lo impidan. Fuentes del Distrito de Horta-Guinardó atribuyen su ausencia al hecho de haber sido retiradas en actos vandálicos. Y sostienen que esta misma semana se realizó una inspección laboral genérica de la Generalitat. Según han informado, este viernes se llevará a cabo otra específica sobre amianto con la autoridad laboral y expertos en amianto de Barcelona Infraestructures Municipals (BIMSA). Estos expertos, aseguran, supervisan la zona por si se deben adoptar medidas de seguridad.

“Las obras se tienen que tratar como tierra contaminada, y con los controles que se requieren cuando se manipula amianto, como establece la ley en caso de sospecha. Ahí no hay ningún control”, sostiene Moreno.

Mercedes Vidal, concejala del Distrito, afirmó en el Consejo de Barrio de Can Baró del pasado martes que en las obras de arreglo de los caminos "se revisa escrupulosamente si la zona tiene amianto. Porque si es así, el protocolo de actuación es otro. Si lo es, los trabajadores no lo pueden tocar y deben encargarse empresas especializadas". Y dejó abierta la posiblidad de "revisarlo" en el futuro. En espacios naturales, dijo contar con el asesoramiento de la Agencia Catalana de Residuos.

Un mal endémico de la montaña

El extrabajador de la empresa Macosa-Alstom conoce bien la problemática del Turó de la Rovira, puesto que junto a otros de sus excompañeros jubilados alertó a principios de 2017 al Ayuntamiento de la abundante y peligrosa presencia de uralita que hay esparcida por toda la montaña.

Los trabajos de limpieza y pavimentación realizados desde entonces en la ladera con vistas al mar sirvieron para confinar los restos de uno de sus puntos más críticos: los caminos y escaleras que dan acceso a los populares y turísticos búnkers del Carmel desde las calles Tenerife y Francisco Alegre. Pero, a día de hoy, el problema persiste, dado que sobre ellos caen ahora un sinfín trozos de la uralita de su entorno más inmediato, a causa de la erosión del terreno, las lluvias o los corrimientos de tierras.

El compromiso del ayuntamiento de realizar inspecciones periódicas cada trimestre y después de los episodios de lluvias intensas para controlar la aparición de nuevos trozos de fibrocemento y recogerlos con personal de empresas especializadas no está resultando fructífero, tal y como puede apreciarse en la galería de imágenes inferior. Un simple paseo basta para comprobarlo. Los restos de uralita siguen aflorando por doquier sobre el tramo ya tratado el año pasado. Su presencia conlleva un grave riesgo, puesto que si se tocan o se pisan, pueden romperse y desprender fibras de amianto. En todo este tiempo, el ayuntamiento asegura haber retirado 4 toneladas de uralita y más de 42 de tierra contaminada. "Si en esa montaña se extrajeron esas cantidades el año pasado, la zona de obras de ahora debería tratarse como tierras contaminadas", insiste Moreno. 

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Restos de uralita en diversos lugares del Turó de la Rovira

Remodelación del parque del Guinardó

En el caso de los caminos ubicados bajo la cima, los trabajos ahora bajo sospecha se iniciaron el pasado 29 de enero --un tramo ya se ha pavimentado--, y se enmarcan dentro de la primera fase de las obras de remodelación del parque del Guinardó, cuyos objetivos básicos son, según el Ayuntamiento, la pavimentación y estabilización de los caminos; la creación de una red de drenaje superficial; contener la erosión de los taludes con muros de piedra; y plantar nueva vegetación.

Las obras también han suscitado recelos entre los vecinos por otros motivos. Desde la Plataforma Salvem els Tres Turons denuncian que con ellas aumentará la masificación turística del barrio, la gentrificación y, en última instancia, servirán para culminar un plan urbanístico de 1953 que pretende expropiar las cerca de 300 viviendas ubicadas en su cima para ampliar el parque.