Dicen los expertos que es tan saludable y milagroso que alimenta sin engordar y proporciona casi tantos remedios como la famosa purga Benito. Para la NASA es el alimento ideal de los astronautas fuera de la atmósfera terrestre y la FAO cree que será capaz de alimentar a los 9.500 millones de habitantes que seremos en 2050. Con estos padrinos, el consumo de quinoa causa furor en Estados Unidos y gran parte de Europa y empieza a invadir las estanterías de los súper, los menús, las mesas y los cultivos en los campos españoles.
La presencia de este superalimento global en España no para de crecer en los últimos diez años. Según datos de la Agencia Española de Consumo y Seguridad Alimentaria, el consumo ronda ya las 200 toneladas. Se ha convertido en un producto de moda y estrella en citas gastronómicas como Madrid Fusión.
Es el ingrediente fashion en recetas para delicias gastronómicas como mousse de pato con quinoa o con soja. También como complemento para mil recetas o menús en ensaladas, cremas, sopas, frita, con pescado, sushi, risotto, albóndigas, pizza, pollo, flan, pastas, chocolates, mermeladas o galletas. Y, por supuesto, en el pan.
Penado por los conquistadores
Curiosamente el cultivo de este pseudocereal de origen andino (Perú, Bolivia, Ecuador y Colombia) fue ignorado, rechazado e incluso penado por los conquistadores españoles. Según algunos historiadores, era sospechoso por su uso en ceremonias religiosas de las comunidades quechuas y aymaras.
Fotografía de una plantación de quinoa boliviana / EFE
Otros aseguran que la medida perseguía mermar una dieta que aportaba vitalidad y energía a los indómitos habitantes de las tierras sometidas. En cualquier caso, no atinaron a cultivarlo en España, según relata el Inca Garcilaso de la Vega porque “la semilla llegó muerta” o se moría por el frío clima de Castilla.
Más de 5.000 hectáreas
Ya no es un extraño en el agro hispano. El verde de sus inicios durante estos días irá dejando paso al anaranjado para tornarse después rojo intenso y finalmente lila, casi nazareno.
Según datos del sector, el cultivo supera solo en Andalucía (Sevilla, Málaga y varios puntos de Córdoba y Cádiz) las 5.000 hectáreas, que generan unas 20.000 toneladas y plantean una alternativa rentable al trigo, el girasol o el tomate. Sus condiciones meteorológicas, con temperaturas suaves y escasas lluvias, han propiciado una adaptación perfecta. Incluso se han establecido dos fábricas.
La gran mayoría de esta producción se exporta principalmente a Francia, Reino Unido y Alemania. También en Castilla y León, en tierras de Ávila y Zamora, y en el valle del Ebro (Huesca y Lleida) se han realizado ensayos para adaptarlo y siembras con éxito.
Sin gluten y muy nutritiva
Los investigadores de la Universidad Católica de Ávila creen que tiene mucho futuro este cultivo por ser “altamente nutritivo y libre de gluten”, que lo hace apto para celíacos, según Cristina Lucini, ingeniera agrónoma y directora del grupo de investigación de producción vegetal. De paso, también es idóneo para los gurús de la llamada dieta sana. Según publicitan sus patrocinadores, “está libre de azúcares, aditivos, colesterol, conservantes, lactosa, transgénicos, saborizantes, conservantes”.
Semillas de quinoa / EFE
Investigadores del Instituto de Agroquímica y Tecnología de los Alimentos del CSIC certifican sus “formidables valores nutricionales”, con proteínas similares a las que encontramos en la carne, los huevos o la leche. También suministra minerales, ácidos grasos insaturados, fibra, antioxidantes vitamina y almidón. En resumen, mucha energía y pocas calorías.
Este exitoso binomio lo hace atractivo para deportistas y personas obsesionadas con el control de peso y el rendimiento. Sus bolsitas, listas para acompañar cualquier líquido, se han incorporado a los gimnasios de nivel de Madrid y Barcelona.
Precio alto y recelos
Un análisis de la OCU repasa sus muchas virtudes y lo considera un producto interesante como acompañante de sopas, arroces guisos o ensaladas, pero recuerda que “un solo alimento no hace una dieta más sana”.
Las asociaciones de consumidores critican su elevado precio, que limita el acceso a gran parte de la población. Un kilo cuesta entre 12 y 15 euros, muy por encima de otros cereales como el trigo, el arroz o el maíz. Los mercados certifican que el precio, y también la producción, se han triplicado desde 2013, declarado por la ONU año de la quinoa.
Y sigue despertando desconfianza entre los españoles, sobre todo por su insipidez, a pesar de campañas y modas. “Pienso vivir más de 80 años sin tomar este grano tan raro. Si no lo trajeron los conquistadores, ni Grande Covián, el mayor sabio en la materia dijo nada, por algo sería”, comenta el cocinero madrileño Kike Cifuentes.