Chabolas en el barrio Poblenou de Barcelona / LAUTARO CEGLIA

Chabolas en el barrio Poblenou de Barcelona / LAUTARO CEGLIA

Vida

Barcelona: Chabolismo 4.0

Poblenou acoge uno de los asentamientos chabolistas más grandes de la ciudad, donde decenas de familias malviven en unas pésimas condiciones higiénicas sin recibir ayuda del ayuntamiento

18 mayo, 2018 00:00

En el 22@, junto a la omnipresencia de la Torre Glòries, se encuentra uno de los diversos asentamientos humanos que existen en Barcelona, y que recuerdan a una estampa preolímpica de la ciudad. Es el chabolismo 4.0 que se ha instalado en la capital catalana.

Nadie quiere hablar de cifras. Los propios habitantes admiten desconocer el número exacto de personas que viven aquí, pero se trata del núcleo más grande del barrio de Poblenou. Este es uno de los campamentos urbanos visitados por la Síndica de Barcelona esta semana, que ha alertado al ayuntamiento de la "proliferación de más asentamientos" en los últimos meses en la ciudad condal.

Recién nacidos en las chabolas

En el campamento chabolista ubicado entre la calle Tánger y Álava viven dos grandes colectivos: familias procedentes de Europa del este, sobre todo de Rumanía; y otro grupo originario de Marruecos, la mayoría de los cuales son hombres y cuyas familias viven en su país de origen.

En general, la convivencia es buena, aseguran tanto marroquíes como rumanos, aunque prefieren agruparse por nacionalidades. En uno de los sectores del asentamiento dominado por los rumanos se puede ver familias enteras con menores de edad y recién nacidos, que duermen en sus cunas ajenos a las pésimas condiciones de salubridad en las que viven.

Sin papeles, pero con arraigo 

La estampa es desoladora y a la vez irreconocible en una ciudad donde sus icónicos edificios esconden a más de un millar de personas durmiendo en las calles. A pesar de que éstos no son los llamados sintecho, las condiciones en las que viven no son muy diferentes a las que se enfrentan los que duermen en los cajeros o en plena calle.

La mayoría de los que habitan en este campamento son refugiados económicos, personas que carecen de papeles aunque muchos de ellos llevan años viviendo en el país. Uno de los residentes del asentamiento, que prefiere mantener el anonimato, lanza una frase lapidaria: "Mi perro tiene papel, el gato tiene papel. Yo llevo 12 años viviendo aquí, y todavía sin papel. ¡Qué país! ¡Qué Europa!"

Asentamiento poblenou

Asentamiento poblenou

Una fotografía de las chabolas / Lautaro Ceglia

La chatarra como fuente de subsistencia

Casi la totalidad de los que viven aquí se dedican a la chatarra, un trabajo por el que pueden ganar cinco ó diez euros al día, quizás 20 si tienen mucha suerte, y en demasiadas ocasiones se van con las manos vacías por no encontrar metal en las calles de Barcelona. Una actividad cada vez más frecuente en la ciudad, donde no es extraño cruzarse a diario con inmigrantes que caminan arriba y abajo con sus carros en busca de cualquier objeto metálico o de valor. “Todos los que estamos aquí vivimos de la chatarra. Si no nos dedicáramos a esto, te aseguro que no viviríamos en estos barracones”, afirma uno de ellos. Se sienten cómodos aquí porque pueden vigilar y acumular la chatarra que recogen, algo que no podrían hacer si durmiesen en la calle.

Mohamed, que lleva viviendo en una de las barracas desde hace un año, lamenta que el lugar esté lleno de ratas. Otro de sus compañeros señala que uno de los mayores problemas a los que se enfrentan es la falta de agua y de electricidad, un hecho que les obliga a acudir diariamente a rellenar sus cubos a las fuentes de la ciudad. Lógicamente aquí no hay baños ni duchas, aunque los que llevan más tiempo se las han ingeniado de diferentes formas para poder hacer sus necesidades y ducharse en sus propias chabolas. “A algunos no les importa cagar en medio del descampado, pero yo necesito mi intimidad”, indica uno de ellos, que enseña orgulloso su lavabo improvisado, situado a escasos metros de su cama.

El ayuntamiento, sin aparecer 

También son constantes las alusiones a la cantidad de basura que se acumula en los alrededores de las barracas, que los propios habitantes del asentamiento tratan de apartar y retirar como pueden. Una tarea casi imposible, si se tiene en cuenta la ausencia de contenedores en toda la parcela.

Una foto de la chatarra acumulada frente a una de las chabolas / Lautaro Ceglia

Una foto de la chatarra acumulada frente a una de las chabolas / Lautaro Ceglia

Una foto de la chatarra acumulada frente a una de las chabolas / Lautaro Ceglia

Preguntados por la actuación del ayuntamiento, todos coinciden en señalar la escasa (o nula) intervención del mismo, que “podría empezar por poner contenedores o lavabos portátiles” para mejorar las condiciones higiénico-sanitarias del lugar. De hecho, denuncian que la única visita que reciben de vez en cuando es de la Guardia Urbana, que les multa por motivos de diversa índole.

El chabolismo como última opción

Así, el mismo consistorio que se vuelca en actos propagandísticos para subrayar su solidaridad con los refugiados de otros países –un asunto donde casi no puede intervenir dado que no tiene competencias–, apenas se ha molestado en realizar políticas públicas que mejoren la calidad de vida de estas personas, seguramente las que viven en una situación más parecida a la de los refugiados que se agolpan en países como Grecia o Italia.  

También hay otros, los que llevan menos tiempo, que viven en tiendas de campaña en el solar. Vienen expulsados de otros sitios: pisos vacíos, antiguas fábricas sin uso que les cedían el espacio, alquileres muy baratos compartidos... Pero los propietarios de estos inmuebles les han exigido que se marcharan ante la revalorización del mercado inmobiliario.

Uno de los residentes del asentamiento / Lautaro Ceglia

Uno de los residentes del asentamiento / Lautaro Ceglia

 

Uno de los residentes del asentamiento / Lautaro Ceglia

Sin soluciones

De hecho, resulta paradójico que en medio del barrio del Poblenou, donde los alquileres de pisos han experimentado un crecimiento exponencial en los últimos años, pueda ubicarse un asentamiento de semejante tamaño. Los que viven en él son conscientes del peligro que corren, y saben que cualquier día una operación urbanística les puede echar del lugar sin que se haya previsto una solución para ellos.

Así pues, el lumpemproletariado vuelve a quedar en el olvido para la izquierda. Aunque fuentes del ayuntamiento han resaltado a este medio que analizarán detenidamente el caso denunciado por la Síndica de Barcelona, lo cierto es que los que viven aquí, que se consideran ninguneados por los poderes públicos, esperan poco o nada por parte del consistorio, al que acusan de actuar únicamente cuando existen problemas de orden público.