El pez conejo amenaza el ecosistema del Mediterráneo
El aumento de la temperatura del mar a causa del cambio climático crea las condiciones adecuadas para la expansión de la especie
7 febrero, 2017 00:00El pez conejo se aproxima a las costas españolas. Es una especie invasora, de origen tropical, que ha entrado en el Mediterráneo desde el Mar Rojo a través del Canal de Suez. De momento, su dominio ya se ha extendido por la zona oriental, pero amenaza con alcanzar aguas italianas, de Baleares y, finalmente, la costa del levante de la Península.
El tercer informe sobre el cambio climático en Cataluña, publicado la semana pasada, alerta del avance del pez conejo hacia el Mediterráneo oriental. De momento, se han avistado dos ejemplares cerca de Marsella. El peligro radica en su impacto ecológico. Se trata de un vertebrado herbívoro, que se alimenta de vegetación en aguas de poca profundidad.
Conquista rápida
Una de las causas por la que se expande muy rápidamente es porque, prácticamente, no tiene depredadores en el Mediterráneo. "El aumento gradual de la temperatura del agua también ha influido, ya que se crían en zonas más cálidas, cerca del litoral", explica Toni Lombarte, científico titular del Instituto de Ciencias del Mar (ICM) de Barcelona. Las primeras especies entraron por el Canal de Suez en la década de 1950.
Su proliferación en zonas nuevas es efecto, principalmente, del cambio climático, tal y como ocurre con otras especies como la gamba blanca, cuya presencia en la costa catalana ha aumentado mucho en los últimos años. Es el caso también de otras especies invasoras, según Lombarte, como el pez trompeta, que en 10 años se ha instalado por todo el Mediterráneo.
Efectos en la pesca
Como el pez araña, el conejo tiene una espina dorsal venenosa, que puede provocar heridas a quien lo toque. Pero el mayor riesgo que conlleva es el desplazamiento de otras especies, al alimentarse de la misma comida, pero con mucha más rapidez. Y es que no ha evolucionado con el resto del ecosistema marino del Mediterráneo. "En zonas en las que ya se ha introducido, ha acabado con hasta el 60% de las algas y los invertebrados, y con el 40% de las especies en general", explica Elisabet Paül, miembro de Anèl·lides, una empresa de educación ambiental.
Otro factor que no contribuye a frenar su expansión son las restricciones en la pesca de las especies invasoras, en general protegidas. "Una de las primeras apreciaciones que se realizan sobre peces de este tipo es que tienen que ser sometidos a la misma presión que el resto", afirma Lombarte. Desde Anèl·lides alertan: "Si se empieza a ver en nuestras costas, puede ser terrible".