Publicada

Al observar el horizonte de las vastas llanuras del interior de Cataluña, una anomalía geométrica interrumpe la suavidad del paisaje agrícola habitual. Una silueta compacta y pétrea corona una pequeña colina que desafía la lógica de la expansión urbana moderna con una forma circular casi perfecta. Desde la distancia se percibe como un bloque solitario, una fortificación que ha rechazado diluir su esencia con periferias modernas o añadidos arquitectónicos recientes y se mantiene aislada sobre el terreno como un barco varado en un mar de cereal.

Cruzar los campos circundantes para aproximarse a su base supone atravesar un umbral temporal hacia el siglo XI, sin necesidad de realidad virtual. Ningún ruido de tráfico rodado alcanza la cima, ni se avistan letreros comerciales estridentes desde el exterior de la estructura. El conjunto se alza hermético y silencioso, custodio de un trazado urbano que ha sobrevivido a guerras, asedios y siglos de cambios políticos con una integridad asombrosa, pues parece más un decorado cinematográfico de época que un núcleo habitado contemporáneo.

15 casas para 20 vecinos

Se trata de Montfalcó Murallat. Perteneciente al municipio de Les Oluges (Segarra), este enclave representa el ejemplo supremo de vila closa en territorio catalán. Para entender su singularidad hay que ir al detalle demográfico: aunque el municipio suma 167 habitantes según el Idescat, la población real que reside dentro de estos muros es testimonial y se sitúa en torno a la veintena de personas. Esta baja densidad ha permitido conservar intacta su estructura, donde apenas una quincena de casas adosadas lateralmente cierran el círculo sin fisuras.

Montfalcó Murallat Fem Turisme

Ubicado estratégicamente a 602 metros de altitud, el pueblo domina visualmente la confluencia del río Sió y la riera de Vergós. Su rareza arquitectónica radica en que no tiene muralla, sino que es muralla: los muros traseros de las viviendas, de gran grosor, constituyen el perímetro defensivo exterior, lo que impide cualquier crecimiento urbano hacia fuera y congela el pueblo en sus dimensiones medievales para siempre.

Acceso restringido

La entrada al interior del recinto permanece limitada a un solo punto, una condición que enfatiza su carácter de fortaleza inexpugnable. Un único portal con doble arco adovelado, situado en la fachada sur, sirve como la exclusiva vía de conexión con el mundo exterior. Antiguamente esta puerta se cerraba a cal y canto ante cualquier amenaza, lo que dejaba la villa totalmente aislada y protegida por la piedra y forzaba a los asaltantes a desistir o iniciar un largo asedio.

El interior de Montfalcó Murallat

Montfalcó Murallat SOM SEGARRA

Al cruzar este umbral, el visitante se adentra en un espacio comunal de callejuelas estrechas, pasadizos cubiertos y porches de piedra que protegen del sol y la lluvia. El trazado interior resulta laberíntico pero acogedor, organizado para conducir siempre hacia una plaza central. En este ágora se conserva todavía la antigua cisterna que abastecía de agua a la población, un elemento vital para la supervivencia de la comunidad cuando las puertas permanecían bloqueadas.

Vigía de la Segarra

La temporada invernal otorga un misticismo particular a este enclave, conocido por sus contrastes climáticos. La niebla, fenómeno habitual en esta depresión central, suele abrazar la colina durante las mañanas y aísla visualmente la fortaleza de los campos de cultivo. Este clima acentúa la sensación de soledad y retiro, y transforma la visita turística en una experiencia inmersiva de silencio absoluto, lejos de las rutas masificadas y del ruido de las grandes urbes.

Castillo de Montfalcó Murallat Catalunya Turisme

Dentro de este caparazón de piedra destaca la iglesia de Sant Pere, ubicada en uno de los extremos del recinto amurallado. El templo aprovecha una torre circular defensiva previa para alojar su ábside y une la fe religiosa con la necesidad militar de la época. Cada sillar del pavimento y cada arco de los pasadizos narra un pasado de frontera, cuando estas tierras formaban parte de la marca defensiva que separaba territorios cristianos y musulmanes.

Vida interior

A pesar de su apariencia de museo al aire libre, Montfalcó Murallat mantiene signos vitales y evita ser un pueblo fantasma. Un restaurante opera dentro de los muros con una oferta de cocina tradicional que atrae a visitantes de toda la provincia y mantiene vivo el fuego de los fogones. El aroma de los guisos y la brasa suele impregnar los corredores de piedra los fines de semana y aporta un contrapunto cálido a la austeridad fría de la arquitectura defensiva.

La logística para visitar el lugar requiere dejar el vehículo extramuros, en una zona habilitada a los pies de la entrada principal. El respeto por la estructura peatonal es absoluto para garantizar que la fotografía del interior no se vea alterada por elementos modernos. Supone una parada obligatoria para quienes buscan entender la historia de Cataluña a través de sus piedras más resilientes, en una cápsula del tiempo habitada por apenas unas pocas familias.

Noticias relacionadas