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No todas las aguas termales se pagan. Hay manantiales que brotan libres y permiten que todo aquel que lo desee pueda beneficiarse de sus propiedades.

En las montañas de Girona, sin ir más lejos, hay unas aguas que salen a la superficie y forman una piscina de la que cualquiera puede disfrutar. Y, además, hacerlo gratis.

El olor la delata antes de verla. Es un aroma suave pero inconfundible, a azufre, que anuncia que el agua que corre aquí no es una cualquiera. 

El agua brota a 28,5 grados de manera constante, humea en invierno y ha sido durante generaciones un pequeño tesoro popular. Sin carteles estridentes ni grandes infraestructuras, esta piscina termal gratuita sigue siendo uno de los secretos mejor guardados del interior de Girona.

Lugar de encuentro

Durante décadas fue un lugar de encuentro cotidiano. A principios del siglo XX, cuando el termalismo vivía su edad de oro, familias enteras acudían a pasar el día, a pasear, a tomar la fresca y, sobre todo, a aprovechar las propiedades de un manantial considerado mineromedicinal.

Había un banco y una mesa de piedra bajo la sombra de una gran platanera, y unos lavaderos públicos donde las mujeres lavaban la ropa con agua caliente natural mientras los niños guardaban turno. El sitio era conocido, concurrido y profundamente integrado en la vida social del entorno.

Por qué su nombre

El agua que da sentido a todo es de composición carbonatada sódica y contiene sulfuro de hidrógeno, responsable de ese olor tan característico que le da nombre: la Font Pudosa, es decir, pestilente.

Desde muy temprano se le atribuyeron beneficios para afecciones cutáneas y digestivas, tanto por el baño como por la ingesta. No es casual que en 1915 Damià Cardoner dejara por testamento 100.000 pesetas al municipio para construir un balneario, un proyecto que nunca llegó a materializarse, pero que da idea del valor que se otorgaba al manantial.

Con el paso del tiempo, sin embargo, la historia dio un giro. A partir de los años 60 y 70, el veraneo se desplazó hacia la costa y las nuevas generaciones dejaron de frecuentar el lugar.

La degradación fue en aumento: la parte superior de la fuente se convirtió en un vertedero, se instaló una fosa séptica a pocos metros del manantial por razones técnicas vinculadas al alcantarillado y, en 1993, un fuerte aguacero arrasó la fuente, la mesa de piedra y buena parte de la vegetación. La Font Pudosa parecía condenada al olvido.

Del olvido al cuidado

El cambio llegó a las puertas del siglo XXI. El interés por el patrimonio natural y por las aguas termales resurgió, y el Ayuntamiento inició un proceso de recuperación integral. En 1999 se puso en marcha el expediente para obtener la clasificación oficial del manantial.

La Universitat de Girona y un laboratorio reconocido por la Generalitat elaboraron estudios detallados sobre sus características físico-químicas y su utilidad terapéutica, sentando las bases para su protección y puesta en valor.

Actuaciones de mejora

Las actuaciones no tardaron en llegar. En 2002 se construyó una escollera para proteger el meandro de la riera de posibles inundaciones, se limpió y dignificó el entorno y se reformaron los antiguos lavaderos.

Uno de ellos se amplió hasta permitir que una persona pudiera tumbarse en el agua, dando lugar a la pequeña piscina termal que existe hoy. También se acondicionó el vivero inferior, integrando el conjunto en el paisaje fluvial.

El reconocimiento definitivo llegó el 31 de marzo de 2009, cuando el Boletín Oficial del Estado publicó la resolución que declaraba las aguas de la Font Pudosa como mineromedicinales y termales.

Era el aval institucional a siglos de uso popular y el primer paso para una eventual explotación comercial que, de momento, no ha alterado su carácter público y gratuito.

Zona de barbacoas

Lo mejor de todo es que esta protección no solo ha ayudado a dar forma de balsa a esta piscina natural, sino a acondicionar la zona. No muy lejos de allí se encuentra un área de barbacoas municipales que se puede reservar por un precio simbólico de tres euros.

A eso se le añade que, a su alrededor, la riera está llena de peces y tortugas, y el entorno arbolado invita a quedarse. Un aliciente para amantes de la naturaleza y familias. Y todo a 40 minutos de Girona.

Cómo llegar

Basta con ir a la AP-7 y tomar la salida de Figueres Sud. Desde allí, hay que continuar por la N-II en dirección a Figueres y enlazar con la carretera local hacia Sant Climent Sescebes. Una vez en el municipio, hay que seguir la carretera de Capmany a Roses y estar atentos: la fuente se encuentra a la derecha de la vía, unos 300 metros después de cruzar un puente, junto a la riera.

Desde Barcelona es el mismo camino, pero el viaje dura una hora y 45 minutos. Al llegar, hay espacio para aparcar en las inmediaciones y el acceso final se hace a pie por un sendero corto y evidente.

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