El convento del siglo XVIII que hoy es un hotel escondido en el centro de Barcelona

El convento del siglo XVIII que hoy es un hotel escondido en el centro de Barcelona HOTEL PENINSULAR

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El convento del siglo XVIII que hoy es un hotel escondido en el centro de Barcelona: conserva un pasadizo secreto y un patio modernista

El hospedaje, gestionado por una familia, se ha convertido en una señal de identidad y resistencia

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Barcelona aún guarda sus secretos. Edificios que parecen una cosa en realidad son otra, como una aparente barbería que esconde un club nocturno, teatros reconvertidos en discotecas y hasta un convento del siglo XVIII convertido en un hotel.

Lo mejor de todo es que ni lo parece. El Peninsular parece un hotel cualquiera situado en el corazón del Raval. De hecho, su fachada no es en absoluto eclesiástica, sino la de un edificio antiguo más.

Todo cambia si uno se asoma por los cristales de la puerta. La entrada ya parece sacada de otra época, como de los años 70, pero, en cuanto se accede al interior, el viaje es aún más lejano.

Allí dentro todavía se respiran los aires monásticos e incluso las reformas de estilo modernista que hacen de su patio un lugar hipnótico.

Un convento agustino 

La historia del Hotel Peninsular se remonta al siglo XVIII, cuando el edificio albergaba un convento de frailes agustinos. Allí vivieron y convivieron los religiosos que prestaban servicio a la comunidad. Claro que el tiempo pasa, las costumbres cambian y los espacios se adaptan a las necesidades de la población. Pero también influyen las guerras.

El edificio comenzó su vida como convento en 1730, construido por la citada orden religiosa tras la caída de Barcelona en la Guerra de Sucesión. A pesar de su relevancia, el convento sufrió graves daños durante los disturbios de 1835.

De monasterio a restaurante

Este episodio fue un punto de inflexión para los religiosos, que abandonaron el lugar. Décadas después, en 1868, el edificio se convirtió en el restaurante Great Inn Peninsular, dirigido por Prudenci Bros, quien había sido chef de Isabel II.

Finalmente, entre 1875 y 1877, se transformó en hotel bajo la gestión de cinco socios italianos liderados por Francesco Totti, un antepasado del famoso futbolista italiano. Poco a poco, el establecimiento empezó a resurgir.

Triunfo como hotel

Durante la Exposición Universal de 1888, el Hotel Peninsular vivió su época dorada, atrayendo a visitantes gracias a su ubicación céntrica y a la calidad de sus servicios. En ese entonces, las habitaciones eran sencillas y acogedoras, respetando la estructura original del convento.

Siempre conservando su esencia histórica mientras se adapta a los tiempos modernos, el hospedaje se ha convertido en una señal de identidad y resistencia. Uno apenas lo diría al pasar frente a su puerta, pero en su interior se conserva un tesoro arquitectónico sin igual.

Un patio modernista

Cuando uno atraviesa las puertas de entrada, queda boquiabierto ante el fascinante patio interior modernista que se esconde en su interior. Una joya arquitectónica que combina elementos históricos con un encanto atemporal.

Este patio, cubierto por una gran claraboya que permite la entrada de luz natural, es el corazón del hotel. A su alrededor se disponen tres plantas con galerías abiertas, balcones con barandillas y un diseño que evoca épocas pasadas.

Detalles de estilo

La fuente central, las jardineras repletas de plantas colgantes, el suelo de mosaico hidráulico en blanco y negro y el mobiliario de hierro con detalles de mármol completan un escenario que transporta a los visitantes a otro tiempo y a otro lugar. La atmósfera de calma y serenidad contrasta con la vibrante vida del barrio del Raval que queda al otro lado de las puertas.

Su estilo es tan característico que en más de una ocasión ha sido escenario de rodajes. De hecho, sus actuales propietarios ofrecen este rincón para alquilar, conscientes de que se trata de un espacio singular capaz de atraer a cineastas, realizadores, músicos, bandas y anunciantes.

Patio del Hotel Peninsular

Patio del Hotel Peninsular METRÓPOLI ABIERTA

Un pasadizo secreto

El patio no es el único secreto que esconde este hotel. Más allá de que sus habitaciones conservan buena parte de la esencia de los antiguos dormitorios de los monjes del convento, hay otro lugar único.

El Peninsular también guarda en su interior un pasadizo subterráneo que conectaba el antiguo convento con la vecina iglesia de Sant Agustí. Hoy está tapiado para evitar actos vandálicos, pero sigue intacto, recordando su utilidad y su pasado religioso.

Un hotel familiar

Hoy, el Hotel Peninsular es un hotel familiar. De hecho, sigue siendo gestionado por Silvia y Àlex, la tercera generación de propietarios de la familia Herrero-Catalán, que lo adquirió en 1912. Ambos defienden el edificio frente a la especulación inmobiliaria y cualquier acción vandálica.

Son ellos los encargados de conservar el espíritu del convento original, sin olvidar las necesidades de sus clientes del siglo XXI. Así, las habitaciones, que en otro tiempo fueron celdas monásticas, cuentan ahora con conexión Wi-Fi, calefacción, aire acondicionado y baños privados, garantizando una estancia confortable para los huéspedes.

Pasado y presente

Todas estas habitaciones dan al patio modernista y su decoración está cuidada hasta el último detalle. Techos bajos con vigas de madera, suelos de baldosa y un mobiliario austero rememoran su pasado religioso y constituyen sus señas de identidad distintivas.

Además, para aprovechar el clima, el hotel ha abierto su terraza a los huéspedes. Desde allí, los visitantes pueden disfrutar de una vista de los campanarios de Barcelona, desde la catedral hasta la iglesia del Pi. Todo ello frente a uno de los grandes templos de la ópera de la ciudad: el Liceu.