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A más de 800 metros de altitud, en el corazón más sereno de Cataluña, se esconde un pequeño pueblo que cada invierno parece sacado de una postal. Sus calles empedradas, flanqueadas por casas de piedra y tejados nevados, invitan a pasear sin prisa mientras el aire frío trae consigo el aroma a leña quemada. Es un rincón que muchos desconocen, pero que quienes lo descubren guardan para sí como un tesoro de montaña.

Cuando llega la Navidad, este municipio transforma su esencia tranquila en un escenario mágico donde la tradición cobra vida. Los vecinos, fieles a una costumbre que ha pasado de generación en generación, representan un Belén viviente que convierte cada calleja en un pequeño fragmento de historia. Quien lo visita no solo contempla un espectáculo, sino que se sumerge en una experiencia única, capaz de conmover incluso a los más escépticos.

Navidad medieval

Rupit se transforma en un escenario de cuento en el último mes del año. Las casas de piedra se iluminan con la escarcha de las noches largas, las callejas de adoquines susurran leyendas del pasado y un aire frío, perfumado por la leña crepitante, envuelve cada rincón. A unos 845 m de altitud, en el corazón de la comarca de Osona, el pueblo se viste de gala para acoger a quienes buscan la serenidad de la montaña sin demoras.

Una de las escenas del Belén viviente de Rupit Escapada Rural

Durante los días navideños, la magia se intensifica gracias al tradicional Pessebre Vivent de Rupit i Pruit, una representación al aire libre en la que vecinos y visitantes recorren alrededor de veinte cuadros con personajes y oficios clásicos. Tendrá lugar el 27 y 28 de diciembre, a las seis de la tarde. La entrada cuesta cinco euros. Los menores de nueve años no deberán pagar para pasar.

Qué hacer

En diciembre, esta localidad de 281 habitantes (Idescat, 2024) invita a descubrir rincones que ganan carácter con el frío. Un paseo por sus callejones permite apreciar detalles que en otra época pasan desapercibidos: balcones adornados, fachadas cubiertas de musgo y pequeños comercios donde apetece resguardarse. También es un mes ideal para caminar por los senderos cercanos, que ofrecen vistas nítidas y un silencio solo interrumpido por el agua de la riera.

Rupit y su puente colgante Equipatge de mà

La visita puede completarse con propuestas tranquilas, como probar cocina local en alguno de sus restaurantes o detenerse en miradores, como el Coll de Condreu, que regalan panorámicas invernales. Si el tiempo acompaña, el entorno natural permite rutas cortas hasta ermitas, como la de Santa Magdalena, o zonas boscosas que muestran su versión más serena. Diciembre se convierte así en una oportunidad para disfrutar Rupit con calma y sin aglomeraciones.

Encanto invernal

Quien se adentra en este enclave descubre un paisaje que cambia con cada paso. Los alrededores, cubiertos por un manto blanquecino en los días más fríos, ofrecen rutas sencillas que permiten contemplar el Salt de Sallent en su versión más espectacular, con el caudal reforzado por las lluvias de la estación. Los bosques que rodean el núcleo urbano adquieren tonalidades intensas y un aroma húmedo que invita a caminar sin prisa, respirando la pureza de una zona donde la naturaleza parece avanzar al ritmo del invierno.

La experiencia invernal se completa con la oferta gastronómica, que se convierte en una excusa perfecta para entrar en calor. En las mesas de los restaurantes aparecen platos de cuchara, carnes a la brasa y postres tradicionales elaborados con productos de proximidad. A ello se suma la hospitalidad de los vecinos, siempre dispuestos a compartir historias y recomendaciones, lo que convierte la visita en un recuerdo duradero. Quien llega en esta época descubre un destino capaz de ofrecer calma, belleza y autenticidad en un mismo viaje.

Cómo llegar

Para llegar hasta este rincón de montaña, la opción más cómoda es hacerlo por carretera. Desde Barcelona, el trayecto ronda la hora y media: basta tomar la C-17 hasta Vic y continuar por carreteras comarcales que serpentean entre valles y bosques. El acceso es sencillo, aunque en invierno conviene estar atento a la meteorología, ya que la humedad y las bajas temperaturas pueden dejar algunas curvas resbaladizas. La recompensa llega al final del recorrido, cuando aparecen los primeros tejados tradicionales asomando entre la vegetación.

Quienes viajan desde Girona también cuentan con una ruta directa que combina tramos rápidos y paisajes cambiantes hasta adentrarse en una zona más rural y tranquila. Existe servicio de autobús desde Vic, útil para quienes prefieren dejar el coche de lado y disfrutar del viaje sin prisas. Sea cual sea el punto de partida, el camino ya anticipa lo que espera al llegar: un entorno natural cuidado, silencio de montaña y la sensación de acercarse a un lugar donde el tiempo discurre de otra manera.

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