Lluís Llach la puso de moda, pero en realidad el cantante no es más que una de las poco más de 400 almas que viven en este pequeño rincón de Cataluña. Su característica principal no es que el líder de la ANC tenga allí unas bodegas, sino la cantidad de relojes de sol que esconde en tan poco espacio.
Porrera es uno de esos pueblos que suenan a todo el mundo, pero que muy pocos saben dónde se encuentra. Está en Tarragona, entre los viñedos de pizarra del Priorat y los valles recónditos dee la zona que aún conservan el rumor de los carros.
Aun así, a Porrera se la conoce por Lluís Llach y sus relojes. El municipio alberga al menos 14 relojes de sol en su núcleo urbano. Sale a uno por cada treinta habitantes, cifra insólita para cualquier localidad, y aún más si se considera que la mayoría datan del siglo XIX.
Por aquella época, Porrera estaba floreciente. La filoxera aún no había arrasado las viñas y algunas familias acomodadas del pueblo competían por demostrar elegancia y cultura.
Un símbolo de estatus
Estas piezas decorativas de orientación astronómica venían a demostrar estatus, conocimiento, y vínculo con el cielo. Ahora, recuerdan una época y subrayan los efectos del paso del tiempo sobre la localidad.
Por eso, las visitantes de Porrera no solo observan sus calles y casas, miran hacia arriba, en busca de relojes de sol. Están por todos lados: balcones, muros laterales, esquinas de calles como Pau Casals, Prat de la Riba o Mestre Llurba.
El reloj de sol más grande de Cataluña
Cada uno es distinto. Algunos están pintados sobre el propio estuco, otros hechos en cerámica o restaurados en madera y piedra. Hay relojes con frases en latín, catalán o castellano: desde existencialismos barrocos del tipo Hora fugit hasta bromas locales como la del reloj orientado al norte que reza: “Qué mires mussol, si aquí mai toca el Sol” (“Qué miras, búho, si aquí nunca da el Sol”).
Más imponente es el de El Portal, de 1858, uno de los relojes de sol más grandes de Cataluña. Obra de Jaume Assens i Simó, ocupa toda una fachada y contiene un complejo sistema de líneas horarias, calendarios zodiacales y un enigma inscrito en versos latinos que aún fascina a quienes intentan descifrarlo.
Vista de Porrera
Más allá de los relojes
En cualquier caso, los relojes de sol son solo una señala de identidad cultural de Porrera. El municipio esconde mucho más. Para empezar, su casco urbano, de trazado medieval.
Calles empedradas, casas de piedra con portales adovelados, algunas fachadas decoradas con esgrafiados centenarios, forman parte de su encanto.
Que tiene Porrera
Que nadie espere grandes monumentos, aquí hay lo básico. No falta la iglesia, de estilo barroco, una plaza con fuente de hierro fundido, y muchos portones que esconden bodegas, patios, y vida rural. Aunque si hay un factor que le puede hacer sombra a los relojes, este es el vino.
Porrera forma parte del privilegiado paisaje del Priorat, comarca vitivinícola protegida con la categoría de Denominació d’Origen Qualificada (DOQ) y aloja numerosas bodegas. La cooperativa agrícola, fundada en 1917, sigue siendo uno de los pilares del pueblo. A su alrededor florecen bodegas de prestigio como Cims de Porrera, Cal Pla o Vall Llach, la del cantante.
Tierra de vino
No son las únicas de la zona. El pueblo es también punto de paso del GR-174, el sendero del Priorat que conecta pueblos vinícolas a través de caminos históricos.
Rutas como el “Camí del vi” permiten recorrer antiguos bancales, cruzar puentes de piedra y descubrir masías abandonadas. Aunque lo mejor son las vistas. Si uno mira a su alrededor, en el horizonte, siempre aparece viñas en terrazas y alguna nube solitaria flotando sobre ellas y los riscos.
Cómo llegar
Para conocerlo basta un viaje en coche de 50 minutos desde Tarragona. Se va por la carretera N-420 dirección Falset y allí se gira hacia la T-740 en dirección a Porrera.
Desde Barcelona, el trayecto se extiende hasta las dos horas. La ruta más rápida es por la AP-7 hacia Tarragona y allí tomar hasta la salida 34 (Reus-Falset). Una vez allí se conecta con la N-420.
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