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Ni Reus ni Tarraco: este es el municipio más grande de la provincia de Tarragona
Esta ciudad tiene tres nombres distintos y su casco antiguo está declarado Bien de Interés Cultural
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Cuando se piensa en los grandes nombres de la provincia de Tarragona, surgen rápidamente dos referentes: Reus, por su dinamismo comercial y su peso cultural; y Tarragona ciudad (la antigua Tarraco romana), por su patrimonio arqueológico y su condición de capital provincial. Sin embargo, ninguno de los dos ostenta el título de municipio más grande de Tarragona.
Ese honor recae en un nombre que a menudo pasa desapercibido en los rankings generalistas, pero que guarda entre sus calles siglos de historia, arquitectura singular y una riqueza natural difícil de igualar: Tortosa.
Conocida popular e inmerecidamente como el lugar de Cataluña que ostenta un impresionante monumento franquista que ni los vecinos quieren derruir, esta ciudad catalana es imponente por su tamaño, por toda su historia y su rica cultura. Lo curioso es que para ser la capital del Baix Ebre, poca gente la conoce.
Para empezar, tiene esta característica física. Es la ciudad más grande de la provincia de Tarragona. Con más de 218 km2 de superficie, supera ampliamente a otros términos municipales tradicionalmente considerados amplios, como Tivissa (209 km²) o Gandesa (111 km²).
Un lugar con mucha historia
Este dato, más allá de lo estadístico, refleja la enorme diversidad de paisajes y espacios que abarca: desde los núcleos urbanos históricos hasta zonas de montaña, campos de cultivo, riberas fluviales y espacios naturales protegidos.
Y es que Tortosa no es un municipio cualquiera. Para empezar, tiene una historia larga, compleja y fascinante. Tanto es así que se la conoce como la ciudad de los tres nombres.
Una ciudad, tres nombres
Fundada por íberos y romanizada como Dertosa, cuando la Península formó a pasar parte del imperio musulmán y se convirtió en Al-Andalus pasó a llamarse Turtuxa. Era el siglo VIII. Su nombre actual no llegó hasta bien entrado el siglo XII, cuando los cristianos conquistaron la ciudad y Ramón Berenguer IV en 1148 la rebautizó por tercera y definitiva vez como Tortosa.
Más allá de la anécdota de los nombres, esta sucesiva conquista por parte de romanos, visigodos, musulmanes y cristianos, testimonia que la ciudad ha sido durante siglos un enclave estratégico gracias a su ubicación en la ribera Ebro. Un río, que atraviesa Tortosa de parte a parte, moldeando su paisaje y determinando su economía y, de algún modo, su destino. Solo hace falta ver el monumento franquista que hay sobre él.
Un Bien de Interés Cultural
Dejando de lado este monumento que parece imborrable, uno de los grandes tesoros de la ciudad es su casco histórico, declarado Bien de Interés Cultural, al conservar trazas medievales, árabes y renacentistas.
La red de callejuelas del barrio de Remolins parecen detenidas en el tiempo. Las antiguas murallas, algunas todavía en pie, recuerdan que Tortosa fue una ciudad amurallada de gran importancia militar durante siglos.
Qué ver
Destaca también la Catedral de Santa María, construida entre los siglos XIV y XVIII sobre restos romanos y visigodos. De estilo gótico con elementos barrocos, su impresionante fachada contrasta con la sobriedad de su interior. Bajo ella, se encuentran restos arqueológicos que narran la evolución del enclave desde la época romana.
Más allá del patrimonio histórico y religioso, Tortosa sorprende por su diversidad arquitectónica. Uno de los ejemplos más impactantes es el Parador Nacional de Turismo, ubicado en el antiguo castillo de la Zuda, una fortaleza árabe que ofrece una vista panorámica privilegiada del Ebro, la ciudad y las montañas circundantes.
El puente del Milenio, de diseño moderno, convive con estructuras históricas como el puente de l’Estat, y evidencia ese equilibrio entre tradición y modernidad que caracteriza a la ciudad.
No menos relevante es el Mercado Municipal, una joya del modernismo catalán obra de Joan Torras, discípulo de Eiffel. Funciona como centro neurálgico de la vida cotidiana tortosina y un lugar ideal para descubrir la gastronomía local basada en productos del Delta del Ebro, pescados frescos y aceite de oliva DOP.
Dos parques naturales
Ya a las afueras, dentro del extenso término municipal, se encuentran los núcleos de Jesús, Bítem, Campredó, Vinallop y Els Reguers, cada uno con su identidad propia. Estos pueblos son muy conocidos por las rutas de senderismo, masías tradicionales y vistas que conectan con el Parque Natural dels Ports de Tortosa-Beseit, una joya natural de roca, bosque y fauna salvaje.
A eso se le añade la proximidad con el Mediterráneo. Tortosa se encuentra a pocos kilómetros del Mediterráneo y del Delta del Ebro, otra reserva natural donde el río se funde con el mar, adoptando formas extraordinarias, y ofreciendo unos campos de arroz que hacen de espejo del cielo. Eso sin contar con las playas de la zona, como la del Fangar, donde llegaron a grabar grupos como U2.
Tradiciones y fiestas
Tortosa no solo destaca por su extensión y su patrimonio, sino también por su relevancia institucional, cultural y económica en el sur de Cataluña. Es sede episcopal, capital comarcal, núcleo administrativo y un centro de servicios para buena parte del territorio del Ebro.
Además, ha sabido reivindicar su papel dentro del panorama catalán con iniciativas culturales como la Festa del Renaixement, una recreación histórica que convierte la ciudad en un escenario del siglo XVI durante varios días cada julio. Todo lejos del bullicio turístico de la Costa Daurada.
Cómo llegar
Acercarse a Tortosa desde Barcelona es sencillo y accesible para cualquier visitante. En tren, la opción más cómoda es el servicio de Media Distancia de Renfe, que conecta la estación de Barcelona Sants con Tortosa en unas dos horas y cuarto.
En coche, el trayecto desde Barcelona dura unas 2 horas por la AP-7, saliendo en la salida 40 (Tortosa/L’Aldea) y siguiendo por la carretera C-42.