El pueblo del Pirineo que cautivó a Ruiz Zafón: un lago congelado de gran importancia en 'El Juego del Ángel'
- Esta localidad catalana fue asediada hasta la Guerra Civil y se ha convertido en un polo económico del Pirineo
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Cataluña es un territorio de novela. Varios autores autóctonos y extranjeros han encontrado inspiración en sus pueblos, ciudades y gente, desde Gabriel García Márquez y Hemingway a Juan Marsé o Carlos Ruiz Zafón. Todos ellos, por diferentes razones y distintas circunstancias, han hablado de esta tierra.
Más allá de que algunos se han centrado en Barcelona, hay muchos otros lugares que han cautivado a los literatos. Tal vez, uno de los más alejados de la capital que ha aparecido en uno de estos libros es Puigcerdà. Sí, este municipio, situado a 1.200 metros de altitud en el corazón de los Pirineos, es uno de los protagonistas en el creador de la tetralogía de El Cementerio de los libros olvidados, de Zafón.
Sobre una colina que ofrece vistas privilegiadas al valle de la Baja Cerdaña, rodeado por el macizo del Cadí y la frontera francesa, esta pequeña ciudad cuenta con una historia de casi un milenio, reflejada en su arquitectura, paisajes y patrimonio cultural. Por su ubicación estratégica, Puigcerdà vivió siglos de transformaciones, desde su fortificación en tiempos medievales hasta su consolidación como uno de los destinos turísticos más importantes de Cataluña. Todo ello, aun se respira en sus calles.
Tal vez, ese fue uno de los atractivos que atrajo al Carlos Ruiz Zafón para situar la ciudad como uno de los escenarios de la trama de El Juego del Ángel. En este libro, el protagonista, David Martín, recorre sus calles, la estación de tren y el emblemático lago de la ciudad. Pero antes de él, fueron otros los que se fijaron en esta región.
La historia de Puigcerdà
Antes de ser la capital de la comarca de La Cerdanya (Lleida), Puigcerdà fue un punto estratégico, un lugar fronterizo tan disputado que se vio obligado a amurallarse. A pesar del paso del tiempo y las distintas guerras que acabaron con las fortificaciones, el visitante todavía puede hacer la Ronda dels Torreons. Es cierto, poco quedan ya de esas grandes torres de defensa. Batallas, bombardeos y hasta terremotos acabaron con esas edificaciones, pero algunos aún resisten en pie.
Otro de los lugares de interés del municipio es campanario de Santa María, que sobrevive como el último vestigio de una iglesia destruida en la Guerra Civil. Aunque la riqueza patrimonial de Puigcerdà va mucho más allá de las batallas. Así, uno puede disfrutar del Teatro Casino Ceretà o pasear por las plazas de Santa María y de los Héroes, donde convergen algunas de las arterias comerciales más activas de la localidad.
El lago congelado
Por último, perderse por las calles de España, Miquel Bernades y la calle Mayor, repletas de tiendas y cafeterías, es una oportunidad para ver cómo ha cambiado el territorio desde entonces. Claro que si eso no es suficiente, uno puede tratar de hallar los 10 puntos de la ciudad que aparecen en la novela, como la estación de tren, por ejemplo, que se aparece casi como un espejismo.
Pero si hay un lugar clave de esta novela y de este rincón del Pirineo es el lago. “Me acerqué al borde y me detuve a contemplar el estanque congelado que se extendía a mis pies. La capa de hielo debía de tener un palmo de grosor y en algunos puntos relucía como cristal opaco…”, detalla el literato. Un texto que refuerza el ambiente de misterio de este lugar y de la novela.
En realidad, este lago es artificial, pero sin duda es uno de sus lugares más distintivos. Creado como un espacio de recreo, el lago se encuentra rodeado de grandes casas señoriales que recuerdan épocas de esplendor. En invierno, este espacio se convierte en un espejo helado que atrae tanto a locales como a visitantes, quienes disfrutan de la calma que emana este rincón.
Al lado del lago se extiende el Parque Schierbeck, el mayor espacio verde de la localidad, cuyo nombre honra a German Schierbeck, un diplomático danés que eligió Puigcerdà para construir su residencia veraniega a mediados del siglo XIX. El parque es ahora uno de los puntos más concurridos y emblemáticos de la ciudad.
Entorno
Y si uno es más de la novela romántica que del misterio de Ruiz Zafón, siempre puede aprovechar que se encuentra en el lago para ir a recorrer el Camino de los Enamorados, una senda que permite disfrutar de un paseo sereno, especialmente atractivo en otoño por sus árboles de hoja caduca. Este camino se dirige hacia la frontera con Francia y pasa cerca de la iglesia de Sant Jaume de Rigolisa, un templo de estilo neogótico con un campanario de 17 metros de altura, que añade un toque pintoresco al recorrido.
Y ya que se ha salido de la ciudad, nada mejor que echar un vistazo su entorno. Puigcerdà está rodeada de un extenso valle que se extiende hasta los pies de los Pirineos y del macizo del Cadí. Este espacio, con sus campos de cultivo y pueblos pintorescos, alberga una rica vida rural en la que conviven ganado, agricultura y pequeños productores locales. En el horizonte, las montañas nevadas y las planicies amplias ofrecen un contraste que ha cautivado a locales y visitantes, y que otorgan a la comarca un aire de serenidad.
En invierno, la nieve cubre sus senderos y picos, permitiendo la práctica de deportes como el esquí y el hockey sobre hielo, que cuenta con un club local fundado en 1956. Para quienes prefieren explorar la región a pie, el valle ofrece rutas de senderismo en caminos históricos como el Camino de Santiago y el Camino de los Buenos Hombres, que recorren tanto la historia de los cátaros como la diversidad natural de la zona.
Historia y cultura se unen a la economía y el ocio. Puigcerdà ha pasado de ser un núcleo agrícola y ganadero a un referente turístico en la región, un cambio impulsado por la llegada de familias adineradas de Barcelona en el siglo XIX. Estas familias impulsaron la construcción de infraestructuras y servicios, y en 1984 se abrió el Túnel del Cadí, facilitando el acceso al valle. Hoy, la economía de la localidad se basa en el turismo, aunque mantiene una sólida tradición de producción artesanal de alimentos como el queso y la miel, junto con una gastronomía que incluye el popular trinxat, un plato típico de la zona que celebra su fiesta anual en febrero.
Cómo llegar
Para llegar a Puigcerdà desde Barcelona en coche, se recomienda tomar la carretera C-16 en dirección a Berga y seguir las indicaciones hacia el Túnel del Cadí, una vía rápida que facilita el acceso al valle de la Cerdaña. Una vez atravesado el túnel, se sigue la C-162 hasta llegar a Puigcerdà, el trayecto tiene una duración aproximada de 1 hora y 45 minutos, dependiendo del tráfico.
En tren, se puede acceder a Puigcerdà a través de la línea R3 de Rodalies, que conecta Barcelona con la Cerdaña en un viaje de aproximadamente tres horas. Esta línea, conocida por su recorrido panorámico a través de diversos pueblos de montaña, brinda una experiencia diferente y pausada que permite al viajero disfrutar del paisaje del Pirineo catalán. La estación de Puigcerdà, que aparece en El Juego del Ángel, es la puerta de entrada para quienes prefieren este medio de transporte, evocando el mismo encanto que inspiró a Carlos Ruiz Zafón en sus relatos.