El bosque catalán que enamoró a Joan Maragall: "un hayedo de aspecto mágico", según National Geographic
- La entrada de este rincón de Cataluña está presidida por un monolito en honor al poeta
- Más información: Una ruta a través de ríos, puentes de piedra y naturaleza por las montañas de Cataluña: el paraíso de los senderistas
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Hay rincones que inspiran a cualquiera. Cadaqués inspiró a Dalí, tanto como Horta de Sant Joan y Gósol causaron el mismo efecto en Picasso. Así, uno puede enumerar diversos espacios y zonas del mundo que poetas, pintores, escultores y artistas en general han plasmado de forma especial en su obra.
Este artículo versa de un rincón de Cataluña natural, alejado de la costa. Un espacio tan único que sigue siendo la escapada perfecta para cualquier catalán amante de la naturaleza. Un bosque tan especial que enamoró a Joan Maragall.
El poeta, le dedica estos versos:
"Si vas pels vols d'Olot, amunt del pla,
trobaràs un indret verd i profond
com mai cap més n'hagis trobat al món:
un verd com d'aigua endins, profond i clar;
el verd de la fageda d'en Jordà.
El caminant, quan entra en aquest lloc,
comença a caminar-hi a poc a poc;
compta els seus passos en la gran quietud:
s'atura, i no sent res, i està perdut.
Li agafa un dolç oblit de tot lo món
en el silenci d'aquell lloc profond,
i no pensa en sortir, o hi pensa en va:
és pres de la fageda d'en Jordà,
presoner del silenci i la verdor.
Oh companyia! Oh deslliurant presó!"
Traducido al castellano esto quedaría así:
"Si vas por los vuelos de Olot, arriba del plan
encontrarás un lugar verde y profundo
como nunca hayas encontrado en el mundo:
un verde de agua adentro, profundo y claro;
el verde del Hayedo de Jordán.
El caminante, cuando entra en este sitio
comienza a andar allí poco a poco;
cuenta sus pasos en la gran quietud
se detiene y no siente nada, y está perdido
le coge un dulce olvido de todo el mundo
en el silencio de aquel lugar profundo,
y no piensa en salir, o piensa en vano:
es preso del hayedo de Jordán,
prisionero del silencio y el verdor.
¡Oh compañía! ¡Oh librando prisión!"
Estos versos empiezan con una pregunta que hace alusión directa al lugar en cuestión. “Saps on és la Fageda d’en Jordà?” Es decir “¿sabes dónde está la Fageda d’en Jordà?” Y, a partir de allí empieza el poema.
Por cierto, la respuesta más prosaica y directa es, en Barcelona. Más concretamente en la zona de Olot en el Parque Natural de la Zona Volcánica de la Garrotxa, un espacio natural con 21 conos volcánicos donde la naturaleza estalla en colores en otoño y se tiñe de verde a partir de primavera.
Historia de la Fageda
Allí se encuentra este hayedo que inspiró a Maragall. Posiblemente, la frondosidad de estas increíbles hayas de mediano y gran tamaño sobre un terreno que no se ha roturado desde hace muchos años, fue lo que le conquistó.
La Fageda d'en Jordà es uno de los bosques más singulares de Cataluña y un ejemplo único de cómo la naturaleza puede transformar un paisaje abrupto en un paraíso de armonía. Su extensión a lo largo de unos cuatro kilómetros cuadrados, tiene su origen en la erupción del volcán Croscat hace unos 11.000 años. Aquella erupción expulsó una gran cantidad de lava que cubrió el valle y, con el paso del tiempo, esa masa volcánica dio lugar a un terreno irregular y ondulado que se convirtió en el suelo fértil donde germinó este frondoso bosque.
Cómo es
Con el tiempo, las semillas de las hayas encontraron en las grietas de la lava un lugar ideal para echar raíces y crecer. De este modo, se fue formando este hayedo que hoy en día se presenta como un paisaje casi mágico, donde las altas hayas, que alcanzan entre 15 y 25 metros de altura, crean un denso dosel que deja pasar poca luz.
En el suelo, cubierto de musgo, helechos y setas, se pueden ver diferentes especies de fauna autóctona como ardillas, jabalíes y zorros. Este ecosistema único es, además, hogar de numerosas aves, lo que convierte al bosque en un lugar de gran valor ecológico.
Cuándo ir
Otoño es el momento ideal para una visita. Durante esta estación, las hojas de las hayas cambian de color, creando un espectáculo cromático que va desde el verde hasta los tonos cálidos del amarillo, naranja y rojo. Este fenómeno visual, combinado con el contraste del suelo oscuro de lava y el cielo azul, ofrece una de las estampas más impresionantes de Cataluña.
A eso se le suma que es una temporada ideal para la recolección de setas, una actividad muy popular en la zona. Muchas familias y aficionados a la micología acuden al hayedo en busca de especies locales, disfrutando no solo del entorno, sino también de los recursos que ofrece el bosque. Claro que, sobre todo, es un lugar para perderse.
Qué hacer
Existen varias formas de recorrer este maravilloso bosque. Entre los viejos senderos de antiguas explotaciones agrarias y forestales se entrelazan varios caminos señalizados ideales para recorrer a pie que parten desde el aparcamiento o desde el centro de información del parque. Otra alternativa es recorrer el bosque en bicicleta. Se pueden alquilar bicicletas en el aparcamiento o traer la propia para disfrutar de los senderos a un ritmo diferente.
Por último, destacar la masia de Can Jordà, en uno de los extremos del bosque. Convertido en un Centro de Conservación de Plantas Cultivadas, su objetivo cultivo de especies frutales próximas a la extinción y a las variedades de plantas que han entrado en regresión, como algunas variedades de alforfón. A eso se le suma la fábrica donde ahora se producen diferentes postres y productos lácteos que ha ayudado a popularizar la zona.
Homenaje de y a Maragall
Así, naturaleza, sociedad y cultura se unen en este rincón tan especial de Cataluña. El mismo que inspiró a Maragall y le llevó a escribir otros versos que han quedado inmortalizados en otras páginas de la historia: "No sé si és l’aire o la llum o què és lo que m’enyora, però dintre la Fageda sempre hi sento una harmonia que em transporta a altres mons on tot és pau i melodia" (No sé si es el aire o la luz o qué es lo que me añora, pero dentro de la Fageda siempre siento una armonía que me transporta a otros mundos donde todo es paz y melodía).
Estos poemas no hay hecho otra cosa que mitificar aún más el bosque, convirtiéndolo en un lugar de gran carga poética y bucólica. Tanto es así, que a la entrada del parque y en modo de agradecimiento a sus palabras, en la entrada del hayedo hay un monolito de piedra en su honor.