Es bien sabido que todos los caminos conducen a Roma. Al menos, así pasaba en tiempos del Imperio, pero parte de eso ha quedado. Una de las principales y más largas carreteras diseñadas por esta civilización antigua todavía se conserva en pie y a diario circulan miles de coches. Se trata de la Vía Augusta, aunque ahora no se conoce así.

Esta carretera era la más larga de la red viaria estratégica de casi 100.000 km que el imperio romano tejió para conectar las diversas provincias con Roma. Un diseño estratégico que facilitaba la expansión, el comercio y la romanización. 

Cómo es ahora

En Hispania, esta red alcanzó su máxima expresión con la Vía Augusta, una calzada de más de 1.300 km que unía Cádiz con los Pirineos y se extendía hasta Roma a través de la Vía Domitia.

La construcción de esta carretera, que ahora es la Autopista del Mediterráneo (A-7, AP-7, A-70) y la Nacional N-IV N-420, N-340, comenzó tras la pacificación completa de la península ibérica en el año 19 a.C. Su artífice o, quien dio la orden más bien, fue el famoso emperador Augusto. 

Trazado original

El trazado se ideó siguiendo el modelo de la Vía Apia en Italia. Se trata de una carretera que no solo conectaba los principales núcleos urbanos, sino que también favorecía el desarrollo de las colonias romanas en su trayecto.

En Cataluña, la Vía Augusta entra desde los Pirineos orientales, pasando por el Coll de Panissars. Desde ahí, sigue una ruta legendaria que conecta con antiguas vías griegas, enlazando ciudades como Empúries, Girona, Mataró, Badalona, Barcelona y Tarragona. Uno de sus pasos más míticos es el de Roda de Berà, donde se erigió un arco de triunfo.

Curiosidades de la Vía Aigusta

El trazado es un fiel reflejo de la potente ingeniería romana. Un caso claro se puede ver en la parte de los Pirineos. En esa cordillera, como en otras zonas montañosas, los romanos tallaban caminos en la roca, y donde era necesario, construían numerosos puentes pequeños.

Su importancia fue tal que en diversos puntos de la vía se encuentran numerosos arcos conmemorativos y miliarios que marcaban las distancias a lo largo del camino. Estos miliarios, colocados cada mil pasos (aproximadamente 1.481 metros), no solo orientaban a los viajeros, sino que también proclamaban la grandeza del Imperio y sus emperadores.

Importancia de esta carretera

Hispania era una región crucial para Roma debido a sus ricos recursos naturales. La Vía Augusta jugó un papel vital en el transporte de productos como trigo, aceite, vino, cerámica, lana y metales preciosos hacia la metrópoli. Ciudades portuarias como Tarragona se convirtieron en importantes centros de comercio gracias a esta red viaria, a pesar de la limitación de los ríos para el comercio fluvial.

La construcción de la Vía Augusta también propició el desarrollo de infraestructura complementaria como acueductos, cloacas y sistemas de irrigación, mejorando significativamente la calidad de vida en las regiones que atravesaba.

Un camino soterrado

Hoy en día, la mayor parte del recorrido original de la Vía Augusta en Cataluña y Valencia se encuentra sepultado bajo modernas carreteras, autopistas y líneas ferroviarias. Sin embargo, todavía se pueden encontrar vestigios que revelan su antigua gloria. En Barcelona, bajo el mercado de Sant Antoni, se conservan 25 metros de la calzada original, ofreciendo una ventana al pasado.

En cualquier caso, estudiar la Vía Augusta es un desafío debido a la escasez de fuentes históricas y la fragmentación de su trazado original. A pesar de esto, los miliarios y otros vestigios arqueológicos, junto con referencias en textos clásicos, permiten reconstruir parte de su historia. Lo que sí ha revelado la información encontrada es que viajar desde Cádiz a los Pirineos por esta carretera tomaba alrededor de mes y medio, y llegar a Roma desde la ciudad andaluza, implicaba aproximadamente tres meses y medio.

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