Visitar catedrales es una experiencia que trasciende lo meramente visual, transportándonos a través del tiempo y el espacio. Al entrar en una de ellas, somos recibidos por la majestuosidad de su arquitectura: altos arcos, vitrales que filtran la luz de manera mágica y detalles esculpidos con una precisión y belleza que dejan sin aliento. Los murales y frescos, las estatuas y los altares, todos cuentan fragmentos de relatos antiguos, permitiéndonos imaginar las vidas de aquellos que vivieron en épocas pasadas.
Además, ir una catedral ofrece un respiro de paz y reflexión en medio del bullicio de la vida moderna e invita al silencio y a la introspección. La sensación de pequeñez ante la inmensidad del lugar nos recuerda la grandeza de la humanidad. Por eso, ante tanta belleza, hay una ciudad catalana que es la única que solo tiene dos catedrales. ¿Adivinas cuál? Pues sí, es Lleida.
La Seu Vella
Una de estas catedrales es la Seu Vella, la cual se incrusta en lo alto de un cerro, que domina la ciudad. La posición estratégica de este cerro está levantado en un paisaje llano, se encuentra bien comunicado en todas direcciones y tiene proximidad al río Segre. Esto permitió desde la antigüedad una ocupación ininterrumpida.
De estilo románico, fue construida entre los siglos XIII y XV y su ubicación estratégica hizo, que en el siglo XVIII, se convirtiera en cuartel militar. Incluso fue utilizada como campo de concentración para presos republicanos durante la Guerra Civil.
Las pérdidas irreparables y los usos indeseables llegarían con la época moderna y los dos únicos edificios no derribados, fueron la catedral y el castillo, transformados en cuarteles militares, uso que se prolongaría hasta el año 1948. Se iniciaba entonces una lenta restauración, que llevó a la construcción de una nueva, en el centro de la ciudad, llamada la Seu Nova.
La Seu Nova
La Seu Nova se levantó en apenas 20 años y en su interior alberga una pieza singular: la Virgen del Chichón, una imagen gótica que presenta una característica mancha morada en la frente.
Entre 1761 y 1781, tuvo lugar la construcción de la Catedral Nueva gracias a las aportaciones de los leridanos, del rey Carlos III y el obispo Joaquín Sánchez. Es de estilo barroco, con gran tendencia al clasicismo academicista francés y se sitúa en pleno eje comercial, frente al antiguo Hospital de Santa María.
Las escalinatas, con tres puertas de hierro de medio punto y torretas laterales, dan acceso a la puerta principal, que luce el escudo de los Borbones en su parte superior. El interior, con planta de tres naves, esconde la esbelta columnata de aire corintio que soporta los arcos de medio punto.
El coro, obra de Lluís Bonifas Massó, fue destruido durante la Guerra Civil en 1936 y el templo, también, acoge la imagen de la Virgen de Montserrat, obra de Josep Obiols, patrona de Cataluña y punto de peregrinación.
Además, se venera a la Virgen del Blau que celebra su festividad el día 2 de febrero y, según cuenta la leyenda, debe su nombre del Blau (morado) al hematoma que le hizo el escultor al lanzarle un martillo en la frente. Esto fue cuando vio, que durante uno de sus viajes, un discípulo suyo había finalizado la escultura superando con creces la capacidad artística de su maestro.