Una imagen de los Mossos tras el ataque de pintura organizado por Arran / EFE

Una imagen de los Mossos tras el ataque de pintura organizado por Arran / EFE

Política

El independentismo se agarra al 1-O desnortado, violento y dividido

El despliegue mediático, los actos, las denuncias por lo que ocurrió el 1 de octubre no esconde la falta de estrategia del gobierno catalán, sacudido ahora por grupos violentos

1 octubre, 2018 00:00

Son los Mossos, “nuestra policía”, los que arremeten ahora contra grupos independentistas violentos, que no pueden asumir que, un año después del 1-O, la “implementación de la República” quede mucho más lejos. El gobierno catalán que preside Quim Torra, las direcciones de Esquerra Republicana y del PDeCAT, los afines a Carles Puigdemont, la CUP y sus juventudes de Arran, y las entidades soberanistas, como Òmnium Cultural y la ANC están sin rumbo, desnortados, con una confusión total, incapacitados todos para explicar a los suyos que la vía unilateral se ha acabado, que toca recuperar el diálogo y defender, únicamente, el derecho a la autodeterminación a largo plazo, como el Partido Comunista defendía una sociedad sin clases en un horizonte lejano, después de pasar por una dictadura del proletariado que tampoco llegaba.

Este lunes se conmemora el referéndum del 1 de octubre, que fue, aquella misma noche, una victoria para el independentismo. Nadie en el Partido Popular, ni en el PSOE, ni en Ciudadanos, los partidos constitucionalistas que pactaron la aplicación del 155, son capaces de defender en privado la actuación policial de aquel día.

Victoria o derrota

La falta de coordinación, las decisiones poco claras de la juez, la poca colaboración del gobierno de la Generalitat, y la impericia de quien era el máximo responsable, el coronel Diego Pérez de los Cobos, provocó un auténtico desastre, fuera una, dos o treinta las imágenes que recorrieron el mundo. Algunos analistas y articulistas señalan que no fue una improvisación. El periodista Arcadi Espada considera que el Estado sacó la patita, actuó en defensa de la ley, y que, en realidad, el 1-O fue una derrota para el independentismo.

El independentismo sigue agarrado a aquella fecha, a lo que supuso, porque el propio gobierno catalán no esperaba el resultado. Se pedía a gritos, según las fuentes consultadas entonces, que la policía encontrara las urnas, que imposibilitara en la práctica el referéndum, para convocar acto seguido elecciones al Parlament. Pero sucedió, hubo urnas, los ciudadanos que creyeron en sus dirigentes independentistas fueron a votar y aguantaron los golpes que acabaron recibiendo en algunos colegios.

Apoyo total de TV3

¿Pero, y a partir de ese momento qué? Nada, no había nada, algunos planes para buscar complicidades en el exterior, incluso algunos contactos con bancos de inversión para financiar la Generalitat durante varios meses, sin ningún tipo de concreción. Se quiso implementar una república, pero nadie estaba convencido, ni Carles Puigdemont, ni Oriol Junqueras, y menos aún Artur Mas, que no ha dejado de merodear en todo este tiempo.

La fuerza mediática no ha sido menor. TV3 lleva días difundiendo programas, con las escenas de los policías en los colegios. En la noche de este domingo, el espacio 30 Minuts se dedicó a ello, con entrevistas a los políticos presos, y a Puigdemont, con reflexiones sobre un día que para el colectivo más convencido, como explica la exconsejera Clara Ponsatí, “fue la manifestación de una autodetermación, de que el pueblo catalán, pese a todo, quiso votar, y nadie se lo esperaba”.

Estrategia inteligente

Pero debe haber un día después, un mañana. Algunos jóvenes –aunque ya no tanto—independentistas que quieren coger el timón, como Bernat Dedéu o Jordi Graupera –que exhibió en un video cómo había sido arrastrado por la Policía en un colegio—insisten en que no se puede vivir de esas escenas, lamentarse del “Estado represor”, y que es necesario trazar una estrategia inteligente.

Eso es lo que defiende Oriol Junqueras. Volver a la casilla de salida. Sólo con mayorías incontestables se podrá, no implementar la República, sino forzar una negociación con el Gobierno español, del color que sea para celebrar un referéndum. ¿Pero quién convence a los suyos, y quién no se aprovecha de ello para llamar traidor a quien lo proponga?

Violencia

En eso sigue inmerso el independentismo, que acaba de descubrir el gran problema que lleva en su seno: la violencia. La que puede provocar la frustración, como hace meses explica el politólogo Gabriel Colomé, y los que, convencidos de ello, creen que sólo con un proyecto rupturista revolucionario se podrían alcanzar los fines: la CUP y los grupúsculos de extrema derecha que alberga el independentismo en su seno. Lo seguirán intentando, con actos en la calle, como en la noche de este mismo domingo trataban de organizar para este lunes algunos Comités de Defensa de la República (CDR).

Las imágenes de este sábado, con Mossos golpeados, y éstos controlando la situación, para que los independentistas no acabaran a palos con los policías que se manifestaban, han creado una grieta enorme: la CUP aborrece ahora a Torra, y al consejero de Interior, Miquel Buch. Otros dirigentes, como la propia Ponsatí y Marta Rovira, secretaria general de ERC dicen no entender nada.

Con la Historia interpretada

Mientras, Puigdemont se lo mira desde Bruselas. Torra insiste en que se deberá acometer otro 1-0, pero todos son conscientes de que el independentismo no tiene ahora ninguna salida posible. Todo se reduce a las lamentaciones por los golpes recibidos, y por la “represión judicial”, con Junqueras, y el resto de políticos en prisión.

Agarrados al 1-O, a un momento de “autodeterminación”, agarrados al apoyo mediático de medios públicos y privados, agarrados a lo que pudo ser y no fue, agarrados a la historia, a los acontecimientos que, tras una relectura oportuna por los gobiernos nacionalistas durante casi 40 años, se consideran sagrados y que explican que a los catalanes nunca se les ha dejado ser libres.

¿Pero y la política? Tras los incidentes del sábado, el independentismo puede entrar en ebullición, con contradicciones internas, desnortado, sin estrategia.