Carles Vilarrubí, en 2020

Carles Vilarrubí, en 2020

Política

Carles Vilarrubí: entre Colón de Carvajal y Jordi Pujol

Carles Vilarrubí, una de las caras del sector negocios de la antigua Convergència, vuelve a la primera línea de la actualidad con el inminente el juicio oral al clan Pujol

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Carles Vilarrubí alcanza su mejor swing en el Golf de la Cerdanya situado cerca de la urbanización de Les Espiraltes, en Bolvir, sobre una antigua propiedad de los Andreu, la saga de laboratorios que iluminó la Barcelona de los años 50. La prole de Madronita Andreu festonea entonces los anhelos de una dama que fue también una gran madre. Vilarrubí luce palos de golf Twin Marks Five-Star, una obra de arte hecha a mano por Stuart Hughes.

La esposa de Carles, Sol Daurella, presidenta de Coca-Cola Europacific Partners, se encarga del atrezo y de la estrategia, la forma y el fondo de una bizarra radical chik catalana, que ha levantado el vuelo, como heredera de la postguerra.

Pasados los años, Carles Vilarrubí, una de las caras del sector negocios de la antigua Convergència, vuelve a la primera línea de la actualidad con el inminente el juicio oral al clan Pujol. El expresident, sus siete hijos y 16 personas más, incluidos los empresarios Luis Delso, Carles Sumarroca y el mismo Vilarrubí se sientan ahora en el banquillo de los acusados.

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La afición de Vilarrubí a los greens se despereza unos años antes, junto al antiguo campo pegado a La Ricarda de El Prat de Llobregat, el Jardín de los Bertrand i Serra, diseñado por Bonet, el arquitecto que levantó Punta Ballena en el Atlántico Sur y coordina la fase final de la Sagrada Familia. Sobre el verde, Villarrubí congenia con los Ribó, los Ventura o los García Nieto, en las tardes de flema británica a golpe de Ricard con hielo y limón, a la sombra de la pineda.

Ya no es el muchacho que acompañaba a Pujol de mitin en mitin y se ocupaba de la intendencia del líder. Ahora comparte con el primogénito de La Familia, Jordi Pujol Ferrusola, la afición a los deportivos, la categoría Indi y las 24 Horas de Le Mans. Ha vuelto la fiebre de la velocidad, el toque futurista que le confiere pátina al nacionalismo remolón, después de extinguirse la Pegaso de Wifredo Ricard, enterrada la Peña Rhin y desmontado el circuito de Terramar, en Sitges, el ignoto Monza catalán.

Mucho después de la juventud y la gloria, el recuerdo atraviesa el comedor del domicilio de los Pujol, con ventanal sobre la calle Ganduxer, en el que el president, su esposa, el consejero sacramental de La Familia, los hijos y algún buen amigo como Carles Vilarrubí se sientan en la mesa de los domingos.

La Fiscalía pide para el expresident nueve años de prisión y penas de entre 8 y 29 años para sus hijos y la exesposa de Jordi Pujol Ferrusola, Mercè Gironès. En el caso Pujol de la Audiencia Nacional, el mito se enfrenta demasiado tarde a un fallo de imposible aplicación, cuyos fundamentos se hacen increíbles para unos, excesivos para otros y cortos para los demás.

Casa Batlló

Rozamos 1996; el esplendor del Pacto del Majestic sitúa a Villarrubí en el consejo de administración de Telefónica y lo catapulta a la vicepresidencia de la Banca Rothschild en España. El sector negocios ya es un vendaval. El secretario general de Presidencia del Govern, Lluis Prenafeta, crea una empresa tenedora, Vilassar Internacional, destinada a ser accionista de un banco de nueva planta que vindicará las finanzas catalanas después del fracaso de Banca Catalana.

El depósito fundacional lo aportará Enric Bernat, el entonces presidente de Chupa Chups que, a través de una empresa aseguradora, pone su principal activo, la Casa Batlló del Paseo de Gracia, a disposición de la nueva entidad. Pero algo se tuerce y Bernat se desdice; el hombre del caramelo de palo solo juega con el valor intangible de la pieza arquitectónica que rediseñó Antoni Gaudí. Los bienes raíces son invendibles.

Los que tantos años después se sientan ahora en el banquillo del clan Pujol se enfrentan a delitos como blanqueo de capitales, falsedad documental o delitos contra la Hacienda pública. La apertura del juicio oral, acordada hace ya cuatro años por el juez de instrucción Santiago Pedraz, señala la fecha el próximo día 24 de noviembre.

Los negocios del Emérito

Detrás de la idea de crear un nuevo banco catalán late curiosamente la aspiración de la Corona de España. El embajador Manuel de Prado y Colón de Carvajal, testaferro de Juan Carlos I, aportará al negocio un sello internacional y el interés de los inversores del Golfo Pérsico. De Prado cuenta con su tenedora, Trébol Internacional, en la que Carles Villarrubí desempeña el cargo de CEO.

Al quedar interrumpido el proyecto, De Prado pone el foco en los negocios del Emérito. El embajador es consejero de Gran Tibidabo, la empresa creada por el financiero Javier de la Rosa que naufraga en un proceso judicial abierto contra el representante de KIO en España y sus socios. El bloqueo de la vía kuwaití abre las puertas a otros potenciales socios en el mundo de los petrodólares: Riad y Abbu Dabi serán los celosos depósitos de valor que refugian las mordidas reales. Los negocios de Convergència pasan por Andorra y se cimentan en plazas offshore como suelo invisible de los holdings holandeses.

La Justicia tiene una balanza inflexible. Entre las operaciones financieras de molde principesco hay dádivas, regalos y préstamos blandísimos. Son operaciones que ofrecen tiempo antes de ser restituidas. Exigen espera, no olvido.

Los Altos de Bonanova

Ex deportista, empresario y banquero Carles Vilarrubí fue vicepresidente institucional del FC Barcelona entre 2010 y 2017. Llegan los años del procés y, en el viejo Camp Nou, el grito de una minoría de apariencia mayoritaria perfora los tímpanos del socio benevolente. El ex jugador de hokey hielo lleva el deporte y la comunicación en los genes. Su domicilio en los altos de Bonanova es la casa del patín y la hípica.

En los años dorados de Messi, Xavi e Iniesta en el Barça, antes de los clásicos contra el Madrid, Vilarrubí reúne en su casa a lo más granado de la industria y las finanzas; nunca faltan Isidro Fainé y Florentino. Su mundo crece a partir de los equilibrios, pero empieza a periclitar cuando aparecen los implacables indepes que ponen en ridículo la estructura de las élites catalanas.

Durante el proceso contra el clan Pujol desfilarán ante el Tribunal 254 testigos, entre políticos, empresarios y agentes de los cuerpos policiales. Están citados Victoria Álvarez, expareja de Jordi Pujol Ferrusola; exdirectivos de la Banca Privada d’Andorra; el actual conseller de Justicia, Ramon Espadaler; el exconseller con ICV, Salvador Milà; el empresario Jordi Puig (hermano del exconseller Felip Puig) y el asesor fiscal Joan Anton Sánchez Carreté, entre otros.

Fusiones, adquisiciones y jinetes

El emprendedor que creó la agencia catalana del juego y las apuestas afila su perfil periodístico en el mundo audiovisual; es el impulsor de RAC 1 y de la Televisión del Grupo Godo (La Vanguardia). Mueve los hilos con facilidad en las tangentes del poder político, la empresa y el mundo de la información. Vilarrubí ha fundamentado una pequeña Fox nacionalista desde la que tiende puentes a nuevas actividades lucrativas.

Se crece como experto en fusiones y adquisiciones; es el intermediario que consigue socios a los Carulla, los Puig y a otros grupos familiares muy implantados. Desde el córner de Rothschild, pegado a Sarrià y sin anuncios luminosos, Vilarrubí mueve en el mercado y se confiesa en el Palau de la Generalitat.

Aureola el universo quejumbroso de Artur Mas hasta los infiernos de Quim Torra; aprovecha las migajas del pasado que ha dejado Pujol y los domingos cabalga, de salto en salto, por la pista de pruebas de Club de Polo. Como buen jinete, se acomoda al olvido y la velocidad de los caballos. Sus mejores años son historia.