
Vista del embalse de Foix al 100% de su capacidad, a 19 de marzo de 2025, en Castellet y Gornal, Barcelona
Cataluña, en alerta ante futuras sequías, mantendrá las desalinizadoras a pleno rendimiento
A pesar de la recuperación de los embalses, que se encuentran al 80% de su capacidad, el Ejecutivo catalán quiere anticiparse y las plantas seguirán funcionando al 75% de producción
Más noticias: El respiro temporal de los embalses, por Alberto Gimeno
Cataluña ha dejado atrás una de las sequías más largas y severas de las últimas décadas. Dos meses después de decretar su fin, los embalses de las cuencas internas se encuentran al 80% de su capacidad y los acuíferos inician un proceso de recuperación.
La sequía ha quedado atrás, pero puede volver. Por esta razón, el Govern no baja la guardia. A pesar de la cantidad de reservas almacenadas, las desalinizadoras continúan hoy al 75% de su rendimiento máximo, una cifra muy por encima de lo que marca el actual Plan Especial de Sequía (PES), aprobado en 2020.
El Departamento de Territorio, Vivienda y Transición Ecológica, liderado por la consellera Sílvia Paneque, apuesta por seguir produciendo agua desalada de forma estructural, como una forma de anticiparse a futuros episodios de sequía, cuya frecuencia y duración podrían aumentar por el impacto del cambio climático.
Razones técnicas y políticas
Fuentes de la Agencia Catalana del Agua (ACA) justifican a Crónica Global varios motivos para mantener el ritmo actual de desalinización. Uno de los principales es la necesidad de “ralentizar el ritmo de descenso de los embalses” para recuperar el acuífero del delta del Llobregat, una fuente estratégica de agua que aún está muy por debajo de sus niveles óptimos.

Embalse de Foix al 100% de su capacidad Europa Press
Mantener las desalinizadoras en funcionamiento permite preservar el agua embalsada durante más tiempo, evitando así que las reservas acumuladas se evaporen o se agoten rápidamente ante un aumento del consumo durante los meses más calurosos.
A esto se suma otro argumento clave: cumplir con los acuerdos del río Ter, que establecen que Barcelona debe reducir su dependencia del agua procedente de los embalses de Sau y Susqueda.
Hacia un nuevo modelo hídrico
Esta estrategia de resiliencia hídrica forma parte de una hoja de ruta más amplia que el nuevo Govern pretende consolidar en esta legislatura. La directora general de Transición Hídrica, Concha Zorrilla, ya adelantó en una entrevista a Crónica Global que el objetivo es que en cinco años el 70% de la demanda de agua en Cataluña pueda garantizarse con fuentes no dependientes de la lluvia.
Para lograrlo, el Govern prevé aumentar en 280 hectómetros cúbicos la disponibilidad total de agua mediante un plan que incluye desalinización, regeneración, eficiencia en redes y aprovechamiento de nuevas cuencas como la del Besòs.
“Los expertos avisan de que vamos hacia la desertificación de esta zona. Los análisis del mundo científico nos dicen que de aquí al 2050 tendremos una disminución de los caudales de los ríos que puede llegar al 15% o 20%”, advirtió Zorrilla.
Nuevas infraestructuras en camino
En este contexto, la desalinización se posiciona como un pilar fundamental del modelo hídrico catalán. “Hace 30 años ya se hablaba de la necesidad de instalaciones para tener agua sin depender de la lluvia. Y, en esta legislatura, hay un acuerdo de Govern para tener las infraestructuras necesarias dentro de cinco años para desvincular la demanda del agua de la precipitación en un 70%”, detalló Zorrilla.

Vista del pantano de Riudecanyes, en Tarragona, seco por la sequía
Precisamente, en las próximas semanas está previsto que se firme el convenio entre el Estado y la Generalitat para licitar las obras de ampliación de la desalinizadora de la Tordera, que podría iniciar las obras a finales del verano. Una segunda infraestructura, la desalinizadora del Foix, seguirá el mismo proceso administrativo. Ambas deberían estar operativas en la primera mitad de 2029, señalan fuentes del Ejecutivo.
Críticas ecologistas
Sin embargo, esta apuesta por la desalinización estructural no está exenta de críticas. Desde entidades ecologistas como Aigua és Vida alertan de los impactos sociales y medioambientales que conlleva esta tecnología. “La desalinización no puede convertirse en una fuente estructural. Consume mucha electricidad y encarece el precio del agua. Debería reservarse para situaciones de emergencia, y lo que hace falta es limitar el consumo de quienes más gastan y contaminan”, denuncian desde la entidad.

Las fuentes de Plaza Cataluña de Barcelona están vacías por la emergencia por sequía que sufre Cataluña
La ACA, por su parte, defiende que el coste de la desalinización ya está incorporado en la tarifa actual del agua y que no se ha detectado ninguna afectación ambiental relevante. “La salmuera se vierte a kilómetros mar adentro, y los controles garantizan que no haya un impacto negativo sobre los ecosistemas marinos”, indican fuentes de la agencia a este medio.
Una estrategia de largo recorrido
Con la experiencia de la última sequía aún reciente y los efectos del cambio climático en aumento, el Ejecutivo de Illa ha decidido anticiparse. La apuesta por mantener las desalinizadoras a pleno rendimiento —aunque suponga contradecir los protocolos del Plan Especial de Sequía— revela una nueva aproximación a la política hídrica catalana: más preventiva, más estructural y menos dependiente de la climatología.