Junts reta a Sánchez para distanciarse de ERC en plena crisis independentista
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El independentismo está en sus horas más bajas. La rivalidad entre Esquerra Republicana (ERC) y Junts per Catalunya no hace más que intensificarse en este contexto de crisis. El divorcio entre los dos partidos, que se materializó con la salida de los convergentes del Govern de Pere Aragonès, no fue más que el inicio de una pugna entre ambas formaciones para recuperar la iniciativa.
Este lunes, el líder de Junts, Carles Puigdemont, anunció que su formación había solicitado una cuestión de confianza al presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, alegando el incumplimiento de los acuerdos sellados hace un año: amnistía, uso del catalán en Europa y competencias en inmigración.
Sin embargo, sólo el presidente puede activar ese mecanismo, algo que desde el Ejecutivo rechazaron de inmediato.
Estrategia para marcar distancias
El anuncio de Puigdemont no es solo un gesto simbólico, sino una estrategia para diferenciarse de ERC y ganar protagonismo dentro del independentismo.
Con las elecciones internas de ERC a la vuelta de la esquina, donde Oriol Junqueras podría reforzar su liderazgo, Junts busca consolidarse como la fuerza "más exigente" frente al PSOE, destacando un perfil de oposición, que contraste con el tono negociador de los republicanos.
Todo ello, con la negociación de los presupuestos generales encima de la mesa: Sánchez necesita el apoyo de las dos formaciones independentistas para sacarlos adelante.
El propio Puigdemont intenta presentar a Junts como un socio menos complaciente que ERC en su relación con el Gobierno.
Este movimiento también se enmarca en un año en el que tanto Junts como ERC han tenido que redefinir sus liderazgos tras los malos resultados en las últimas elecciones catalanas, especialmente en el caso de los republicanos.
Los socialistas, liderados por Salvador Illa, no solo recuperaron el poder tras 14 años, sino que han desplazado a las fuerzas independentistas al margen del tablero político catalán.
Rivalidad en los acuerdos
La rivalidad se traslada ahora a las instituciones y a los mensajes hacia sus bases. Ambos partidos intentan mostrarse como los verdaderos guardianes de los intereses del independentismo en un momento en el que este sector enfrenta un desgaste evidente.
La gestión de acuerdos como la ley de amnistía, las competencias en inmigración o la financiación singular han sido objeto de reproches mutuos.
La dinámica actual es clara. Este juego de equilibrios refleja no solo la enemistad entre ambas formaciones, sino también la falta de una estrategia unitaria en el independentismo.
Un 'procés' en punto muerto
A pesar del apoyo fiel que tanto Puigdemont como Junqueras mantienen en sus respectivos partidos, sus liderazgos parecen estar lejos de ofrecer las respuestas que el movimiento necesita para revitalizarse.
Desde el referéndum del 1 de octubre de 2017, el desgaste político y social ha sido notable. Los debates sobre el procés han perdido peso en la sociedad catalana, que hoy prioriza otras cuestiones. De hecho, un 54% de los catalanes se opone a una Cataluña independiente, según la tercera ola del Barómetro de Opinión Pública de este año.
El independentismo no solo ha sufrido derrotas electorales, sino también una fragmentación interna que dificulta cualquier intento de recuperar la centralidad política. En este escenario, el enfrentamiento entre Junts y ERC por liderar el espacio independentista podría perpetuar la parálisis independentista.
Un horizonte incierto
El movimiento anunciado por Junts esta semana, aunque de cara a la galería, deja entrever una lucha de fondo por recuperar protagonismo en un terreno que ha cedido al PSC y a otras formaciones.
Mientras tanto, la pugna entre ERC y Junts promete seguir siendo el eje de la política independentista catalana en los próximos meses, incluso cuando las bases que sostenían el procés parecen haberse desplazado hacia otras prioridades.