Pocos auguraban un final distinto al que, si nada lo impide, se va a producir en los próximos días: ERC y los Comuns harán presidente de la Generalitat a Salvador Illa tres meses después de las elecciones catalanas que lo auparon a lo más alto, pero sin mayoría para gobernar. Ahora, después de que tanto las bases republicanas, por un lado, como las juventudes del partido –representadas en el Parlament por Mar Besses–, por el otro, hayan avalado la investidura del candidato del PSC, empieza una nueva etapa en Cataluña.
La investidura de Illa es el paso natural ante los últimos acontecimientos: el PSC fue, por primera vez, el ganador en votos y escaños el 12M; el independentismo perdió la mayoría, y la repetición electoral auguraba unos resultados similares. De este modo, y tras las concesiones que se ha comprometido a hacerle al nacionalismo, desde una “financiación singular” hasta una consejería del catalán, el exministro de Sanidad tiene vía libre para gobernar cuatro años tras más de una década en la que el independentismo ha secuestrado la Generalitat y ha desarrollado el procés desde las instituciones.
“Cómplice de perseguir al independentismo”
Lo hará, eso sí, tras las cesiones y también gracias al cambio de opinión –ese concepto tan de moda en la política– de las juventudes de ERC, que hace apenas unas semanas “inhabilitaban” a Illa como president y lo llamaban “cómplice” de “perseguir y espiar” al independentismo “sin complejos” porque se sabe “impune”, en palabras de Besses. La misma diputada que ahora investirá ahora al “candidato del 155”, el unionista al que las juventudes republicanas no podían “permitir” que “se apoderase” del Govern.
Antes de la jornada electoral también dijo que el PSC no tenía “ninguna propuesta para promover la lengua” -entendiendo como tal la catalana-, y que “su proyecto para Cataluña” era convertir la autonomía “en una sucursal de la Moncloa”, donde gobierna el PSOE del voluble Pedro Sánchez. Igual de voluble que Illa, pues esas reflexiones de Besses de produjeron cuando el futuro president se refirió como “cosita electoral” a la sugerencia de Pere Aragonès de crear una consejería del catalán. Una de las reivindicaciones que ha terminado por aceptar para llegar a la Generalitat, entre otras referidas a la lengua catalana y en materia económica y fiscal.
Consecuencias del incumplimiento
Y son esas promesas, precisamente, a las que se refiere Besses para justificar su cambio de opinión acerca de la investidura de Illa, del que, pese a todo, mantiene que no se “fía” y le avisa: si no cumple lo firmado, “habrá consecuencias”. Es decir, le retirará su apoyo.
Por el momento, las Joventuts d'Esquerra Republicana (JERC) sacan pecho de poder “condicionar la mayoría parlamentaria”. Y reconocen que se conforman con menos de lo que querían, aunque no es poco: “La apuesta por la resolución del conflicto político a través de la votación de la ciudadanía”, el “avance significativo hacia la soberanía fiscal”, la “defensa y el impulso del catalán”, y la enmienda “de las propuestas más de derechas del PSC para mantener las políticas impulsadas por el Govern” de ERC.
Mayoría absoluta
Sea con los argumentos que sea, el sí de Besses confirma el pleno de la bancada republicana (20 diputados) a Illa que, unidos a los 42 del PSC y a los 6 de los Comuns, aseguran la investidura del socialista por una mayoría absoluta raspada (68 votos) en primera votación. Un pleno aún sin fecha, pero que sólo podría retrasarse si regresara a Cataluña el líder de Junts y máximo responsable del referéndum ilegal y unilateral del 1-O, Carles Puigdemont, y fuera detenido.
Pero mientras Besses y el resto de ERC presionan al futuro Govern y se benefician del acuerdo, las juventudes constatan “la necesidad urgente de tender puentes entre la izquierda independentista y la soberanista para trazar una estrategia común” hacia la “liberación social y nacional de los Països Catalans”. Y ya han recibido la primera respuesta, de las juventudes de Junts, que ven en el sí crítico a Illa “algo irreversible”, y que no se puede entender si no es por “interés exclusivamente partidista”. Si no vuelven a cambiar de opinión.