La Assemblea Nacional Catalana (ANC) ha iniciado una nueva etapa bajo el liderazgo de Lluís Llach. Pero no es el cantautor el que controla la entidad independentista, sino el expresidente de la Generalitat Carles Puigdemont. El fugado es quien maneja los hilos desde Bruselas y maniobra para convertir la ANC en una extensión de Junts.
De ahí que una de las primeras iniciativas que ha llevado a cabo el exdiputado de Junts pel Sí haya sido la de convocar una manifestación el 13 de julio para rebelarse contra el Gobierno y calentar a los independentistas con un supuesto retorno de Puigdemont que está lejos de producirse. Hoy por hoy, el Tribunal Supremo mantiene vigente la orden de detención y el fugado reconoce a su círculo de confianza que no se presentará en el Parlament para la investidura.
Las fuentes consultadas por este medio aseguran que Llach es tan solo la “cara visible” de la nueva ANC tras la etapa de Dolors Feliu, plagada de polémicas y batallas internas. Entre las más sonadas, la lista cívica que planteó para las elecciones autonómicas y que fracasó entre sus propias bases.
La obsesión de Llach: presionar a ERC
Con Llach al frente de la organización que antaño funcionó como lobi, Puigdemont se garantiza también el control del mensaje que se debe trasladar a su electorado. Dicho mensaje está orientado a ejercer presión sobre una Esquerra Republicana que tiene en sus manos el futuro del Govern. Los de Marta Rovira y Oriol Junqueras serán los responsables de decidir entre dos opciones: la de un Govern en minoría de PSC, a cambio de la financiación singular; o la de un bloqueo que llevaría a una repetición electoral.
Esta última supondría un tiro en el pie para una fuerza que ya se ha hundido en los 20 escaños, pero es la deseada por Puigdemont, que quiere protagonizar el "remate" final a sus exsocios. Por ello, utiliza a Llach de mensajero hasta el punto de decir que ERC es un partido “importante y muy necesario, siempre que sea obediente al independentismo”.
Pere Pugès y sus reuniones con Puigdemont
El control de Puigdemont de la ANC a través de Llach se ha cocinado a fuego lento. Uno de los nombres que han saltado a la palestra ha sido el de Pere Pugès, muy cercano al expresidente fugado. Según han explicado a este medio, el que es uno de los fundadores de la entidad en 2011 ha tenido visitas “regulares” con Puigdemont “para cambiar los liderazgos de la ANC”. Su intención era situar al frente a Lluís Llach y “dejar morir a la entidad”, que en ese momento planeaba una lista cívica que Puigdemont quería evitar al considerar que se perderían votos independentistas por el camino.
Las mismas voces apuntan que Puigdemont “lo controlaba todo” e hizo “asociar a la ANC muchas personas cercanas a Junts”. Casualidad o no, Llach fue uno de los contrarios a la iniciativa de la lista cívica. Y sus deseos se han hecho realidad.
Perfil “tóxico”
Los afines a Pugès le definen como “una persona comprometida con la nación catalana”, mientras que sus enemigos le tildan de “oscuro y maquiavélico”. Un perfil “tóxico”, aseguran, y que es especialmente odiado en Sant Cugat del Vallès y Barcelona. Sin embargo, sí reconocen que ha conseguido “hacerse una red muy potente” basada en Girona. Precisamente, la provincia bajo el control de Puigdemont, en cuya capital se fogueó como alcalde.
Las mismas voces afirman que lleva, como mínimo, “dos años confeccionando una estrategia” para controlar la ANC a través de figuras como Lluís Llach, al que califican de mero “títere”. “Es una persona cercana a Puigdemont, lo que le dota de un poder añadido”, aseguran.
Es este poder por delegación el que los contrarios a Llach querían evitar a toda costa. Son los mismos que avisan cuál podría ser su siguiente objetivo: “Modificar los estatutos para que los antiguos secretarios nacionales de la ANC puedan volver a tener cargos”. De este modo, Pugès se garantizaría “su ansiado regreso” construyendo una entidad a su medida y a la de Puigdemont, quien mantendría blindado su control sobre la ANC y su influencia sobre un movimiento independentista desmovilizado, pero aún capaz de alimentar los miedos de ERC.