ERC ha sido destronada de su posición hegemónica en el independentismo y se ha hundido hasta los 20 escaños en las elecciones catalanas del 12 de mayo. Incapaz de sacar rédito a la gestión de Pere Aragonès como president de la Generalitat y a las concesiones que ha obtenido del Gobierno de Pedro Sánchez desde que éste llegó al poder en 2018, el acoso y derribo por parte de Junts ha acabado haciendo mella en la formación.
Especialmente a raíz de que los de Carles Puigdemont obtuvieran siete escaños en los comicios generales del año pasado, convirtiéndose en llave de la gobernabilidad en España y logrando capitalizar en gran parte la amnistía que, esta misma semana, se ha publicado en el Boletín Oficial del Estado (BOE).
ERC permite que Junts lleve la voz cantante
Ahora es Junts quien lleva la voz cantante del independentismo en el Parlament gracias a los 36 diputados obtenidos por Puigdemont en las elecciones de mayo, pero ERC ha decidido concederle más poder pactando entregarles la presidencia del Parlament pese a que el PSC se la había ofrecido a los republicanos a cambio de allanar el terreno a la investidura de Salvador Illa.
El resultado: el posconvergente Josep Rull presidirá la Cámara a la par que ejerce como “soldado” de Puigdemont, controlando el calendario de la investidura y la ronda de consultas. Ahora, ERC puede seguir dando oxígeno a un fugado que quiere enterrar sus promesas de abandonar la política si no sale elegido president o, por el contrario, optar por dar pasos para acercarse a un acuerdo con el PSC.
Junqueras, en su campaña particular
Pero la decisión no es tarea fácil. Y es que en ERC conviven varios “liderazgos” que, en estos momentos, ejercen influencia en la estructura del partido y su militancia, así como están en disposición de articular algún tipo de diálogo formal o informal con el resto de partidos con representación parlamentaria.
Es el caso de Oriol Junqueras, que formalizó su dimisión el pasado lunes como presidente de ERC para volver a optar al mismo cargo en el congreso del 30 de noviembre, una vez haya hecho campaña entre la militancia y se haya repuesto del desgaste de las autonómicas del 12M. Ahora, el exvicepresidente del Govern no es quien pilota las negociaciones con el resto de partidos, pero sigue ejerciendo “una enorme ascendencia” sobre los afiliados después de haber pagado sus delitos del procés con la prisión.
Junqueras no quiere repetición electoral
En este sentido, cobran importancia sus palabras de ayer miércoles, anunciando que se autodescartaba como candidato en caso de repetición electoral porque en octubre -fecha en la que se producirían los comicios- seguiría inhabilitado.
La realidad es más compleja. Junqueras, como buena parte del partido, no quiere ni oír hablar de repetición electoral. En primer lugar, porque no podría ser el candidato y sufriría un nuevo revés como uno de los principales dirigentes de ERC. En segundo lugar, porque si hay nuevas elecciones se abrirá el melón de la lista unitaria con Junts, el partido que más daño ha hecho a los republicanos en los últimos años y que, ahora, pretende fagocitarles aprovechando su momento de debilidad.
Los partidarios de pactar con el PSC
El exconseller de Economía necesita tiempo para sí mismo y quiere el mismo tiempo para que ERC salga de la UCI de los 20 escaños. Es por ello que ha abogado por un pacto de investidura “razonable”, aunque sea con el PSC. Una dirección en la que ya se manifestó Joan Tardà, que pidió no “bloquear” una investidura de Illa. Cabe destacar que ambos políticos, junto con Gabriel Rufián, Lluís Salvadó y el grupo parlamentario del Congreso, son de la misma familia a nivel interno.
Por ello, que Junqueras ya esté haciendo campaña entre la militancia para repetir como presidente en el congreso de noviembre, puede decantar la balanza a favor de que el partido apoye la investidura del socialista. En estos momentos, parte de la militancia “no ve con malos ojos facilitar la investidura como mal menor” para seguir influyendo en la Generalitat y acceder a cargos bien remunerados, admiten a este medio fuentes republicanas.
Por eso, la votación del partido en Barcelona -capitaneado por Elisenda Alamany- sobre si han de entrar o no al gobierno de Jaume Collboni en el Ayuntamiento será un termómetro perfecto para tomar el pulso a los ánimos de los republicanos y facilitar el entendimiento en el Parlament. “Ni batacazo ni lista unitaria”, sentencian voces de la formación que se inclinan por un acuerdo con el PSC.
Rovira y su acercamiento a Junts
Enfrente se sitúa Marta Rovira, quien dio un paso a un lado tras los malos resultados electorales del 12M y pidió dar entrada a “nuevos liderazgos”, pero que se encuentra en el puente de mando de las negociaciones para la investidura y aprieta “al límite” para ponerle el gobierno difícil al PSC. También se encuentran en escena otros perfiles como Josep Maria Jové, un veterano de la fontanería interna y los acuerdos con los socialistas, pero no tiene “poder real” frente al de Rovira.
“Ella es la culpable de que Rull presida el Parlament y es la que quiere lista unitaria”, le recriminan quienes ven en Rovira la voluntad de repetir elecciones antes que hacer president a Salvador Illa. A su favor, otras voces ponen en valor que trabaja por la regeneración del partido y que “tiene menos apego al poder que Junqueras”, además de buena relación con gran parte del Govern saliente de Aragonès.
Rovira, ¿la cara de un nuevo batacazo?
En las últimas horas, Junqueras ha sugerido la posibilidad de que Rovira fuera la candidata de ERC en caso de elecciones en octubre, tal vez conocedor de que es la estrategia de la secretaria general la que hace peligrar la repetición electoral en la que ERC se llevaría otro batacazo. Este mal pronóstico es compartido por la gran mayoría del partido, pero el temor a ser tildados de botiflers en caso de no seguirle la corriente a Puigdemont con su investidura fallida es igualmente paralizante para los republicanos.
Con todo, habrá que ver cómo evoluciona en las próximas semanas la batalla por el poder dentro de ERC. Un partido que lleva años actuando con una alta dosis de pragmatismo, pero que desde el 12M vive instalado en la conmoción por sus resultados electorales y por el miedo a los ataques del líder de Junts. Una crisis interna que tendrá consecuencias sobre el gobierno de todos los catalanes.