El batacazo electoral que se ha pegado Esquerra Republicana en las elecciones del 12 de mayo aleja la formación de un tripartito. Los republicanos necesitan tiempo para digerir que han pasado de presidir la Generalitat a tener 20 escaños -13 menos que en 2021-, por lo que un gobierno en solitario y cohesionado bajo el paraguas del PSC, con 42 diputados, es ahora la fórmula que se plantea el primer secretario del partido y ganador de las elecciones, Salvador Illa.
El socialista no ha escondido durante la campaña electoral su afinidad con las fuerzas progresistas con representación en el Parlament. Pero la debacle de Pere Aragonès –que dimitió horas más tarde- ha terminado por alumbrar el camino hacia un gobierno monocolor con acuerdos puntuales para sacar a Cataluña de la situación de fragilidad e inacción que ha estado padeciendo durante los diez años del procés.
Un grupo parlamentario fuerte
La cohesión que a menudo ofrecen los gobiernos configurados por un solo partido, junto con un nutrido grupo parlamentario de 42 diputados, podría ser un aliciente para que Illa evite sellar un acuerdo de coalición tras superar el debate de investidura. A fin de cuentas, parte de sus mensajes de campaña han ido dirigidos a evidenciar la inestabilidad que Cataluña ha sufrido bajo los gobiernos de dos partidos, Junts y ERC, a merced de la CUP.
Además, los socialistas poseen nueve escaños más que los que tuvo ERC (33) en la pasada legislatura, habiendo éstos logrado sobrevivir hasta prácticamente el final del mandato, cuando los vetos cruzados frustraron la aprobación de los presupuestos de 2024.
Las europeas congelan las negociaciones
También existen factores externos al PSC que empujan en esa dirección, como las turbulencias internas que sufre ERC. Con sus cuadros en estado de shock por la abrupta marcha del president Aragonès y el igualmente abrupto anuncio de Oriol Junqueras de perseguir el liderazgo de la formación, para después dar un paso al lado forzado por la ejecutiva de la formación, sus dirigentes quieren evitar un nuevo golpe a su credibilidad pasando a repartirse las consejerías con el PSC tras años de cordones sanitarios y reproches constantes.
Por otra parte, las elecciones europeas congelarán el calendario de las negociaciones para la investidura de Salvador Illa y tal situación, paradójicamente, también puede acabar contribuyendo a la formación de un gobierno en solitario.
Y es que, si bien durante las próximas semanas pueden producirse acercamientos entre los equipos negociadores de las distintas fuerzas políticas, no será hasta después de los comicios del 9 de junio cuando se sellen los acuerdos o, al menos, cuando puedan realizarse los correspondientes anuncios públicos.
El precedente del Ayuntamiento de Barcelona
La aversión al riesgo electoral, o lo que es lo mismo, el temor de los partidos a que sus movimientos tengan represalias en el voto de la ciudadanía en las elecciones europeas, favorecen estrategias de negociación conservadoras y no invitan a firmar un acuerdo de coalición.
Es decir, un caso similar al que ha sucedido en el Ayuntamiento de Barcelona, donde Jaume Collboni ha gobernado en minoría desde hace casi un año por el temor de sus posibles socios a salir trasquilados en las elecciones catalanas.
También la elección de compañeros de viaje hubiera condicionado al PSC en su estrategia de campaña. Ahora, los comicios europeos son ese horizonte cercano que evita que los partidos catalanes pisen el acelerador y, una vez se produzcan, es probable que tanto Illa como Collboni puedan avanzar en la gobernabilidad en ayuntamiento y Parlament, respectivamente.
La debilidad de los comunes
Tampoco hay que olvidar que los comunes han retrocedido en dos diputados respecto a la legislatura anterior, quedándose con seis escaños. Con dicha fragilidad parlamentaria, está por ver que los de Jéssica Albiach tengan la capacidad de imponerse en las negociaciones y entrar en el gobierno, cuando ERC no se plantea entrar teniendo 20 diputados.
Ambas formaciones podrían acabar entrando en el sottogoverno para compensar que den luz verde a la investidura de Illa o a pactos puntuales con el PSC, de forma similar a como ha ocurrido en el Ayuntamiento de Barcelona, donde los de Ada Colau ocuparon algunos cargos relevantes de la Administración. No obstante, hasta ahora, han sido incapaces de lograr que el alcalde les incluya en el Ejecutivo.
Pactos transversales
En contra de este planteamiento juega el hecho de que el Govern socialista tendría que sudar por asegurar los 68 votos necesarios en cada una de sus iniciativas, mientras que la coalición le garantizaría un colchón parlamentario más grueso y cierta tranquilidad.
No obstante, la fórmula del gobierno en solitario tiene amplios apoyos entre la élite económica y empresarial de Cataluña, según las fuentes consultadas por Crónica Global, ya que permitiría llegar a pactos tanto dentro del espectro progresista como con otros grupos como Junts o el PP. De manera que se podrían tejer amplios consensos para, por ejemplo, poner en marcha proyectos estratégicos para el desarrollo económico de Cataluña.
Constitución de la Mesa del Parlament
Un gobierno monocolor, capaz de pactar en dos direcciones diferentes y respetando las distintas sensibilidades. Un anticipo que podría producirse en la constitución de la Mesa del Parlament, donde no se descarta que los populares tengan un representante después de años desaparecido en este órgano. Todo un guiño a los de Alejandro Fernández de cara a futuros nuevos acuerdos, si las circunstancias lo exigiesen.
Con todo, la promesa de Salvador Illa de conformar un gobierno transversal que cuente con profesionales de prestigio también allanaría el camino a que el PSC gobierne solo, sin descartar que, con el paso del tiempo, se incorpore algún partido al Ejecutivo para garantizarse más apoyos en el curso de la legislatura. Enfrente, pese a las escenificaciones de Carles Puigdemont, no existe alternativa.