Carles Puigdemont ha provocado un nuevo giro de guión en la escena política catalana al afirmar que volverá a Cataluña el día de la investidura, aunque pierda las elecciones. Con ello, ha descafeinado el discurso triunfalista con el que salió a anunciar su candidatura a las elecciones catalanas del 12M: el pistoletazo de salida de una campaña electoral personalista en la que no descartaba acabar siendo detenido por las autoridades españolas.
Ahora, el fugado ha adoptado un tono diferente y ha ahondado en planteamientos más realistas, dejando en el aire la posibilidad de ser derrotado en los comicios y su abandono de la política. Puigdemont no se ve en la oposición, ni quiere estarlo. Un discurso en el que los pragmáticos de Junts ven una oportunidad para iniciar la transición hacia la sociovergencia.
Los partidarios del 'peix al cove'
Este sector del partido, que celebró que Junts permitiera la investidura de Pedro Sánchez y pusiera en marcha una estrategia de peix al cove -no sin someter al presidente del Gobierno a continuos sobresaltos en el Congreso-, ha percibido como “lógico” el anuncio de Puigdemont.
Y es que, después de seis años y medio en el “exilio y de haber sido un icono independentista", estar en la oposición no parece un destino muy apetecible para el expresident. Sí advierten de lo contraproducente que supone este pronunciamiento en unos momentos en los que “nadie está muy ilusionado” con su regreso al “espíritu de 2017”.
Alas al PSC
Los más moderados de Junts creen que la “amenaza” de que si Puigdemont no es presidente dejará la política alimenta las “razones” de parte del electorado para votar a los socialistas. Es decir, que los mensajes del fugado, tanto los más beligerantes y propios del 2017 como los que deslizan una posible retirada, están “dando alas al PSC”, a quienes ven “encantados” de que las elecciones se hayan convertido rápidamente en un plebiscito, según ellos, entre Puigdemont y Salvador Illa.
"Conforme avance la campaña, el voto unionista será para los socialistas", se aventuran los mismos neoconvergentes que verían deseable un pacto de sociovergencia tras las elecciones.
Puigdemont y su influencia
Pero no será tarea fácil articular una coalición de estas características, ya que también ponen en duda la salida de Puigdemont, quien seguiría ejerciendo una “influencia importante” durante las negociaciones, pese a dar un paso a un lado si no tiene la mayoría para ser president.
De este modo, el pacto entre PSC y Junts sería “inviable” mientras Puigdemont siga teniendo voz en el partido, y no le ven desentendiéndose ni soltando las riendas del mismo a corto plazo, pese a que pudiera obtener un mal resultado electoral. Una prueba es, para las mismas voces, cómo “ningunea” a Illa y quiere debatir con el presidente Sánchez directamente. Una estrategia apuntalada por el secretario general Jordi Turull, al etiquetar al candidato socialista como “delegado de la Moncloa” en una conferencia en el Nueva Economía Forum la semana pasada.
Josep Rull, número tres
Por tanto, la sociovergencia sería un horizonte a alcanzar en el futuro y, hasta entonces, el partido seguirá viviendo una suerte de transición bajo la telaraña de Puigdemont. Un escenario en el que cobra relevancia la designación de Josep Rull como número tres. Un político clave en la estructura convergente que tendrá que ejercer un papel clave en tiempos difíciles, pero lo hará sin librarse del yugo del expresidente huido, quien tendrá “agenda y voz propia” y mantendrá “encorsetado” al partido en el corto y el medio plazo.
“Nadie levantará la voz”, advierten quienes recuerdan que Puigdemont creó la Crida, Junts y el chiringuito del Consell de la República para seguir influyendo y no dejarse arrebatar el liderazgo del espacio neoconvergente.
Junts, rehén de Puigdemont
El peligro radica en que el “hiperliderazgo” del fugado acompleja a los cuadros y dirigentes de Junts, hasta tal punto que muchos creen que al expresident “no se le puede recriminar nada” tras la “represión” que ha sufrido en los últimos años. Otros no levantan la voz por miedo a perder posiciones en el tablero político de la formación, de movimientos complejos tanto en campaña electoral como fuera de ella.
Diferente es la situación a puerta cerrada, donde muchos manifiestan sus dudas y su incomodidad al ver a una fuerza histórica rehén de una sola persona. Habrá que esperar a las elecciones del 12 de mayo para ver si esta situación empieza a cambiar.