El presidente de ERC, Oriol Junqueras, ha irritado a los funcionarios de prisiones con sus declaraciones sobre las protestas en los centros penitenciarios motivadas por el asesinato de Núria López, la cocinera de la cárcel de Mas d’Enric (Tarragona), a manos de un interno que después se suicidó.
“Estoy seguro de que la inmensa mayoría de los funcionarios y trabajadores están convencidos de que el modelo penitenciario de Cataluña es bueno”, arrancaba el republicano en una entrevista en Nació Digital. Si el sistema no mejora, añade, será porque “los comunes y Junts tumbaron los presupuestos”. “Pero desde ERC estaremos a su lado”, se dirigió a los trabajadores.
“Estoy seguro de que los que protestan no representan a la mayoría y lo puedo constatar viéndoles las caras, porque muchos sé quiénes son”, añadió Junqueras en referencia a los trabajadores públicos con los que coincidió durante su paso por Lledoners, prisión en la que cumplió buena parte de los tres años y ocho meses (salvo una breve estancia en Soto del Real y Estremera) que permaneció en prisión antes de ser indultado de los delitos de sedición y malversación.
Un módulo sin conflictividad
Las palabras de Junqueras han escamado a la plantilla, que sostiene que la cárcel por la que pasaron el exvicepresident del Govern y el resto de líderes del procés --Jordi Sànchez, Jordi Turull, Joaquim Forn, Jordi Cuixart, Josep Rull y Raül Romeva-- poco tiene que ver con la situación actual de las prisiones catalanas, cada vez más violentas.
“La cárcel se adecuó para los presos del procés”, apostilla una fuente del entorno penitenciario, que sostiene que antes de que los siete llegasen al centro emplazado en Sant Joan de Vilatorrada (Barcelona) los reclusos más peligrosos fueron trasladados a otros módulos o, incluso, a otras cárceles. Así, cuando llegaron, los políticos pudieron disfrutar de un entorno “seguro” y fueron instalados en un módulo de “cero conflictividad”, el número 2.
En celdas individuales
Las voces consultadas recuerdan que, aunque no gozaban de privilegios con respecto a sus homólogos --niegan que disfrutaran de menús especiales o que pudiesen hacer otros horarios más flexibles--, sí dormían en celdas individuales, una situación que en aquel momento era posible porque la prisión estaba aproximadamente a un 70% de su capacidad.
Además, en su módulo, los presos eran de “perfil bajo”: estafadores, condenados por delitos contra la seguridad vial o aquellos que ya salían de permiso penitenciario. “Era un módulo muy tranquilo; de hecho, Junqueras llegó a dar alguna clase de historia”, recuerdan.
Enfado entre la plantilla
Por eso, critican, lo que Oriol Junqueras ha dicho “no ha sido acertado”, sostienen los funcionarios de prisiones, pues aseguran que la situación actual en los centros penitenciarios dista mucho de la que se vivió en aquel módulo: “Dentro de lo que supone estar en prisión, estaban bien”.
Aunque la vida de los presos del procés era muy similar a la de sus compañeros, lejos de las prebendas que algunos medios han recogido, los trabajadores sí aseguran que fueron tratados con mimo.
Recuerdan, por ejemplo, que cuando se pusieron en huelga de hambre, pese a que las directrices protocolarias del centro obligaban a que mantuviesen los mismos horarios que los demás presos y acudiesen al comedor, esta norma “se cambió”. “A raíz de aquello todo preso que se declaraba en huelga de hambre no tenía que ver a los demás comiendo”, aseguran.
Menos presos y más dóciles
Las fuentes consultadas estiman que la población carcelaria de este centro ha crecido desde entonces en aproximadamente 150 internos y de perfil más conflictivo. Sostienen que, en 2019, Lledoners era una cárcel mucho “más amable”, con unos 680 presos, frente a los más de 800 que alberga en la actualidad.
Por eso, sus palabras han incendiado los chats surgidos a raíz del asesinato de Núria López, que aglutinan más de 1.000 usuarios en Whatsapp y 3.000 en Telegram: “Que diga abiertamente y sin argumentos que somos una minoría nos molesta”.
Asumen, además, que sus declaraciones pisotean la lucha de los trabajadores “por echarle un cable a su compañera de partido, la consellera Gemma Ubasart, y al secretario de Medidas Penales, Amand Calderó”, de quienes piden su dimisión por no haber asumido ningún tipo de responsabilidad.
Los datos empeoran
El año en el que Junqueras ingresó en Lledoners (julio del 2018), hubo siete agresiones por parte de internos a funcionarios. Al año siguiente, cuatro y en 2020, sólo dos, según los datos recogidos por el sindicato Csif. Sin embargo, en 2021, coincidiendo con la salida de los líderes del procés tras aplicárseles el indulto, las agresiones se multiplicaron por cinco, elevándose hasta 10 en 2021, 17 en 2022 y 23 en 2023, de las cuales cuatro fueron graves.
Respecto al número de funcionarios heridos en 2018, año en el que entró el exvicepresident, fueron dos. En 2019 y 2020, con los líderes del procés en este centro (salvo cuatro meses en 2019 en los que fueron trasladados a Soto del Real), ningún trabajador de Lledoners necesitó atención médica. Lledoners fue, de hecho, la única prisión de Cataluña en la que no se registraron funcionarios lesionados, junto a la de mujeres de Wad Ras. Al año siguiente, 2021, hubo seis heridos, cinco en 2022 y cuatro en 2023.
La última agresión, este domingo
El último episodio violento se produjo precisamente este domingo, cuando un interno rompió uno cristal de una celda del Departamento de Régimen Cerrado (DERT), donde permanecía en aislamiento por protagonizar otros altercados, e intentó clavarle los cristales a los trabajadores que accedieron para reducirlo.
A uno de ellos llegó a apuñalarlo repetidas veces en el torso, sin que el cristal le alcanzara el pecho gracias al chaleco de protección que llevaba puesto. Eso sí, el trabajador recibió golpes en la cara y sufrió un corte en la mano.
Aun así, el presidente de ERC dice estar dispuesto a volver a la cárcel por el referéndum: “Si hiciese falta que algunos tengamos que regresar a la prisión lo haremos. Claro que lo haremos”.