En Cataluña y en Bruselas es un secreto a voces que Carles Puigdemont sabe que facilitar la investidura de Pedro Sánchez, evitando dar una segunda oportunidad a PP y Vox en una repetición electoral, es la única posibilidad que le queda de recuperar su vida en España. De ahí que, en los últimos días, el prófugo haya ido aparcando las escenificaciones, suavizando el tono con el PSOE y, lo más importante, se esté desvinculando de las exigencias de ERC, que reclaman no sólo la amnistía, sino también un referéndum de autodeterminación para investir al socialista.
Tal es el viraje silencioso de Puigdemont que, en su discurso por el sexto aniversario del referéndum ilegal del 1-O, no quiso hacer mención alguna a la amnistía, posicionándose como menos radical que el propio Pere Aragonès. Un escenario impensable antes de las elecciones generales del 23-J, cuando Junts se reivindicaba como guardián de las esencias del procés por no sentarse a dialogar con el Gobierno y ser inflexibles.
Un cambio de estrategia
Se ha notado el cambio de estrategia de Junts. El pasado 5 de septiembre, en una conferencia desde Bruselas, fue el propio Puigdemont quien abrió el melón de la amnistía como condición sine qua non para negociar. Hasta tal punto que esta medida de gracia se tomaba como una suerte de pago por adelantado y que tenía que producirse sí o sí antes de la investidura del candidato. Con ello, su intención era evidenciar que los de ERC habían sido unos flojos en los últimos años, y que su "mesa de diálogo" con el Gobierno no ha servido para nada -a pesar de haber logrado los indultos, la derogación de la sedición y la rebaja del delito de malversación en el Código Penal-.
Este posicionamiento público, si bien seguía la estela de intransigencia de Junts de los últimos años, generó un efecto -ahora indeseado- en ERC. Y es que los republicanos, conscientes de que el prófugo les comía la tostada incluso después de las generales, contraatacaron subiendo el precio de la investidura. El president de la Generalitat anunció que no sólo no se conforman con la amnistía, que dan por "descontada", sino que exigen un referéndum de autodeterminación.
Por primera vez en los últimos años, ERC entorpecía así el diálogo más que Junts.
El PSC habla claro
Estas palabras de los republicanos hicieron reaccionar a un PSC que, hasta entonces, había declinado posicionarse sobre una medida de gracia que no estaba asegurada y que, en caso de producirse, podía levantar ciertas ampollas entre su electorado. El líder del PSC, Salvador Illa, fue claro: según dijo, no habrá referéndum porque es una vía de "ruptura" y "división" contraria a la que defiende su formación.
El hecho de que los socialistas catalanes hayan levantado la voz dando carpetazo a esta exigencia ha hecho saltar todas las alarmas en un Puigdemont cuya única posibilidad de regresar a Cataluña es la de facilitar la investidura de Sánchez. Pero también ha puesto en guardia a otros políticos neoconvergentes implicados en el referéndum ilegal del 1-O, como Miquel Buch.
Los miedos de ERC
Quien sigue anclado en su posición ante los movimientos de Junts y PSC es ERC, que insiste en subir el precio de la investidura para taponar sus fugas de votos y evitar un escenario de pesadilla: enfrentarse a un Puigdemont rehabilitado en unas futuras elecciones autonómicas, mientras Illa sigue liderando las encuestas.
Sea como sea, habrá que ver quién gana el pulso esta vez, si un Junts que camina sobre las brasas de facilitar el regreso de Puigdemont y una investidura sin ser acusados de botiflers; o una ERC que busca el golpe de timón necesario para resurgir y salvar la presidencia de la Generalitat.