Moratorias hoteleras, superilles, veto a nuevos supermercados y agencias de viaje en el distrito del Eixample… Las políticas que la alcaldesa Ada Colau ha aplicado en los últimos ocho años han tenido efectos muy negativos para el comercio y, en consecuencia, para la economía de Barcelona. Pese a ello, la ciudad resiste y mantiene su músculo inversor y sigue atrayendo a nuevas marcas. ¿Qué ocurriría si se produjera un cambio de gobierno? “Barcelona saldría disparada como un cohete”, asegura Miquel Laborde, fundador junto a Gerard Marcet de la consultora Laborde Marcet, experta en gestión inversora e inmobiliaria.

Laborde asegura que las políticas actuales “no terminan de sacar todo el potencial que tiene una ciudad como Barcelona” y “sin negocios, no hay comercio, y sin comercio, nuestra economía no terminará de despegar”. Advierte de la inseguridad jurídica que provoca la publicación de ordenanzas y moratorias “de forma improvisada y sin ningún tipo de diálogo. Barcelona, ni ninguna ciudad, puede vivir en una utopía”.

Miquel Laborde, fundador junto a Gerard Marcet de la consultora Laborde Marcet, experta en gestión inversora e inmobiliaria

Califica de “devastadores” los efectos regulatorios de los comunes, pero también se muestra optimista respecto al futuro de una “ciudad maravillosa”, siempre y cuando en mayo se produzca un cambio de gobierno.

El experto cree que Barcelona ha demostrado su capacidad de resiliencia tras un atentado terrorista, una pandemia o el proceso independentista. Pero determinadas iniciativas del gobierno de Colau impiden despegar a la capital catalana.

Supermanzanas

Entre esas iniciativas destaca las construcción de supermanzanas que, afirma Laborde, han tenido un efecto contraproducente en los comercios de barrio, mientras que las diferentes moratorias hoteleras han limitado el número de aperturas de nuevos hoteles “porque los grupos no querían desplazarse a zonas de segunda línea. Eso ha provocado un encarecimiento de los precios”.

Prohibir la apertura de supermercados o agencias de viajes en el Eixample o la “vía semivacía hacia la playa” en que se ha convertido el paseo Juan de Borbón, también ha perjudicado el ritmo inversor, que choca con un problema transversal en los gobiernos municipales: la burocracia, que demora la concesión de licencias.

Laborde señala, asimismo, la obligación de reservar el 30% de las nuevas promociones de obra nueva a viviendas de protección oficial, lo que se ha traducido en “una paralización casi total de la promoción inmobiliaria ante unos márgenes imposibles para los promotores”. Miquel Laborde pide “sentido común” y evitar una cierta demonización de los pequeños empresarios.