Salvador Cot: "Para la prensa soberanista, criticar al Govern es como cuestionar las instituciones"
El editor de 'El Món' cree que el editorial conjunto de la prensa catalana de 2010 "reflejaba la frustración de unas élites que habían perdido su capacidad de influencia en Madrid”
10 enero, 2021 00:00Salvador Cot es un soberanista de primera hora, dialogante y de ideas claras que reconoce su militancia, aunque no combate. Se le nota que huye de la arrogancia tan beligerante de ciertos independentistas nuevos, que procura no ofender con sus juicios, aunque tiene muy claro que entre Cataluña y el resto de España --el "Estado"-- hay una diferencia en todos los aspectos de la vida.
De su discurso se desprende la conciencia de que el independentismo tiene compañeros de viaje motivados por cuestiones de oportunidad o coyuntura con los que él no parece confiar a largo plazo porque sus raíces nacionalistas son de clase.
--Pregunta: En Madrid vive una prensa más crítica con el poder. En Cataluña, nadie, excepto 'Crónica Global', pidió jamás la dimisión de Quim Torra, por ejemplo.
--Para la prensa catalana que formamos parte del soberanismo es un poco más complicado poner en cuestión al Govern porque tenemos la percepción de que ponemos en juego las instituciones catalanas. He estado muchos años en el consejo profesional de TV3 criticando su sistema de nombramientos, que es objetivamente malo y partidista. Pero cuando toda la prensa de Madrid y los partidos atacan al unísono a TV3, tengo la sensación de que no critican el sistema de nombramientos: lo que quieren es liquidar la televisión en catalán. Ante el dilema, la respuesta es defender lo que hay.
Salvador Cot, editor de 'El Món', en el plató de 'Crónica Global' / LENA PRIETO
--Pero todos sabemos que pedir la dimisión del presidente del Govern no es querer eliminar la Generalitat, clarísimamente.
--Lo que hemos constatado es que las instituciones catalanas son un poco graciables: las tienes y no las tienes; las tienes y te aplican el 155. En Madrid no se están jugando la nación, saben que gane quien gane la nación seguirá existiendo, a nadie le preocupa que desaparezca el castellano de Madrid o de Burgos. No tienen la sensación de jugar con las cosas de comer, con la pervivencia de las cosas básicas de un sistema nacional, como el lingüístico. Si estuvieran en juego cosas fundamentales, seguramente tendrían otra actitud.
--¿Cree que pedir la dimisión del alcalde de Barcelona, por ejemplo, cuestiona la existencia del ayuntamiento de la ciudad? Y en este caso concreto, la muy antigua y conservadora La Vanguardia ha sido el único medio que lo ha hecho. La campaña contra Jordi Hereu, por ejemplo, fue de libro.
--Sí, es verdad, aquí hay una relación menos agresiva con las instituciones. Pero tampoco diría que no se dimita con más facilidad. Aquí ha dimitido un conseller por no haber estado atento a que un cargo de confianza podía presionar a una subordinada. Además, era el titular de Exteriores y se pasaba dos tercios de su tiempo fuera, viajando. Hubo un consenso general de que debía dimitir, no fue un medio en concreto quien lo pidió. Ni siquiera quien lo publicó, el Ara, pidió la dimisión. Otro ejemplo. El caso de Jordi Pujol, al día siguiente de su carta y a velocidad récord se le quitó el despacho, el sueldo; fue al Parlament. No sé si ese fenómeno tiene correlato en Madrid.
--¿Está diciendo que en Cataluña no hace falta pedir la dimisión de nadie porque ellos ya dimiten?
--La gente dimite con más facilidad, también porque son más débiles. En Francia, en el momento que hay una sospecha seria sobre un ministro tanto el primer ministro como los demás miembros del Gabinete le dicen que dimita porque tienen miedo de que les arrastre. La reacción en Madrid es otra: "Blindemos esto, no vayamos a caer". Probablemente, forma parte de la inmadurez de la democracia española.
--Es verdad que ERC, el partido del entonces conseller Alfred Bosch, tuvo rapidez de reflejos para responder con su dimisión.
--Pero no porque sean mejores, sino porque son más débiles. Y es bueno que lo sean. La fortaleza de la prensa de Madrid tiene que ver con la fortaleza de las instituciones de allí, que es excesiva. Es casi imposible hacer dimitir a un ministro.
--Bueno, excepto cuando la cosa es muy palmaria como ocurrió en el caso de Màxim Huerta, que duró una semana en el cargo.
--Sí, aquel Gobierno era frágil. Este de ahora acaba de aprobar los presupuestos, por lo que es un Gobierno fuerte y difícilmente soltará lastre en este sentido; al contrario. Y eso se nota.
--Una encuesta de GAD3 y la Fundación Axa dice que en el País Vasco y en Cataluña es donde los ciudadanos echan más en falta una actitud crítica de los medios con el poder.
--Euskadi es un caso distinto, pero aquí tenemos un problema político grave. Estoy seguro de que el 14F muchos independentistas irán a votar sin convicción, evitando así lo que sería el castigo normal a un Gobierno que no funciona, que no tiene presidente y con el espectáculo lamentable de los dos partidos que lo forman. Pero, como los medios de comunicación, muchos van a jerarquizar: es un mal Gobierno, pero el único que nos garantiza la continuidad de las instituciones en el sentido que nosotros queremos. Lo mismo del lado unionista, donde puede ocurrir algo más perverso: que haya una abstención más alta por parte de la gente que considere que su trabajo ya lo hace la Guardia Civil, los jueces, los fiscales; que no hace falta levantarse del sofá para que las cosas continúen como están. Esto es una disfunción democrática muy grande que espero que no persista porque restará algo de legitimidad al Parlament. De la misma manera que el referéndum del 1-O hubiera sido mejor que fuese efectivo, con todas las garantías y que diese un retrato realista de la sociedad, si este Parlament registra esa abstención diferencial tendremos un síntoma perverso porque aquí hay mucha gente para la que el Parlament no sirve para nada, no importa o les es ajeno. Esa sería una mala situación, de la que todos tenemos la culpa, pero tiene más culpa quien más poder tiene, que es el Estado.
--Si el unionismo tuviera que reaccionar como usted dice, en las elecciones de 2017 se habría quedado en casa. Y, sin embargo, en plena aplicación del artículo 155 registró una participación altísima hasta el punto de que Ciudadanos ganó las elecciones.
--Es que en aquel momento mucha gente vio que era posible una independencia efectiva, y por eso fue a votar. Por eso hubo una manifestación verdaderamente masiva del unionismo el 8 de octubre de 2017. Pero no es fácil que se vuelvan a movilizar, para qué si tu trabajo ya te lo hacen.
--Puestos a repartir culpas de ese desencanto, quizá habría que mirar al partido que ganó las elecciones en 2017 y que hizo muy poco, o nada, con esa victoria.
--Lo que Ciudadanos percibió es que tenía una autopista hacia Madrid, que es donde está realmente el poder. Tenían un líder con posibilidades, bien acogido en Madrid, excepcionalmente bien acogido; y luego se llevó a Inés Arrimadas, que era quien había ganado las elecciones. Eso no añade mucho a la solución de los problemas de aquí.
--Tampoco quiso gobernar luego con Pedro Sánchez.
--Sí, pensaba que la autopista le llevaba al cielo, porque al final era como jugar en el casino. Cuando te va tan bien es difícil parar.
--Hace 10 años se firmó aquel famoso editorial conjunto de la prensa de Barcelona sobre la sentencia del Estatuto. ¿Cómo lo ve ahora? ¿Cree que se podría repetir?
--Aquello lo viví como subdirector del Avui, que entonces era propiedad de Godó y de Planeta. Nos llegó un texto cerrado que más o menos podíamos suscribir, aunque ni siquiera utilizaba nuestra terminología, y me encargaron que le hiciera enmiendas. Hice las menos posible, algunas de ellas importantes, pero fueron rechazadas por nuestra empresa. Era un pacto entre La Vanguardia y El Periódico, y no funcionó porque era una cosa muy pensada por unas élites catalanas muy concretas, desesperadas por su pérdida de influencia en Madrid. Algo parecido ahora no tendría interés si fueran solo las cabeceras de papel. Sería muy difícil, pero no imposible porque aquí, pese a existir trincheras, hay mejor relación a lado y lado que en Madrid. Las relaciones personales son mejores, quizá porque hay menos a repartir.
--También es verdad que en Cataluña hay muchos periodistas que han trabajado en cabeceras competidoras. Jordi Juan formó parte de El Periódico y de El País antes de ser director de La Vanguardia. Joan Tapia, exdirector de la cabecera de los Godó, preside ahora el comité editorial de El Periódico.
--Sí, yo mismo trabajé en TVE y fui colaborador de El País.
--Donde no hay tanta fluidez es en el paso de la comunicación corporativa a los medios, y viceversa. Pese a que hay casos --el mismo Jordi Juan estuvo en Spanair, Tapia trabajó para La Caixa y también para el Gobierno--, en Cataluña se da menos.
--Esos casos que cita son excepciones, yo mismo nunca he trabajado para una corporación. No es frecuente, hay pocos viajes de ida y vuelta porque los periodistas interpretan que hacer ese viaje supone no regresar. En Madrid es más sencillo. Aquí esa vuelta suele interpretarse como un favor al lugar de donde se procede, sea el Govern o una empresa; o sea, que es como de pago.
--¿Ve diferencias en el mundo de las tertulias entre Madrid y Barcelona?
--Si, por lo que decía de que la opinión pública catalana está acostumbrada a recibir todo tipo de mensajes a través de todos los medios, especialmente de los públicos que favorecen el debate y siempre hay periodistas de cabeceras que son anti. Al revés no pasa. La parte actora del independentismo no tiene representación allí, por lo que los debates son entre sus dos burbujas, las que vienen de la segunda república, no entre estas dos. Además, entre las dos burbujas de aquí tenemos espacios de convivencia. Es curioso, pero a veces hablas con tertulianos de Madrid que repiten argumentarios de partido nada sólidos con cosas sorprendentes vistas desde aquí, como esa pasión venezolana.
--Igual les influye el hecho de que en el barrio de Salamanca hay tal cantidad de venezolanos con dinero huidos de Maduro que ya hay quien le llama la little Caracas.
--Pero aquí no hay, lo que lo convierte en un espectáculo difícilmente comprensible desde aquí.