François Hollande se las prometía muy felices. Bajo su presidencia, tras ser elegido en mayo de 2012, pensaba solventar la crisis del euro con la creación de los eurobonos. Su llamada “visión de crecimiento” fue bloqueada sin contemplaciones por la canciller Angela Merkel. “No habrá eurobonos mientras yo esté viva”, llegó a decir. Pero ahora se retoma la idea, en un momento endemoniado para todos los países de la Unión Europa. Tanto, que para el economista e historiador Carles Manera, “o se mutualiza la deuda o no habrá Europa”, sean unos “coronabonos”, dedicados a parar el golpe sanitario por el Covid-19 o eurobonos más adelante.
La disyuntiva es parar el golpe a corto plazo y hasta que llegue la siguiente crisis, o poner en marcha medidas estructurales para que la Unión Europa pueda ser un bloque político, económico y social a largo plazo. Porque el poder del BCE, que sigue comprando toda la deuda que “sea necesaria” puede ser esta vez insuficiente y porque, debido a las reglas que impuso Alemania a través del Tratado de Maastricht, el banco no puede comprar deuda directamente a los estados ni inyectar dinero, a diferencia de los bancos centrales de los países soberanos, como es el caso del Banco de Inglaterra en el Reino Unido que ha comenzado a hacer lo propio.
¿Crisis simétrica?
Es la posición de Manera, que lleva estudiando con detalle toda la crisis de la zona euro desde 2008, y aboga ahora “por romper las reglas, de la misma manera que tras la Gran Depresión de 1929 se llegó a romper con el patrón oro”. Es decir, ha llegado el momento de pasar a la acción.
De acuerdo con ese planteamiento, pero consciente de que existen serios frenos a esa posibilidad, está Ignacio González, profesor de Economía en la American University, en Washington. “Existe la idea de que esta crisis es simétrica, y así se explica desde España, porque la pandemia afecta a todos los países y no ha sido culpa de nadie, pero lo cierto es que no lo es, es asimétrica, porque hay países que llegan mucho mejor, que se han preparado más, y eso se pondrá sobre la mesa y perjudicará a estados como España o Italia”.
Riesgo moral
¿A qué se refiere Ignacio González? El profesor de la American University piensa en Alemania, y en toda la serie de propuestas sobre eurobonos que han acabado fracasando por la negativa alemana. El ejemplo es Italia, pese a que las circunstancias ahora son muy diferentes. Se trata de la obsesión de Alemania por el “riesgo moral”. En 2011, con una prima de riesgo muy elevada, con tipos de interés que ahogaban al país, Silvio Berlusconi se comprometió a impulsar las reformas estructurales que se le pedían desde la Comisión Europea, con toda la presión de los países del Norte. Tras una intervención del BCE, y antes del plan ambicioso de Mario Draghi, en los primeros días de agosto del mismo año, que provocó una caída muy notoria de los tipos de interés, Berlusconi se desdijo de sus anteriores promesas. Y eso causó una profunda irritación en Berlín.
“Ahora sería imposible pedir condicionalidad a las ayudas, porque no hay tiempo para nada, hay que actuar”, señala Ignacio González, pero esas sospechas del norte de Europa se mantendrán.
Eurobonos azules y rojos
Una de las ideas más profundas y trabajadas sobre los eurobonos la planteó el think tank Bruegel, radicado en Bruselas. Lo que planteó es una diferencia entre eurobonos azules y rojos. Los azules suponían seguridad, y podrían cubrir la deuda pública hasta el 60% del PIB de un país, el mismo porcentaje que se fijó como óptimo en el Tratado de Maastricht, también impuesto por Alemania. Si un país acaba impagando, los otros países deberían rescartarle y cubrir el déficit. En el caso de los bonos rojos no habría responsabilidad conjunta. ¿La pega? Los incentivos no eran suficientes para ser austero.
Con los eurobonos rojos y azules, un país tendría que pagar intereses elevados, en el caso de que pasara del 60% al 61% de la deuda; sólo por el 1% extra. ¿Qué pasaría? Los expertos y, principalmente los alemanes, entendieron que el incentivo marginal de no aumentar la deuda existía, sí, pero era mucho más débil que en ausencia de los eurobonos azules y rojos.
Fondo de redención y euroletras
Hubo otras propuestas desde la crisis del euro en 2012: el fondo de redención, que lanzó el llamado consejo de sabios alemán, un consejo de expertos económicos. La idea era mutualizar toda la deuda que pasara del 60%, pero con un plan a 25 años para que aquellos países que pasaran por ese trance se comprometieran a un duro programa de ajuste. También aparecieron las euroletras, una especie de eurobonos clásicos con responsabilidad solidaria, pero limitados a corto plazo, a un año. Podía ser como un embrión para los eurobonos.
Y también la Comisión Europea lanzó los llamados bonos de estabilidad, que recibieron un sonoro portazo por parte de Alemania, que llevó al presidente de la Comisión, Durão Barroso a lamentarlo con desconsuelo: “Lo importante es que, si la Comisión no puede hacer esto, ¿quién puede? Merkel lo zanjó en el parlamento alemán: “Aparte del hecho de que instrumentos como los eurobonos, las euroletras, los planes de redención de la deuda y muchos otros no son compatibles con la Constitución de Alemania, los considero equivocados y contraproducentes”.
¿Alemania quiere el mercado interno europeo?
Carles Manera entiende la posición de los países nórdicos. “No hay que condenar de entrada lo que dicen o defienden, pero sí pensar que ahora la situación es completamente excepcional. No es el momento para pensar en las reglas. Hay que romperlas, porque Europa se juega su existencia, y aunque el BCE pueda tener un papel, se necesitará la ayuda de todos. Al margen de que esos países del norte necesitarán un mercado interno fuerte, no pueden pensar que saldrán adelante únicamente con exportaciones no se sabe a quién, cuando todos los estados del mundo pueden tener problemas”.
Ignacio González suscribe esa idea, pero insiste en que para Alemania salir de ésta será más fácil que para España, con un sector como el turístico tan importante, y que no se podrá normalizar ni a corto ni a medio plazo. Los eurobonos definirían un territorio a partir de la solidaridad, aunque cada país tenga una situación diferente. Por ahora, y aunque la presión comienza a ser importante, es nein; el no de Alemania.