El constitucionalismo plantó cara a las fuerzas independentistas este domingo en las calles del centro de Barcelona. Lo hizo tras un trabajo de orfebrería de Sociedad Civil Catalana, que necesitaba reivindicarse como un actor necesario y útil en el mapa político catalán. Y lo logró con el respeto a cada una de las estrategias de los tres partidos que asumen ese ideario: PP, Ciudadanos y PSC. Ese constitucionalismo, que mantiene sus lógicas diferencias internas, quiere contarse en las elecciones del 10 de noviembre y ver en qué puede colaborar, convencido de que ha llegado la hora de la verdad.  

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Las calles de Barcelona, del Ensanche barcelonés que ha sufrido las distintas acciones violentas de manifestantes, tras las correspondientes citas del independentismo en las dos últimas semanas, vivieron este domingo un nuevo intento del constitucionalismo para unir esfuerzos. Fueron 80.000 personas según la Guardia Urbana, --400.000 según Societat Civil Catalana—las que respondieron al lema Por la concordia, por Cataluña: ¡Basta! Los manifestantes reivindicaron el valor de tres banderas que han renovado su contenido: la española, como portadora de los valores de una democracia, de un estado autonómico, que recoge el autogobierno de Cataluña; la senyera, como bandera propia de Cataluña, con la que se ha pedido históricamente ese autogobierno, y la europea, la que permite a España y Cataluña formar parte del bloque económico y político que puede competir con Estados Unidos y China en el mundo. Y lo hicieron de forma alegre, desenfadada, con la necesidad, no obstante, de dejar a un lado el llamado procés, con la voluntad de mirar hacia adelante y recuperar la cohesión ciudadana.

Contra la violencia

Esos son los principios que defiende Sociedad Civil Catalana, que preside Fernando Sánchez Costa, y que apoyan los tres partidos constitucionalistas. Sin embargo, las estrategias son distintas, porque las tradiciones y el corpus político de cada una de ellas ha seguido un camino diferente. No hubo, pues, fotografías entre Pablo Casado y Miquel Iceta, ni entre el primer secretario del PSC y Albert Rivera, el líder de Ciudadanos. No se produjeron imágenes de todos los políticos juntos, como sí ocurrió en las manifestaciones de octubre de 2017. Ahora el momento es otro, pero esas distancias no son mayores que hace dos años. Al contrario.

Los políticos en la marcha de SCC / LENA PRIETO

Los socialistas se situaron al final de la marcha, a pesar de que colaboraron como el que más con Sociedad Civil. Aunque Moncloa no acababa de entender por qué se organizaba la manifestación, la labor de la entidad constitucionalista acabó por convencer al entorno del presidente Pedro Sánchez y también al PSC. Se trataba de reivindicar que el constitucionalismo puede hacer frente, también en las calles, al independentismo, justo cuando se le puede reprochar que se hayan producido acciones violentas, y que el propio movimiento haya cargado contra los Mossos d’Esquadra, con peticiones de dimisión del consejero de Interior, Miquel Buch.

¿Acuerdo PSOE-PP?

De hecho, a eso hizo mención Miquel Iceta, al señalar que “Cataluña está siendo perjudicada por una deriva independentista que debe terminar cuanto antes mejor”. Eso une a todo el constitucionalismo, que desea llegar a un punto de inflexión. Muy importante para los socialistas fue la decisión de Societat Civil Catalana de no invitar a Vox  a la manifestación. Esa era la línea roja, para evitar cualquier imagen incómoda, que se pudiera asemejar a la concentración de los partidos de derecha en Colón.

Esa posible unión constitucionalista, ¿cuándo? Tras el 10 de noviembre, como apuntan los dirigentes consultados por Crónica Global. La campaña electoral no propicia palabras cálidas para asegurar una colaboración en el futuro, pero las posiciones entre el PSOE y el PP se han aproximado,sporque, además, será muy difícil encontrar otras fórmulas que permitan la gobernabilidad. Otra cosa será el papel de Ciudadanos, que en la manifestación evidenció sus deseos de protagonismo, para capitalizar una movilización en las calles que tapone o pueda paliar el descenso electoral que apuntan las encuestas.

La paradoja, y por eso Sociedad Civil Catalana mostraba su satisfacción, es que el descenso en la movilización, en comparación con octubre de 2017, puede beneficiar los objetivos del constitucionalismo. La tensión en la calle, la polarización, desciende. Baja el número de los manifestantes constitucionalistas pero también, y en una mayor proporción, la de los independentistas. Lo que la calle estaría reclamando es soluciones por parte de sus representantes políticos, sin necesidad de más acciones públicas, que tensionan todavía más a la sociedad catalana. Y es que la manifestación del sábado, del independentismo, congregó a 350.000 personas, según la Guardia Urbana, la cifra más baja de todas las manifestaciones soberanistas desde hace ocho años.

Un nuevo pacto interno

Sociedad Civil Catalana aportó, en los discursos finales, un nuevo pacto interno en Cataluña, que significa un pulso importante al nacionalismo. Y eso está presente en el debate político, más allá de la capacidad de movilización en la calle. Es la petición que surgirá cuando se intente una verdadera salida al conflicto: una nueva ley electoral, que no castigue a Barcelona y su área metropolitana; la neutralidad en las instituciones y medios de comunicación públicos; la despolitización en los Mossos d’Esquadra; un cambio en la política de inmersión lingüística y una auditoría al procés por todo lo ocurrido desde 2012.

Eso supone la propia reivindicación de la entidad que preside Sánchez Costa, pero también se trata de un punto de partida que ha comenzado a recoger un partido como el PSC, que ya habla de ello, y que tiene la responsabilidad más alta: situado en la centralidad del tablero, podrá ser interlocutor a un lado y a otro.

Los reproches al PSC

Precisamente, el PSC fue criticado por el PP y Ciudadanos. Mientras Pablo Casado le pedía a los socialistas que dejaran de colaborar con el independentismo en la administración local, Ciudadanos ya ha situado al PSC en el lado de los “cómplices” de los independentistas.

Esas son las diferencias, motivadas, en gran parte, por la debilidad de PP y Cs en órganos como las diputaciones provinciales o en los grandes municipios catalanes. Pero tras el 10 de noviembre, eso puede cambiar respecto al Gobierno central. En eso está un político como Manuel Valls, que no dudó en situarse en la cabecera de la manifestación. Su objetivo es que se materialice ese acuerdo, explícito o implícito, entre el PSOE y el PP, que es lo que más teme el independentismo.