¿Qué fue primero, y qué importancia tiene ahora? El independentismo, a pesar de todo lo que ha ocurrido, con políticos en prisión, mantiene que el factor económico fue esencial en el proceso soberanista. El despegue de Madrid, como capital global, ha creado ansiedad en el independentismo, pero también en otros colectivos, que quieren revertir esa situación. La tesis es que el Gobierno español ha favorecido la capital de España. La imagen de todo eso se intuye en esa mirada de Artur Mas, protagonista de todo el proceso, en la manifestación en Madrid del independentismo, junto a Quim Torra y Elsa Artadi. ¿Pudo él haber gestionado la situación de otra forma?
Expertos, economistas y empresarios señalan a Crónica Global que el Estado español podría ser diferente, con más polos de poder económico y político, pero el denominador común es que Barcelona podría ahora iniciar una etapa de decadencia si se mantiene el proyecto soberanista, como le ocurrió a la ciudad de Montreal, en Quebec, respecto a Toronto, el motor económico de Canadá. “Madrid se sale, por muchos factores, porque es atractiva, porque conecta con muchos nodos económicos mundiales”, señala Santiago de Torres, exdelegado de la Generalitat en Madrid, presidente de Atrys Health, una empresa especializada en diagnósticos online, y presente en diversos foros económicos en la capital española. De Torres rechaza la idea de que la decadencia de Barcelona, como motor de Cataluña, viniera provocada por esa apuesta del Estado por Madrid. Lo ve al revés: “El problema ahora es que cambiar una situación así, con esta dinámica, es difícil, y los fondos de inversión, por ejemplo, van donde perciben que no habrá problemas y en Madrid no dejan de llegar cada vez más”.
Tener un Estado, un buen Estado
El debate se renueva, toma otros giros. Quien lo ha agitado esta vez es el profesor de la UPF Jacint Jordana, con su libro Barcelona, Madrid y el Estado (Catarata), que lo tiene claro, como señala en esta entrevista con Crónica Global. Recuerda el propio debate interno en Canadá, y se refiere a la urbanista Jane Jacobs. El argumento es que Montreal, la capital de Quebec, iba retrocediendo en beneficio de Toronto, en Ontario, ya en los años sesenta y setenta del pasado siglo. Y que ese menor peso económico provocó una respuesta política en clave independentista, con el primer referéndum en 1980. Se trataba de crear estructuras de estado propias para rehacer el peso económico de Montreal. Y eso tendría una similitud con Barcelona y Madrid, con Cataluña y España.
El hasta ahora delegado de la Generalitat en Madrid, Ferran Mascarell, concejal en el Ayuntamiento de Barcelona en la lista de Junts per Catalunya, exdirigente del PSC, está a favor de esa tesis: “El catalanismo derivó en el proceso independentista al comprobar que el Estado español no juega a favor del conjunto. El problema de Cataluña es que no tiene un buen Estado, el Estado español no le sirve. Y se puede decir que España tiene un proyecto claro, y ese proyecto es Madrid”.
Mascarell define lo que piensa el movimiento independentista, o una buena parte de él, en los últimos años. Otra cosa es si para revertir esa supuesta situación era o no necesario saltarse las leyes y provocar la situación de octubre de 2017. Pero ese factor económico sigue en pie.
Es la identidad, el proyeco cultural
Quien lo desmiente de forma taxativa, sin medias tintas, es el ensayista Juan Claudio de Ramón, que, precisamente, escribió un libro sobre Canadá, Canadiana (Debate), tras sus vivencias y experiencia profesional en aquel país como diplomático. “Hay diversos factores, uno de ellos es que un sistema de canales en los grandes lagos hizo perder peso al puerto de Montreal y también el hecho de que Montreal, al contrario que Toronto, carece de una gran conurbación, un hinterland comercial. Pero hubo una cuestión política que explica ese declive, y que fue la apuesta por la identidad, la influencia del separatismo. Se produjo un éxodo de medio millón por lo menos de anglófonos y de grandes corporaciones y eso se nota en el tejido económico. Y de alguna manera sigue, porque muchos de los graduados en la Universidad MacGill, la universidad anglófona de Montreal, de mucho prestigio, se van a ir de la ciudad al acabar la carrera a buscar trabajo donde el tema de la lengua no sea tan contencioso”. ¿Se pueden establecer paralelismos con Barcelona?
De Ramón no se muerde la lengua, porque considera que ese tema lo ha trabajado en profundidad. “Basta con leer los manifiestos fundacionales del soberanismo quebequés hechos por René Levesque para entender que la madre del cordero es la lengua y la preservación de la cultura francófona, que se cree amenazada. El aspecto económico existe, pero, y esto hay que entenderlo muy bien porque si no, no se entiende nada, no porque se perciba un desigual reparto del poder económico dentro de la federación, sino porque ese desigual reparto de la riqueza se da dentro de la provincia. En Quebec las élites económicas eran anglófonas y ese equilibrio se quería revertir. Por eso uno de los hitos más importantes de la revolución tranquila es la nacionalización de la industria hidroeléctrica de la provincia. Pero el lema era "maîtres chez-nous" (patrones en nuestra casa), y no "Toronto nos roba".
¿Y los mayores impuestos en Cataluña?
El economista Lorenzo Bernaldo de Quirós, que sigue con detalle lo que ocurre en Canadá, y mucho más lo que sucede en Cataluña, incide en que “no es verdad que la causa sea que se quiere cambiar una situación política, en la que el Estado beneficia a Madrid. No es eso. Barcelona era la gran ciudad de la modernidad española. Pero se hacen determinadas apuestas. Y hoy, desde el punto de vista económico, al margen ya de la política, Barcelona es mucho menos atractiva que Madrid, con una carga impositiva grande, con el impuesto de Patrimonio, con más márgenes sobre el IRPF. Cambiar eso costará, porque hay una dinámica que a Madrid la beneficia, está en el mundo”.
De Torres refuerza esa idea. Se refiere a los aviones que salen cada día desde Madrid a lugares como Adís Abeba, la capital de Etiopia, donde hay negocios, o a los que cubren, cinco veces diarias, Madrid con Bogotá. Son dos ejemplos de la potencia en estos momentos de Madrid. De Torres recuerda que todos los polos económicos se buscan la vida: “Guipúzcoa, por ejemplo, está atrayendo muchos fondos de inversión, con condiciones atractivas. Lo pueden hacer y lo hacen, y de eso debería estar pendiente Barcelona, el mundo se mueve en todas direcciones”.
La apuesta de Faus por la co-capitalidad
El abogado y empresario Javier Faus, que opta a la presidencia del Círculo de Economía, intenta superar el debate, con una idea basada en los datos: Cataluña, pese al enorme empuje de Madrid, mantiene el mayor peso del PIB español, el 19,2%. Madrid está a punto de superar ese porcentaje. El salto en los últimos ochenta años ha sido enorme, del 8% al 19%. Cataluña lo ha mantenido estable en todos esos años. ¿Qué ocurre? Que todo el conjunto de España ha prosperado, y, especialmente, Madrid. ¿Es eso lo que no gusta al independentismo?
Faus sostiene, y así lo ha hecho constar en su programa para el Círculo de Economía, que Barcelona debe optar a la “co-capitalidad española”. “El Círculo apostará –señala—por una Barcelona metropolitana, capital de Cataluña, pero a su vez co-capital española, clave para frenar la centralización creciente, uno de los motivos de desafección. Capital, a su vez, del Mediterráneo y referente tecnológico en el sur de Europa”. La idea de Faus es que se debe huir de una doble percepción: “Se debe trabajar desde una perspectiva nunca autocomplaciente, pero tampoco derrotista”. Su doble frase resume su posición: “Ni todo es culpa del Estado, ni todo es consecuencia del procés”.
Ley de Claridad y dinamismo empresarial
Otra cosa es qué debería ocurrir, desde el campo político para mejorar la situación. Bernaldo de Quirós, un economista liberal, bien conectado con la mejor derecha española, señala que “la solución podría llegar con una Ley de Claridad, como pasó en Canadá, esa es la vía, y no lo que pasó en el Reino Unido con Escocia”.
Pero eso ahora puede ser secundario. El factor económico vuelve a ser importante, porque se nota y se percibe el empuje de Madrid. Mascarell insiste en que “son datos, son inversiones, son apuestas, que yo mismo he visto desde Madrid, en calidad de delegado de la Generalitat. Lo que se ha pretendido es construir y proyectar una gran urbe global, para los intereses de las elites españolas, y para ello se han dedicado muchos recursos económicos, que han perjudicado a Cataluña, pero también al resto de España, y lo hemos comprobado con esa queja sobre la España vaciada”.
¿El Estado no ayuda a Barcelona?
Pero la historia tiene su peso. De Ramón no quiere ni escuchar esos lamentos. Se refiere al proteccionismo histórico que benefició a las elites económicas catalanas, pero también a la historia más reciente: “Añadamos dos campañas diplomáticas importantes del Estado: una para traer la sede de la Unión por el Mediterráneo, exitosa, y otra para traer la sede de la Agencia Europea del Medicamento. Se podía haber apostado por Málaga o Valencia, pero se apuesta por Barcelona. Decir que el Estado no quiere a Barcelona es mentira”. Y añade: “Yo entiendo que tanto en Quebec como en Cataluña se prefiera creer que el independentismo se debe a un comprensible pragmatismo económico y no a un nacionalismo corriente y moliente que quiere un Estado para una lengua. Pero no creo que esa explicación tenga respaldo empírico. Lo primero es el nacionalismo lingüístico y sobre eso se montan el resto de relatos justificadores”.
De Ramón coincide en los hechos con Jordana, que expone en su libro cómo Madrid y Barcelona son la tercera y la cuarta región metropolitana de Europa. Es decir, las dos son potentes polos económicos. Y concluye que, tal vez, ha habido una apuesta de carácter supremacista, de que no se pensaba que en el resto de España se pudiera avanzar tanto: “Lo que se percibe es más bien una especie de ansiedad en relación a Madrid, como si no se soportara que también Madrid haya crecido estos años y haya dejado de ser una ciudad de segunda y ya no se la pueda mirar por encima del hombro. Pero hay multitud de ejemplos de cómo la globalización permite que haya dos grandes ciudades en un mismo país. Barcelona y Madrid pueden convivir sin renunciar a sus respectivas ambiciones”.
En eso está una parte del empresariado catalán, don dos apuestas complementarias: la de Josep Sánchez Llibre, al frente de Foment del Treball, y la de Javier Faus, como presidente del Círculo de Economía: aprovechar la globalización sin lamentos ni victimismos.