La DUI no es una amenaza, los Mossos d'Esquadra son unos perros y la respuesta de Pablo Iglesias a la crisis del chalet derivada de la compra de su casoplón es “impresentable”. Así piensa Jordi Rabassa, que forma parte de la candidatura de Ada Colau a la alcaldía de Barcelona. Este joven ha subido enteros en la lista de los comunes gracias a la marcha de dos pilares del equipo de la alcaldesa, Gala Pin y Mercedes Vidal. En un principio debía ocupar el puesto número 15, pero ahora ha ascendido al 8.
Jordi Rabassa (en el centro) en Radio Ateneu del Clot / RADIO ATENEU
Deja testimonio en Twitter de su ideología, entre anarquista e independentista --es miembro de Procés Constituent--, así como de comentarios escatológicos que apuntalan ese perfil antisistema. Su fichaje ha causado sorpresa en determinados sectores de esa confluencia de izquierdas que pretende volver a gobernar la ciudad de Barcelona.
Consejero de Ciutat Vella
Rabassa (Barcelona, 1974) es consejero de Ciutat Vella. Según se explica en su perfil como candidato, es licenciado en Historia, tiene el título de Suficiencia Investigadora y el Diploma de Estudios Avanzados por la Universidad de Barcelona, especializado en la investigación de los movimientos sociales y la historia de la ciudad de Barcelona.
“Su carrera se ha centrado en el sector del servicio y la atención a los clientes. Vinculado desde el año 1993 al movimiento vecinal de la ciudad, ha formado parte de las juntas de diversas asociaciones de vecinos y vecinas y de entidades relacionadas con la investigación histórica, la recuperación de la memoria y la difusión y defensa del patrimonio”.
Este joven estaba llamado a ser el número 15 de la lista de Colau, pero la deserción de varios candidatos que acompañaron a la alcaldesa en su primer equipo electoral ha permitido a Rabassa posicionarse mucho más arriba, concretamente en el número 8. No obstante, el pasado siempre vuelve y la llamada “maldita hemeroteca” que proporciona Twitter permite repasar algunas perlas del candidato.
Así, el fichaje de Colau se muestra especialmente crítico con la Guardia Urbana y los Mossos d’Esquadra. Está claro que rechaza un “Estado policial”. No ve la declaración unilateral de independencia (DUI) como una amenaza ante la “represión” de un Estado español que no duda en tildar de fascista. No le gusta rendir homenaje al “régimen del 78”, pero sí orinar en la calle. Literal. O al menos ese es el mensaje --¿irónico?, ¿humorístico?— que lanzó en las redes sociales. “¿Lavabo público de diseño en Barcelona? ¿Nos quieren hacer pagar para mear? Lo seguiremos haciendo como siempre, entre coche y coche”, reflexionaba en 2012.
Del temprano interés de este miembro de Barcelona en Comú por las cuestiones políticas da fe el tuit publicado un año antes. “UPyD tiene grupo propio, Amaiur no. Esta es la democracia española. Fascismo institucional”.
Lo de rendir homenaje al llamado “régimen del 78” está claro que no va con él. “Me parece vergonzoso que el Parlament haga un minuto de silencio a #Suarez. Les merece más respeto el falso consenso que las víctimas del franquismo”, reflexionaba con motivo del fallecimiento del expresidente español Adolfo Suárez en 2014.
Ese talante antisistema le llevó a tildar a los Mossos d’Esquadra de “perros” con ocasión de una intervención policial. “Los perros de CiU defendiendo a los ladrones del PP. La historia de la transición española”.
Tampoco ahorró críticas a la “actitud gansteril” de la Guardia Urbana en una actuación en marzo de 2013.
Y así, entre tuit y tuit, Rabassa se involucró en el procés. “La DUI no es una amenaza. Podría ser un acto de soberanía. Es una opción legítima (quizás inoportuna y errónea). La amenaza es represión y el 155”, escribía en octubre de 2017, en el marco de los convulsos meses que condujeron a la aprobación de una declaración unilateral de independencia.
Las embestidas de Rabassa se hicieron extensivas al líder Podemos, Pablo Iglesias, el gran aliado de Colau. “Vincular una decisión personal a una consulta interna, ligando el futuro del partido a la vida privada me parece de un populismo impresentable”, escribió cuando Iglesias puso su cargo a disposición del partido tras la crisis provocada por la compra de un chalet de 260 metros cuadrados, valorado en 600.000 euros.