Juan Manuel Moreno y Juan Marín, presidente y vicepresidente de la Junta de Andalucía / EFE

Juan Manuel Moreno y Juan Marín, presidente y vicepresidente de la Junta de Andalucía / EFE

Política

¿Han pinchado las derechas en Andalucía?

La movilización de la izquierda no es suficiente para dar por muerta la alianza del tripartito del Sur: sólo 9.704 votos, y menos de un punto, separan a ambos bloques políticos

2 mayo, 2019 00:00

La pintura es el arte de dominar la perspectiva. La fotografía es una creación que se sustenta en el gobierno de la luz y el encuadre. Ambas disciplinas simulan objetividad y, sin embargo, son artificios artísticos. Algo parecido ocurre también con la política, que enuncia una cosa y esconde otra distinta. Las elecciones del 28A pasarán a la historia por tres hechos: la consolidación electoral del sanchismo --la tribu que ahora domina el PSOE--, el fracaso del neoaznarismo y el gatillazo de la ultraderecha.

Todos son sucesos ciertos. Y, al mismo tiempo, no son más que una parte de la verdad, cuya valoración depende de las expectativas. En apariencia, la triple alianza de las derechas --PP-Cs-Vox-- que hace cinco meses logró conquistar el poder en Andalucía y poner término a 36 años de hegemonía socialista no es una fórmula exportable al resto de España. La marea conservadora no ha superado Despeñaperros. Es cierto. Pero esto no significa que en el Sur se esté produciendo una verdadera resurrección del PSOE, ni tampoco que el tablero político haya virado en menos de un año hacia la izquierda.

Un empate técnico

El tripartito andaluz no ha pinchado. Sólo ha perdido esta batalla. Ni los resultados electorales ni las evidencias permiten hablar de un cambio sustancial en el panorama político de Andalucía. La victoria de los socialistas sólo es un espejismo circunstancial. Andalucía ha aportado el 20% de los votos logrados por Pedro Sánchez, pero la recuperación del PSOE --en la que Susana Díaz no ha tenido nada que ver-- ni es sólida ni evitará que, una vez pasadas las elecciones municipales, Ferraz retome su plan para renovar la dirección del partido en el Sur.

Los números son expresivos: entre el bloque de las derechas y una hipotética alianza PSOE-Podemos apenas hay 9.704 votos de diferencia. Un escaso 0,21% de distancia. Es cierto que las izquierdas han logrado en Andalucía 33 de los 61 escaños en disputa frente a los 28 de las derechas. Sí. Pero en términos reales entre los dos grandes bloques ideológicos lo que existe es casi un empate técnico, levemente favorable a PSOE y Podemos en perjuicio de PP-Cs-Vox.

El presidente del Gobierno y secretario general del PSOE, Pedro Sánchez, y la líder del PSOE andaluz, Susana Díaz / EFE

Pedro Sánchez y Susana Díaz, en un mitin electoral / EFE.

La fotografía electoral del Sur es relevante porque se ha producido gracias a una extraordinaria movilización social --la participación alcanzó un 73%, casi cinco puntos más que hace tres años-- que ha diluido la mayoría lograda por la derechas el 2D, pero no la ha eliminado. Todavía existe. Los socialistas recogieron buena parte del voto antiVox --las listas de Sánchez lograron más de medio millón de votos en comparación con las de Susana Díaz-- pero no son suficientes para que podamos hablar de un viraje electoral en relación a finales de 2018. El ascenso socialista es discreto y Podemos sigue perdiendo votos. En el momento de mayor movilización de la izquierda, el margen real de victoria de una coalición PSOE-Podemos es demasiado estrecho. Casi inexistente.

La renovación del PSOE

En un escenario político con una participación levemente inferior --que es la tónica habitual-- las derechas podrían volver a sumar perfectamente en Andalucía. De ahí que sea inevitable para los socialistas acometer una renovación del partido en el Sur, a pesar de la cerrazón de la expresidenta de la Junta, que presenta como un mérito suyo una recuperación electoral que no es sino un simulacro.

La movilización de la izquierda sociológica ha sido espontánea. Guiada más por el deseo de frenar a Vox que por la fidelidad a las siglas progresistas. El 28A va a ser, por decirlo en términos metafóricos, el cadalso del ejército susánida. Las derechas, que llevan en San Telmo nada más que cien días, tienen otro problema distinto: su articulación interna.

Imagen de archivo de Santiago Abascal, ornitólogo aficionado / EFE

Santiago Abascal, líder de Vox / EFE.

A pesar de haber perdido sólo un punto con respecto al 2D --el tripartito suma el 48,27% de los votos-- la jerarquía natural entre PP, Cs y Vox se ha visto alterada por el dictamen de las urnas. El PP, que controla la presidencia de la Junta y la mitad del Ejecutivo, ha pasado ahora a ser la tercera fuerza en Andalucía, siendo superado por sus socios de coalición --Cs-- y a una distancia peligrosamente menguante en relación a Vox, que tiene ya casi tantos votos como Podemos. Si las elecciones del 28A hubieran sido autonómicas, Moreno Bonilla probablemente no presidiría la Junta.

San Telmo hubiera sido conquistado por el partido de Albert Rivera, aunque hubiera necesitado –igual que en diciembre– el apoyo parlamentario de Vox. La situación del PP en Andalucía es, al mismo tiempo, una broma y una tragedia. Justo cuando menos respaldo electoral tienen, más poder institucional administran. El problema es que la tendencia electoral augura que esta situación privilegiada tiene las horas contadas. Tanto Cs, que supera los 808.000 votos, como Vox están erosionado sus cimientos.

La 'machada' de Vox

La gran paradoja del 28A en Andalucía es la situación de Vox. Da la impresión de que han fracasado en su objetivo de convertirse en la primera fuerza de las derechas. Pero en Andalucía continúan creciendo. Su base electoral es asombrosamente sólida si tenemos en cuenta las circunstancias ambientales --el citado aumento de la participación, que tradicionalmente tiende a ayudar a la izquierda-- y, sobre todo, que hace tres años no superaban los 8.500 votos en Andalucía.

En menos de una legislatura el partido de Abascal ha pasado de tener el 0,2% de los sufragios a conquistar un 13,38%, tres puntos más en relación al 2D. En términos reales, en cinco meses ha ganado 215.242 votos, casi todos procedentes del PP. Ahora tiene 611.220. El tripartito andaluz no está muerto. Goza de salud si tenemos en cuenta la intensa polarización de esta campaña. Su hándicap es que, tal y como ha sido formulado, es inestable porque divide el voto conservador en tres marcas y beneficia a la izquierda, cuyo porvenir político en el Sur no parece depender de sí misma, sino de una movilización social que es muy difícil, casi imposible, mantener en el tiempo.