Una manifestación multitudinaria. Importante. Existe un hartazgo en la sociedad española sobre la gestión del problema que plantea el independentismo catalán desde 2012. Y los partidos de la derecha lo saben. Pero la concentración en la plaza Colón de Madrid y en las calles adyacentes no matan políticamente al presidente Pedro Sánchez. Salió tocado, pero vivo de esa movilización, a pesar de que el PP había fletado autobuses gratis para acudir desde todos los rincones de España, a pesar de los llamamientos de Albert Rivera y del resto de dirigentes de Ciudadanos, a pesar de Vox y del apoyo en el último momento de Manuel Valls. Sánchez está tocado, pero sale vivo, y mete ahora toda la presión al independentismo, que duda como nunca lo ha hecho en todos estos años, de su estrategia y de la necesidad de combatir una inclinación siempre presente: la de apostar por el cuanto peor mejor.
Hay una parte de los españoles que está cansada, que quiere combatir políticamente al independentismo, sin ningún acercamiento. Que desea esperar, con la ley en la mano, que la Justicia haga su trabajo y que todo ese bloque independentista claudique y acepte que no puede conseguir ninguno de sus objetivos. Es la que se manifestó este domingo, convocada por PP, Ciudadanos y Vox. Pero hay otra España, la que refleja los sondeos del CIS, en la que se apoya el equipo de Pedro Sánchez, con Iván Redondo a la cabeza, que considera que no habrá ninguna posibilidad de solucionar el problema sin diálogo.
Eso sí, sin traspasar una línea clara, la de trocear la soberanía española, con un supuesto referéndum de autodeterminación. En la concentración en Colón se rechazó ese diálogo, asegurando que Sánchez ha pactado ya diferentes cuestiones con el independentismo, con datos que no se sustentan en la realidad, como la supuesta decisión de Sánchez de permitir el traslado de los independentistas presos a las cárceles catalanas, cuando lo decidió el juez y las autoridades penitenciarias.
El diálogo se mantiene
La movilización en Madrid fue importante. Pero queda lejos de las grandes manifestaciones que organizó el PP, con Mariano Rajoy, en contra de los gobiernos de Rodríguez Zapatero. La más importante se produjo en junio de 2005, cuando se concentraron 850.000 personas en contra de que el Gobierno hubiera iniciado una negociación con ETA.
Ayer, los propios organizadores hablaban de 50.000 personas, una cifra que surgió del entorno de Ciudadanos, y que, tras consensuarlo con el PP, ascendió a 200.000. La delegación del Gobierno en Madrid lo dejó en 45.000 asistentes.
¿Es importante? Sí, lo es. El independentismo lo sabe. Y el Gobierno del PSOE también. Pero no rompe las piernas a Sánchez, que buscará ahora mantener un puente de diálogo con el Gobierno de la Generalitat, a la espera de lo que suceda el miércoles, con la votación de las enmiendas a la totalidad de los presupuestos del Estado para 2019.
El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez
Riesgos, ¿por parte de quién?
Los mensajes de las diferentes partes son elocuentes. El Gobierno sostiene que el acuerdo inicial con el Ejecutivo catalán se debería poder sustanciar, y que pasa por ese representante o relator que organice un marco de diálogo sostenido en el tiempo. La idea central de Pedro Sánchez sigue siendo que no habrá solución sin replantear una reforma del Estatut, solventando lo que quedó en la cuneta con la sentencia del Tribunal Constitucional de 2010.
Cataluña sigue siendo ahora la única comunidad que no tiene su estatuto de autonomía refrendado por sus ciudadanos, como recuerda el expresidente del Círculo de Economía, Antón Costas. ¿Eso es posible? Ahora no. Pero el Gobierno, apuntalado por el PSC de Miquel Iceta, insistirá en esa dirección, sin traspasar, como indican las fuentes consultadas, ninguna otra frontera.
El mensaje del independentismo es similar. Se pide que el PSOE sea capaz de defender un proyecto distinto al del PP y Ciudadanos, y asuma “riesgos”. Se señala que no debería ocurrir lo mismo que en 2006, cuando el Gobierno del PSOE no acabó de apuntalar --esa es la interpretación-- el Estatut que se había aprobado en el Congreso, con divisiones internas (las mismas que se han manifestado ahora).
Elecciones inminentes
La pregunta clave en las próximas horas se formulará en las filas del independentismo. Esa es la inyección de presión por parte del Gobierno. Y tiene relación con los presupuestos del Estado. Lo que se pide es que los partidos independentistas, PDeCAT y ERC, decidan qué puede ser mejor o peor para sus propios intereses: apoyar unas cuentas del Estado que aportan inversiones y mejoras para diferentes colectivos, en Cataluña y en toda España, y explicar a sus respectivas parroquias por qué lo hacen; o tener que explicar lo contrario, con la posibilidad real --el mismo Sánchez se lo plantearía ya con celeridad-- de unas elecciones generales que podrían llevar a la Moncloa a una coalición de derechas, con PP y Ciudadanos y el apoyo de Vox.
El diputado de ERC en el Congreso, Joan Tardà
El independentismo arguye que esta semana se inicia el juicio a los políticos independentistas presos y que la decisión es endiablada. Pero hay debate. Un debate encendido, con muchas dudas. Tanto el PDeCAT como ERC reúnen a sus ejecutivas este lunes. Muchos de sus dirigentes no conocían los detalles de la última propuesta de la vicepresidenta Carmen Calvo a la consejera y al vicepresidente de la Generalitat, Elsa Artadi y Pere Aragonès. Y necesitan discutir punto por punto. Porque ahora se lo juegan todo.
Algunos de ellos aseguran que sería el momento de aprobar las cuentas --o tramitarlas como mínimo-- y ganar tiempo, dejando a la derecha española airada, pero sin capacidad todavía de tomar el poder.
¿Presupuestos retirados?
La presión cambiará de acera si PDeCAT y ERC, alentados por un independentismo irredento que está instalado en Bruselas, con Carles Puigdemont, deciden interrumpir bruscamente la tramitación de los presupuestos este miércoles.
En ese caso, Sánchez deberá fijar el calendario las elecciones generales que la derecha le exige. ¿Superdomingo, el 26 de mayo, coincidiendo con autonómicas y municipales, o en otoño, tras todos esos comicios? En ese último caso, podrá esgrimir que ha aguantado el tirón de la derecha, que ha ofrecido diálogo al independentismo y que éste lo ha rechazado. Y que las urnas digan lo que tengan que decir.