Violencia, agresividad, voluntad de encontrar un enfrentamiento. Es lo que los independentistas mostraron este sábado, al querer contrarrestar la manifestación de policías, que no cayeron en ningún momento en la trampa. Los Mossos no pudieron, ni quisieron pasar por alto esa violencia y actuaron, y lo hicieron con contundencia: seis detenidos, --a última hora de la noche quedaron en cuatro-- un investigado, 24 heridos leves, de ellos cinco trasladados a centros hospitalarios. Todos los detenidos e investigados, en el campo independentista.
Una imagen, unos hechos, que rompen la imagen angelical del independentismo, que, sin estrategia clara, ha quedado en manos de los CDR y de la CUP, de grupos como Arran, las juventudes de la formación anticapitalista, que ahora ya acusan al Govern de Quim Torra de “traidor” al espíritu del 1-O, y pidieron la dimisión del consejero de Interior, Miquel Buch, y talmbién la del presidente de la Generalitat.
Mossos y golpes de porra
¿Qué ha pasado? Los policías, agrupados en la asociación Jusapol, decidieron manifestarse en Barcelona por dos motivos: la exigencia de que se equiparen sus salarios con la policía autonómica, y también para exhibir su orgullo y su malestar por lo que ocurrió el 1-O. Cumplieron órdenes judiciales, aseguran, aunque haya algunos agentes investigados por sus excesos en los colegios. Pero se manifestaron sin querer entrar en ningún enfrentamiento con la otra movilización, al grito de “fuera los fascistas de nuestro pueblo”. A las puertas del 1-O, esa manifestación policial se consideró “una provocación”.
Concentrados ya en la noche del viernes al sábado en la plaza Sant Jaume, los independentistas, liderados por los CDR, Arran y la CUP, trataron durante toda la mañana del sábado acercarse a los policías en Via Laietana,, lo que obligó a los Mossos a actuar con determinación como dique de contención. Y los propios agentes autonómicos recibieron de lo lindo, con botes de pintura e improperios. Los Mossos golpeaban, con la porra en la mano, a los… independentistas por sus muestras de violencia.
Últimas consecuencias
Los números ya eran elocuentes. Mientras los policías, entre agentes de la Policía Nacional y la Guardia Civil, sumaron unas 3.000 personas, la supuesta contramanifestación contra “los fascistas” alcanzaba las 6.000.
Las cosas cambiaron este sábado. El independentismo se disponía a conmemorar el 1-O, con un tono reivindicativo y victimista por los “palos” recibidos hace un año, cuando el fallido operativo del Gobierno de Mariano Rajoy acabó con los policías entrando en los colegios en busca de las urnas. Las imágenes constantes en TV3, y en los medios afines al independentismo, han buscado estos días calentar el ambiente, con mensajes políticos contundentes, como el del propio Quim Torra, al señalar que el independentismo “ganó” aquel día una batalla que se mantendrá a corto y a medio plazo. También Carles Puigdemont, desde Bruselas, aseguró que “se irá hasta las últimas consecuencias” para defender el derecho de autodeterminación.
Lejos del "espíritu" del 1-O
Sin embargo, ha sido el independentismo el que ha agredido ahora, ha sido el que ha buscado a los agentes policiales, y el que mantiene una especie de derecho de propiedad sobre quién o no puede manifestarse en Cataluña.
La CUP ya está abiertamente en contra del Govern de Quim Torra. Su portavoz parlamentario, Carles Riera, pidió la dimisión del consejero de Interior, Miquel Buch, que no tuvo dudas en defender a los Mossos d’Esquadra. Y dentro de la mayoría del Govern, responsables de comunicación admitían que era un día “triste”, porque “por unas minorías sensibles a provocaciones –en referencia a la manifestación de los policías-- nos hemos alejado todos del espíritu del 1-O”.
Falta de estrategia
Mucho más airados, algunos líderes de opinión, como Eduard Voltas, cercano a Esquerra Republicana, denunciaba “la falta de estrategia” en el campo independentista, que ha llevado a que la CUP lidere el movimiento en la calle y plante cara al Gobierno de Torra al considerar que ha vuelto al cauce “autonomista”.
Aunque Oriol Junqueras domina el partido y todo pasa por él, --este sábado, antes de los choques policiales, anunció que sería el candidato de los republicanos en las elecciones europeas-- Esquerra carece de una dirección que públicamente oriente y asuma riesgos.
Caos independentista
Y en el otro campo, el de Puigdemont, el caos es total, con un PDeCAT resistente en el Congreso de los Diputados, sin saber cómo tomar decisiones, y con Torra arrinconado, sin capacidad para dar un paso con una cierta autonomía, y que prefiere visitar un colegio con denuncias a sus profesores por adoctrinar y señalar a estudiantes hijos de agentes de la Guardia Civil antes que dar cobertura a los empresarios, y especialmente a los valencianos, que protagonizaron un acto en Barcelona a favor del Corredor del Mediterráneo.
El independentismo no sabe dónde está. Pero la CUP sí. Y está en la calle, en la exigencia de que se aplique “la República”, con grupos que creen que tienen la “verdad”, que todo es una “provocación” para ir en contra “del pueblo catalán”.
"Mola" tocar la República
Pero dentro de ese mismo independentismo, el que había logrado seducir Artur Mas, sectores liberales que creían en un Estado independiente como un instrumento para dar un salto económico, han comenzado a bajarse del barco. Lleva meses el intelectual Bernat Dedéu, que forma parte de un grupo de profesionales independentistas junto a Jordi Graupera, que aspira a un cambio “de verdad” para plantar un independentismo posible y que desea comenzar a demostrarlo en las elecciones a la alcaldía de Barcelona, denunciando “la farsa” de Puigdemont, de Torra y, especialmente, de Esquerra Republicana.
Irritado y coherente con lo que defiende aseguró, tras ver la actuación de los Mossos d'Esquadra, en una crítica frontal contra el Gobierno de Torra: "Los Mossos hostiando a los manifestantes de los CDR, es la prueba definitiva que mola mucho un gobierno efectivo y vivir a punto de proclamar la República".
Todo ha comenzado a cambiar, y de forma drástica. El lema de “ni un papel en el suelo”, cuando se celebran las manifestaciones de la Diada, se ha visto contrariado por las imágenes de ira y violencia de este sábado.
La irrupción de Valls
En esta nueva situación, y con el horizonte de las elecciones a la alcaldía de Barcelona, que serán decisivas no únicamente para la suerte de la capital catalana, aparece el ideario de Manuel Valls. El ex primer ministro de la República francesa, quiso condenar las acciones violentas, sabedor de que su apuesta por el orden y por defender los principios constitucionales y del Estatut tendrán un electorado atento.
Valls fue claro: "Estoy muy preocupado por las escenas de violencia que hemos vivido en Barcelona. Quiero expresar mi condena más absoluta ante cualquier manifestación de violencia y quiero enviar mi apoyo a los agentes agredidos por los manifestantes". Toda una declaración de que se ha abierto un nuevo panorama político en Barcelona y en Cataluña.