Política
A la espera de que Merkel hable
Tras las elecciones alemanas, el país sigue sin vislumbrar un gobierno estable. La mayoría de la CDU/CSU no es suficiente para gobernar en solitario. Las negociaciones dejan abiertas múltiples posibilidades, incluso que el centro-derecha pacte con los verdes. Último recurso: volver a las urnas.
13 octubre, 2013 09:31Han pasado tres semanas desde la celebración de las elecciones al parlamento alemán. La Unión Demócrata Cristiana (CDU), liderada por la canciller Angela Merkel, y la Unión Social Cristiana (CSU) de Baviera, digirada por el ministro-presidente bávaro Horst Seehofer, estuvieron a punto de lograr la mayoría absoluta. Sus antiguos socios de coalición, los liberales de la FPD, se quedaron fuera del parlamento al no superar el umbral mínimo del 5% de votos.
Este resultado ha obligado a la canciller Merkel a buscar otros socios de gobierno. Entre los candidatos: el Partido Socialdemócrata Alemán (SPD) y el Partido de los Verdes. La otra opción, a saber, una coalición entre socialdemócratas, verdes y La Izquierda -el tercer partido más votado, creado en 2007 tras la fusión entre los ex comunistas de la antigua Alemania del este y el ala izquierdista de los socialdemócratas- no ha valido estos días sondeo alguno: los socialdemócratas y los verdes descartaron tal posibilidad antes de las elecciones.
Alemania es una democracia de consensos y de formación de coaliciones. Desde la fundación de la República Federal Alemana (RFA) después de la Segunda Guerra Mundial, todos los gobiernos alemanes -salvo un breve periodo de 1957 a 1961, cuando la CDU/CSU del canciller Konrad Adenauer gobernó con mayoría absoluta- han sido de coalición; por lo general, con un partido menor (la FDP, por cierto, que por primera vez desde la fundación de la RFA no estará en el parlamento, es el partido que más ha repetido). En esta nueva legislatura podría formarse el tercer gobierno de gran coalición. Así, al menos, le gustaría a la mayoría de los alemanes de hacer caso a las encuestas que efectúa la televisión pública; y en esas cábalas llevan tres semanas ensimismados los más eminentes analistas del país. Sin embargo, como todo en política, lo deseable no siempre es posible, y lo probable puede acabar por imposible.
La experiencia
Objetivamente, una gran coalición entre democristianos y socialdemócratas sería la opción más fácil de conciliar. La CDU/CSU se ha vuelto con el tiempo más socialdemócrata (la canciller Merkel ha mostrado un gran talento para apropiarse de parte del programa social del SPD). Y la SPD, desde el canciller Gerhard Schröder con sus reformas liberales de la Agenda 2010, ha ido despojándose de maximalismos socialdemócratas.
Que en estas elecciones el SPD haya parecido dar un giro a la izquierda -con promesas electorales como la subida de impuestos a las rentas más altas o la introducción de un salario mínimo interprofesional- responde más bien a la ola socialdemócrata que vive el país y cuyo principal estandarte no es otro que la CDU, el partido del centro-derecha. Además, no hay que olvidar la experiencia más reciente de gran coalición (2004-2009). Ésta funcionó bien bajo el liderazgo de Merkel. Los protagonistas ya se conocen y hubo buena sintonía entre ellos.
Por último, el gobierno sería de una extraordinaria estabilidad, como desea Merkel, y de un rodillo parlamentario todavía más extraordinario: ambos partidos tendrían mayoría en el parlamento y el senado; algo que no ocurriría de darse una coalición de democristianos y verdes, que estarían en minoría en la Cámara Alta. Esto último es importante, ya que el Bundesrat puede frenar y corregir decisiones del Bundestag.
Obstáculos para una gran coalición
Más allá de desavenencias programáticas, un pacto de gobierno entre democristianos y socialdemócratas deberá ser sancionado por las bases de los segundos. Así lo anunció su secretario general, Sigmar Gabriel, tras el primer encuentro postelectoral con los representantes de su partido. La apuesta de Gabriel es atrevida: según las diferentes encuestas, las bases de su partido son contrarias a una gran coalición. Es el gran temor de los democristianos; y la última esperanza de algunos líderes socialdemócratas. De ahí que los líderes de los tres partidos (Merkel, por la CDU, Seehofer por la CSU, y Gabriel por el SPD), después de una primera reunión la semana pasada, se reunieron informalmente este viernes para preparar el segundo encuentro oficial que tendrá lugar la próxima semana. En ese encuentro, este lunes, podría decidirse el próximo gobierno de gran coalición. O simplemente, el próximo gobierno alemán, pues de fracasar el acuerdo, la otra opción serían los verdes.
El presidente de los socialdemócratas ha de conseguir un pacto con el que pueda convencer a sus bases. Aparte del tradicional reparto de ministerios (la tradición alemana apunta que el partido minoritario ocuparía la Vicepresidencia y la cartera de Exteriores; los socialdemócratas, además, piden para sí el Ministerio de Trabajo y el de Finanzas), la aprobación de un salario mínimo interprofesional en toda Alemania sería inexcusable. De esto los socialdemócratas han hecho bandera durante toda la campaña.
Alemania no tiene un salario mínimo estatalmente regulado a diferencia de otros países industrializados como EEUU, Francia, Luxemburgo, Reino Unido o España. La fijación de los salarios depende del convenio colectivo de cada sector de la economía. Sin embargo, hay sectores que carecen de tal convenio, especialmente en servicios de mano de obra poco cualificada. Ahí abundan trabajos mal pagados. Según recientes informaciones del diario Frankfurter Allgemeine Zeitung, ambos partidos podrían llegar a un acuerdo.
La incógnita, sin embargo, sería la política fiscal, es decir, la subida de impuestos, otra de las principales promesas electorales de los socialdemócratas. Sin embargo, éstos estarían dispuestos a renunciar a este punto, o al menos, a descafeinarlo, según aseguraba su secretario general Sigmar Gabriel en una entrevista para el periódico más grande de Alemania, el Bild Zeitung. Aquí los democristianos no quieren ceder. La CDU/CSU asegura que el Estado no necesita subir impuestos, que con el ritmo de ingresos actuales tienen suficiente para emprender todas las reformas prometidas, por ellos -aumento de las pensiones, de la ayuda a los dependientes y al cuidado infantil- y por los socialdemócratas -reformas en la educación y en las infraestructuras-.
Por último, la otra gran oposición viene del Land o estado federado más poblado de Alemania, Renania del Norte-Westfalia. Allí gobierna el SPD bajo el liderazgo de Hannelore Kraft. Aunque Kraft ha estado presente en la primera reunión con los democristianos, su renuencia a un pacto con la CDU/CSU es pública y notoria. Kraft tiene sus motivos. Su Land es el más representado en la Cámara Alta. Desde allí, y con un gobierno de Merkel en coalición con los verdes, Kraft no tendría ninguna sombra para su proyección política de cara a las próxima elecciones de 2017, si un día se atreve a salir de la tranquilidad que reina en Renania del Norte-Westfalia, el principal bastión rojo alemán a nivel local y regional.
Además, detrás hay motivos estratégicos más allá de las ambiciones políticas de Kraft: el próximo año se celebrarán elecciones en la mayoría de los estados federales, amén de elecciones municipales y europeas. La mayoría de los estados federados está gobernada por los socialdemócratas. Algunos temen -entre ellos Kraft- que una gran coalición se levante sobre ellos como una espada de Damocles como dicen les ocurrió con el último gobierno de gran coalición. Desde entonces, la distancia entre CDU/CSU y SPD ha ido aumentando en perjuicio de los segundos.
La alternativa verde
La primera reunión esta semana de los democristianos con el Partido de los Verdes tuvo como precedente un acontecimiento que puso de relieve las diferencias entre ambos partidos: la tragedia vivida en las orillas de la isla italiana de Lampedusa, donde cientos de refugiados perdieron la vida en un naufragio cuando intentaban alcanzar las costas italianas. Los verdes aprovecharon para exigir un cambio en la política de asilo: Alemania debería acoger más refugiados. Lo contrario de lo que quieren los democristianos.
A diferencia de los socialdemócratas, la mayoría de las bases verdes es favorable a un pacto con Merkel, según la última encuesta de la televisión pública alemana. Aquí ocurre lo contrario que con los socialdemócratas: mientras las bases quieren, la cúspide del partido resulta escéptica y está dividida entre los pragmáticos, representados por el ministro-presidente Winfried Kretschmann, del acaudalado Land de Baden-Wurtemberg, muy crítico con la deriva socialdemócrata regida por el candidato Jürgen Trittin, representante del ala izquierdista. Aunque hablar aquí de cúspide resulta un abuso: tras las elecciones, dimitió toda la ejecutiva en su conjunto. Los verdes negocian ahora con líderes provisionales que tendrán que ser refrendados o cambiados en el próximo congreso del partido, que se celebrará el próximo fin de semana.
Mientras tanto, el próximo martes se reunirán de nuevo con los representantes de la CDU/CSU. El encuentro de esta semana no ha revelado mucho. Las diferencias programáticas son todavía mayores en comparación con los socialdemócratas: los verdes apuestan por una política social aun más radical (una subida de impuestos que abarque un espectro social más amplio, por ejemplo) y en materia ambiental van a ser una fuerte oposición a la reforma de política energética que auspician los democristianos y los socialdemócratas para frenar la subida del precio de la luz.
Para muchos democristianos la alternativa verde resulta una alternativa real. Es más, una coalición con los verdes va ganando cada vez más adeptos entre las filas de la CDU, especialmente entre sus barones territoriales, que explorarán posibles coaliciones con aquellos de cara a las elecciones del próximo año. Si por ellos fuera, una coalición con los verdes tendría prioridad sobre los socialdemócratas. Sin embargo, el problema radica en la relación de su hermana bávara, la CSU, con los ecologistas. La CSU gobierna con mayoría absoluta en Baviera (las elecciones bávaras se celebraron una semana antes a las elecciones al Bundestag) y resulta imprescindible a la CDU para mantenerse en el poder. Aunque el líder bávaro Seehofer ha hecho esfuerzos en las dos últimas semanas para moderar su tono hacia los verdes, no ha escondido en ningún momento su preferencia por los socialdemócratas.
El problema va más allá de rivalidades personales -durante la campaña electoral, el candidato verde, Jürge Trittin, se refería a Horst Seehofer como el "crazy Horse"- o de la imagen de yupis que los sectores más conservadores de la CSU tienen de los verdes. Aquí la CSU tiene un problema estratégico parecido al de los socialdemócratas de Hannelore Kraft en Renania del Norte-Westfalia: y es que los verdes se han convertido en una alternativa amenazadora en algunos bastiones de la CSU en Baviera. No es de extrañar, como recordaba el semanario Der Spiegel esta semana, que el secretario general del partido bávaro, Alexander Dobrindt, no dejara de recordar durante la campaña bávara las opiniones en contra de la penalización de la pedofilia que algunos miembros del Partido de los Verdes -entre ellos, su candidato- sostuvieron durante la década de los setenta.
Todo parece que la posibilidad de una coalición con los verdes dependerá de los resultados de la reunión que los democristianos mantendrán el lunes con los socialdemócratas. La canciller Merkel no ha hecho hasta ahora público sus preferencias. No ha intervenido en el bullicio de declaraciones y se ha ceñido a los hechos: ha repartido tres horas de reunión con los socialdemócratas y los verdes, en pie de igualdad, fiel a su promesa de mantener las dos posibilidades abiertas. Se espera que la próxima semana -previsiblemente el miércoles, un día después a la reunión con los verdes- los democristianos decidan con qué partido proseguirán las negociaciones para formar el nuevo gobierno. Entonces, hablará Merkel. De lo contrario, en otro escenario poco deseado para la oposición, tendrán que volver a hablar las urnas. Entonces es probable que Merkel hable sola, con mayoría absoluta.