Apareció. Un grupo de dirigentes que ya tenían experiencia en Cataluña, querían aventurarse en la política española. Reunieron a gente valiosa, con ganas y con un denominador común: querían cambiar la dinámica en España. Hablaban raro, en comparación a lo que se estilaba. Profesores universitarios, jóvenes profesionales y altos funcionarios se empeñaron en una apuesta: había que implementar policies y dejar la Política a un lado. ¿Cómo? ¿Un lenguaje anglosajón? Me subo, quiero saber qué proponen. Eso fue lo que generó Ciudadanos hace sólo cuatro años, con personas como Francisco de la Torre, Luis Garicano o Toni Roldán.

En España se habla poco de las policies. De hecho, en español es difícil distinguir los dos conceptos que sí se utilizan en inglés: politics y policy, Política, y políticas. Eso se podría acabar de concretar con dos ideas: lucha por el poder, como finalidad, o el impulso de medidas concretas, de reformas que se consideran indispensables para tu país. Transcurridos cuatro años, entre las elecciones generales de 2015, a julio de 2019, después de otras elecciones generales, esa distinción ya no tiene cabida en el partido de Albert Rivera.

Se trata de un ejemplo que invita a una reflexión profunda sobre cómo se ejerce la política en España. Ciudadanos no es el único caso. También le ha ocurrido a Podemos, con la necesidad --u obsesión-- de Pablo Iglesias de entrar en el Gobierno para, desde el poder, reorganizar el partido y asegurar más puestos y presencia de la formación en las instituciones. Es decir, el poder como finalidad. Pero en el caso del partido naranja las expectativas eran mayores, porque supo generar una gran ilusión.

Todo eso lo ha analizado muy bien una nueva generación de politólogos y sociólogos, los que participan en el blog Politikon. Investigadores y profesores como Jorge Galindo, Berta Batet, Pablo Simón o Roger Senserrich. Da gusto leerlos y hablar con ellos. Es una idea que debería centrar la atención y provocar una reflexión interna en Ciudadanos. Porque, ¿para qué sirve una pugna por el poder, si no tienes la posibilidad de aplicar aquello que defiendes? ¿No es mejor llegar a acuerdos que permitan implementar aquello que consideras necesario para el bien común?

Por eso personas como Toni Roldán han preferido dejar sus cargos en el partido. ¿Le sirve a Roldán calentar su escaño, con críticas al Gobierno desde la oposición, sumando los votos de Ciudadanos de forma estéril con el PP? ¿O sería feliz si pudiera participar en una reforma del sistema de pensiones con un Gobierno del PSOE, sumando 180 diputados en el Congreso?

Ese es el dilema que las democracias liberales deben plantearse. En caso contrario, si la Política es la finalidad, en sí misma, ¿no habrá cada vez más personas que tengan una idea negativa del propio sistema y decidan abrazar otras apuestas más turbias?

En 2015, el paquete de policies que acordó Ciudadanos con el PSOE, para una investidura frustrada, fue abrumador. Desde la medida de no subir el IRPF y bajar el IVA cultural, hasta la derogación de la reforma laboral, con dos tipos de contratos, pasando por la lucha contra el fraude, y la limitación del pago en efectivo a 1.000 euros; la vuelta al Pacto de Toledo y la financiación de las pensiones a través de impuestos; la transformación del Senado como “estricta cámara territorial, con una composición máxima de 100 senadores; el pacto por la educación; la universalización progresiva de la oferta de escuelas infantiles de cero a tres años; la ley de muerte digna, o la reforma de la Ley de Seguridad y la derogación de la prisión permanente. Pas mal.

Todo eso son policies, cambios, reformas, medidas, que un Gobierno puede tomar. Pero para ello necesita mayorías parlamentarias que lo sustenten. Ciudadanos ha tenido en su mano la posibilidad de implementarlas. ¿Qué más da hacerlo con el PSOE o con el PP, si lo que quieres es aplicar mejoras que consideras indispensables para tu país?

El lunes comenzará el debate de investidura de Pedro Sánchez. Y el debate sigue anclado en la lucha por el poder. Una tragedia. La tragedia de Ciudadanos, que se ha echado a perder, y la tragedia de España, que sigue sin resolver un problema endémico: la consolidación de un tercer partido que haga posible mayorías a izquierda y derecha.